Eduardo Umaña In memoriam

Memoria y justicia: seis años de impunidad

Por: Comisión Intereclesial de Justicia y Paz
20 de abril de 2004

José Eduardo Umaña Mendoza, nuestro amigo y maestro. Abogado de Derechos de los Pueblos. 18 de abril de 1998-18 de abril de 2004

"Los derechos de los pueblos, los derechos humanos son una lucha de soledades que se encuentran" Eduardo Umaña

"Mi papá me dedicó una frase hace muchos años, cuando yo era muy niño, cuando me regaló el Quijote, que palabras más, palabras menos, decía: 'sea siempre Quijote, nunca sea Sancho Panza', entonces ahí queda, una especie de misticismo, de valoración de unos principios, de soñar con sueños y con utopías, sabiendo que nunca habrá realidades, dejando semillas de lucha, para las próximas generaciones, sabiendo que en cada momento que pasa se acaba la vida, y que cada momento que usted está viviendo, es una ganancia contra la muerte".

El 20 abril cerca del medio día en la Plaza Che de la Universidad Nacional, en tiempo soleado, de aquellos que anuncian las lluvias, en ese espacio público con borbotones de gentes, algunos de sus acompañados, algunos de sus defendidos, algunos de su detractores y millares de sus cercanos, su padre Eduardo Umaña Luna expresó antes de iniciar el camino hacia donde sería sepultado: "Eduardo ha pasado a la historia".

Con el tiempo esas palabras siguen resonando. Tal vez la soledad, tal vez el olvido nos hablan del pasado, de la historia dejada... pero más allá de ese pasado está el presente, ese en que se cocina el futuro. Su ser, su modo de actuar, su razón de existir sigue vigente, él aún esta presente. En las expresiones sindicales que enfrentan y construyen alternativas al neoliberalismo, en las telecomunicaciones, frente a las privatizaciones de las riquezas naturales, en los presos políticos, en los persistentes familiares de los desaparecidos de la cafetería del Palacio de Justicia, en los pasillos de la Universidad Nacional, del Externado, la Javeriana y la Universidad del Cauca... su soledad acompañada en estrados judiciales, en los litigantes, en los defensores que asumen costosos riesgos por las causas nobles.

Él sigue presente en sus defendidos, aquellos que aprendieron del Derecho perseguidos o encarcelados para defenderse, "ellos mismos", decía él, "son los mejores defensores, la gente, el pueblo es quien debe organizarse, quien debe defenderse, nosotros somos técnicos pero ellos son realmente los jugadores, a ellos uno se les debe. El aparato de justicia está hecho para los de arriba, sus normas son para defender a los privilegiados. Los luchadores populares, los desaparecidos, los asesinados y sus familiares recorren el camino hasta llegar a encontrarse nuevamente con la impunidad, el rostro de hierro estará siempre custodiado, pero si no hacemos lo necesario, si no asumimos la defensa, no podemos defender y demostrar que ese aparato de la 'injusticia' es un aparato de guerra, de destrucción de los pobres, por eso es necesario defender o si no mejor renunciar".

Eduardo fue asesinado en Bogotá el 18 de abril de 1998, después de medio día, sus vicimarios querían que los acompañara, él había dicho meses atrás, en medio amenazas persistentes, "si vienen por mi, yo no me voy a dejar llevar... voy a estar aquí, voy a resistir, no me voy a doblegar".

José Eduardo Umaña Mendoza había informado a personas de confianza dentro de la Fiscalía que había un grupo de personas que estaba organizando su asesinato, entre los que se encontraban miembros de la brigada XX, del CTI y de los servicios de seguridad de Ecopetrol.

Dos hombres y una mujer haciéndose pasar por periodistas entraron en su oficina tras encerrar a su secretaria en un cuarto. Ante la negativa de irse con sus victimarios, le dispararon. La primera orientación de la investigación permitió evidenciar el papel desempeñado por los miembros de las fuerzas armadas y del Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) de la Fiscalía. Cuando parecía que las pistas se precisaban en este sentido, fueron interrumpidas tras un "testimonio espontáneo" de un detenido de la prisión de Guaduas que pretendió conocer los asesinos de José Eduardo Umaña Mendoza.

A pesar de los signos obvios de desequilibrio mental de este "testigo", la investigación se orientó exclusivamente en esta dirección y se terminó llamando a juicio a cinco acusados, basándose en cargos sumamente frágiles y a pesar del hecho que uno de ellos vivía en España en el momento de los hechos, lo cual aparece claramente en el expediente. Una motivación muy severa para la fiscalía ha llevado al Tribunal a absolver a los cinco acusados. La Fiscalía ha aceptado esta decisión sin apelación.

El caso permanece abierto en la Unidad de Derechos Humanos en Bogotá sin que ninguna diligencia haya llegado a ningún resultado significativo. La maniobra realizada para desviar la atención y tratar de condenar a víctimas propiciatorias no ha permitido proseguir investigaciones serias en la búsqueda de los autores intelectuales de este asesinato.

El intento de varias personas cercanas a la vida de Eduardo de ser parte civil en el proceso no fue aceptado por la Fiscalía General de la Nación.

Este crimen de Estado sigue en la impunidad pero el sentido de la vida, la presencia de Eduardo hoy sigue animando las aspiraciones, en medio de las soledades, de los excluidos, de los pueblos.

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