Agencia Prensa Rural

 

Réquiem por Óscar Salas, el joven poeta comunicador y militante del PDA
La esperanza de menos

por Pabloé
13 de marzo de 2006

Los comunicadores comunitarios están de luto. También los estudiantes. Y los poetas y teatreros y zanqueros. Las fuerzas antimotines del Esmad se echan una nueva víctima sobre sus hombros, la cuarta en menos de un año. Óscar Eduardo Salas sólo tenía 20 años, estudiaba lingüística en la Universidad Distrital, y lo único que tenía eran sueños e ilusiones. Los estudiantes protagonizaron una protesta contra el TLC y los encendieron a plomo.

Sólo querían manifestar su descontento por la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos que amenaza con arrasar, entre otras, con lo que queda de universidad pública (y privada) colombiana y el saber ancestral de nuestras comunidades. Y la legítima protesta de un puñado de estudiantes que se extendió por espacio de 35 minutos del pasado 8 de marzo, terminó cuando uno de ellos cayó herido de muerte. Apenas tenía 20 años y prometía esta vida y la otra.

Se trataba de Óscar Leonardo Salas Ángel, quien desde hacía dos años había regresado a Bogotá, donde había vivido de niño, con el propósito de cursar una carrera, haciendo un par de semestres en la Universidad Nacional para trasladarse posteriormente a la Distrital. Una decisión un tanto difícil dadas las precarias condiciones económicas de su familia, pero no imposible para quien a pesar de su corta edad se había granjeado un liderazgo indiscutible en Café 98.5 FM, la emisora comunitaria de Líbano, Tolima, su pueblo natal, donde consiguió las ayudas mínimas necesarias para medio subsistir en la capital.

A punta de gritos y boletines intentaban contrarrestar la ensordecedora campaña publicitaria del gobierno de Uribe en pro del TLC, después que cerraron negociaciones en Washington 10 días antes, sin darle oportunidad a la gente de participar. Buscando hacer sentir su voz, pretendieron ganar la carrera 30 sobre la calle 45 del centro de Bogotá, posiblemente con la intención de interrumpir el tráfico automotor y generar arengas públicas, prohibidas por estos días a propósito de las justas electorales que tendrían lugar cuatro días después. Caricatura de juego democrático.

Entonces fueron repelidos por la fuerza pública, como es costumbre. Pero en medio del ya clásico intercambio de piedras entre los grupos estudiantiles y las hordas antimotines que suelen reforzarse con bolillos y balas lacrimógenas, cayó al suelo Óscar Leonardo dentro del campus universitario, siendo rescatado por sus compañeros. Al parecer, una especie de perdigón o balín interesó su ojo izquierdo de azul profundo, depositándosele en el cerebro. No sin antes producir derramamiento de masa encefálica de alguna consideración.

Desconocemos si el joven Salas Ángel participaba de la protesta estudiantil o si, por el contrario, recogía información para alguno de los medios comunitarios y alternativos con los cuales colaboraba desde Bogotá. Pero bajo ninguna circunstancia se puede aceptar un crimen como el perpetrado contra su humanidad.

El escuadrón de la muerte

Al parecer, un arma no convencional, presumiblemente accionada desde el bando del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad), fue la causante de la muerte de Óscar Leonardo Salas, la segunda víctima fatal por parte de dichas unidades en Bogotá en menos de un año (Nicolás Neira, de 15 años y estudiante de décimo grado, murió a manos ellos el 1 de mayo de 2005), la cuarta si incluimos al estudiante de biología de la Universidad del Valle, Johnny Silva, muerto en Cali el 22 de septiembre del año pasado, y a Marcos Soto, indígena chamí muerto el 10 de octubre en el sitio Remolino, municipio de La Virginia, Risaralda, en desarrollo de la minga embera contra el TLC, precisamente.

Coincidencia o no, en Bogotá, la maestra de Ciudad Bolívar y trabajadora cultural María Luisa Niño, fue privada de su libertad hace exactamente un año, también en vísperas del 1 de mayo, víctima de un burdo montaje urdido mientras participaba en un foro contra el TLC.

Hace una década exactamente, mayo de 1996, otro visitante de Líbano, norte del Tolima, distante a 180 kilómetros de Bogotá, fue abatido por las fuerzas antimotines frente a Colsulsubsidio de la 26, a 10 cuadras del sitio donde cayó su paisano Salas Ángel. Fernando Lombana se ganaba la vida arañando la tierra y arengaba una marcha campesina sobre la capital del país cuando recibió un impacto de bala (no oficial) entre ceja y ceja, literalmente hablando. Disparada desde la tanqueta número 45 de los grupos antidisturbios de entonces. Y desde entonces, tampoco se conocen los resultados de las "exhaustivas" investigaciones que suelen prometer los funcionarios oficiales y militares.

Cuando hace un año se produjo la muerte de Nicolás Neira, los integrantes del Esmad sólo se identificaban mediante los RH de cada quien en sus cascos. A raíz de las denuncias, dichos códigos sufrieron alguna transformación. Ahora se repite una serie de números en cascos y caparazones toráxicas, de riguroso color negro, según las normas impuestas desde el norte. Lo que no significa que se identifiquen por sus nombres de pila, huellas decadactilares o remoquetes siquiera. Sin rostro, porque llevan pasamontañas. Es la forma de "proteger" a los emisarios del orden y la ley, hasta de sus propios desmanes.

La jornada nacional del 23

El crimen contra Óscar Leonardo fue rechazado por la multiestamentamentaria universitaria, espacio de coordinación que viene liderando las más recientes movilizaciones en defensa de la universidad pública en el país.

La Federación de Profesores Universitarios, así como el sindicato de trabajadores, ratificaron la convocatoria a la marcha nacional universitaria que tendrá lugar entre los días 21 y 24 de marzo, la cual incluye la realización de una caminata entre Cartagena y Barranquilla, contra el cierre de la Universidad del Atlántico. Para jueves 23 también ha sido convocada la jornada de protesta contra el TLC y contra la guerra en Iraq.

Por su parte, la Asociación Colombiana de Estudiantes Universitarios se reafirmó en su campaña antimilitarista por el desmonte del Esmad, a la vez que exigió el esclarecimiento de los hechos que rodearon la muerte de Óscar Leonardo, quien dejó de respirar durante la madrugada del viernes 10, después de 36 horas de agonía. Por decisión de su familia, fueron donados todos sus órganos, incluidos sus ojos.

Rompiendo las prohibiciones impuestas en vísperas electorales, los días 9 y 10 fueron de multitudinarias manifestaciones callejeras en Bogotá. En las noches, los manifestantes portaban velas, clamaban justicia y le cantaban a la vida y al amor, agasajando al poeta que se les iba.

Centenares de estudiantes taponaron el centro, bloquearon las troncales de transmilenio, pintaron la alcaldía, rompieron listados de votación en la Plaza de Bolívar, y entonces, sólo entonces, las fuerzas militares se mostraron permisibles y hasta cómplices. Parecían monjitas de la caridad. Las hordas del Esmad fueron resguardadas. El silencio y la pasividad del culpable, no sabemos si por órdenes de Uribe o Garzón, el mandatario de los bogotanos.

Lamentablemente, las autoridades distritales continúan caracterizándose por la indolencia frente a sus conciudadanos en circunstancias como éstas. No muestran interés por diferenciarse frente a los desmanes de la fuerza pública, como estarían llamados a hacerlo en su condición de gobierno alternativo.

Y eso que Óscar Leonardo, quien en algún momento integró las filas de la Juventud Comunista, era un convencido militante del Polo Democrático Alternativo. Luchista, para mayores señas, y tristezas. A los altísimos funcionarios de la administración sus familiares, amigos, compañeros y camaradas no les vieron el rostro para nada. Ni siquiera una llamada. Ni del secretario de seguridad, Andrés Restrepo, tampoco del secretario general de la alcaldía, Enrique Borda, a quienes más directamente correspondería. A lo sumo, respondieron una que otra pregunta, eso sí, a través de los "grandes" medios.

Recordando a Nicolás Neira

Si esta vez el nombre de Óscar Leonardo gana el rango de mártir juvenil justo durante las celebraciones del día internacional de la mujer, el anterior 1 de mayo, día internacional de la clase obrera, le correspondió el turno a Nicolás Neira, de 15 escasos años. Las paradojas tristes de nuestras celebraciones.

Entonces los del Esmad se abstuvieron de utilizar armas de fuego (convencionales o no convencionales) para segar la vida de Nicolás: falleció producto de la golpiza que le propinaron tres cuadras antes de la Plaza de Bolívar, de Bogotá, en plena carrera séptima.

Desde entonces la vida para los padres de Nicolás, hijo único para peor desgracia, se convirtió en un verdadero calvario. Yuri Neira, el papá, denuncia haber sido objeto de tres atentados contra su vida, además de un intento de secuestro, en vano empeño por impedir que siguiera adelante en su proceso contra el Esmad y el estado.

El asedio y hostigamiento por parte de los sabuesos del estado ha sido permanente desde el mismo momento en que Nicolás era trasladado aún con vida a un centro asistencial, al punto que Yuri Neira debió recurrir a los medios para denunciar semejante estado de cosas, en un derroche de valentía, dolor e impotencia inigualables.

Las presiones incluso cobraron forma económica: un mes después del crimen contra su hijo, le robaron un taxi con el que se ayudaba para los gastos de la casa; dos meses después su madre y su esposa fueron asaltadas entrando a un supermercado por varios sujetos de civil a quienes les importó un pepino el abultado efectivo de las cajas: iban tras los dos milloncitos de pesos con los cuales las señoras saldarían cuentas; y, de repeso, Yuri, el padre adolorido, fue despedido de Cars, una compañía de seguros que consideró incómodas sus gestiones clamando justicia. En memoria de Nicolás.

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