Los campesinos del Oriente Antioqueño entre el miedo y el encierro

Rubén Darío Zapata Yepes

Don Carlos Londoño y don Alberto Sánchez son dos campesinos de Granada que forman parte de la red de promotores agropecuarios del Oriente Antioqueño. Sus veredas están ubicadas en la cuenca del río Calderas, en el punto donde se tocan los municipios de San Carlos, Granada y San Luis, y aunque debieran tener acceso a los tres centros urbanos, prácticamente no pueden llegar a ninguno: al igual que la mayoría de sus vecinos, llevan más de dos años sin salir de sus veredas. Han llegado en estos días, de milagro, como dicen ellos, a Medellín, de paso hacia un encuentro de organizaciones sociales en Bogotá; pero lo que realmente quieren con su viaje es romper el encierro que los está asfixiando.

¿Asfixiados en el campo, encerrados? Esa es en principio una paradoja difícil de entender. ¿Cómo puede describirse ese encierro?

Lo que explican los campesinos deja ver una realidad muy distinta a la que se ve en televisión, con la recuperación militar de la zona, el despliegue de la ofensiva en San Francisco, que promete la recuperación del territorio por parte de la fuerza pública, y con la reconstrucción venturosa de Granada y el retorno de la calma para los habitantes del Oriente.

El encierro, según cuenta don Alberto, empezó concretamente una tarde de un sábado entre marzo y abril de 2001. El ejército pasó patrullando por varias veredas, en los alrededores de los embalses y en su paso los soldados comentaban que se iban a acabar las tiendas comunitarias; el domingo los paramilitares instalaron un retén a menos de 200 metros del casco urbano de Granada, arriba del asilo, por donde se abría la vía hacia las distintas veredas. Se apropiaron de la mercancía que los carros transportaban para algunas tiendas y bajaron del carro a un señor de Calderas y lo mataron a un lado de la vía, en frente de todos. Desde entonces hasta hoy ha existido un control férreo de todo el mercado de los campesinos. Las tiendas comunitarias, efectivamente, se han cerrado, igual que las droguerías.

La estrategia tiene como objetivo, según han dejado saber los paramilitares, limitar el acceso de alimentos y medicamentos a la guerrilla. Aunque los campesinos piensan que es otro el propósito.

- El surtido de una tienda comunitaria no pasa de 8 ó 10 millones de pesos - Afirma don Carlos -. Con un surtido de ésos no podría sostenerse un ejército como el de la guerrilla. Todos sabemos por qué cerraron en las noches la autopista Medellín - Bogotá: porque de allá sí sacaba la guerrilla camionados enteros de comida.

Según estos campesinos, lo que se busca con el control sobre las tiendas comunitarias es obligar a los campesinos, al no poder comprar lo necesario en las tiendas comunitarias de sus veredas, a salir ellos mismos a mercar al pueblo. Fue entonces cuando empezaron a sacarlos de los graneros o a bajarlos del carro en la salida del pueblo.

- El ejército hacía un retén y a escasos metros hacían otro los paramilitares y con lista en mano empezaban a bajar a la gente del carro, muchos no volvían a subir. La situación fue tal que en los primeros 40 días de control, podían contarse 46 muertos a cuenta de los paramilitares.

Los campesinos jóvenes y adultos optaron por no salir más al pueblo y enviar a los niños, mujeres y ancianos a comprar o vender lo necesario. Pero en días recientes han sido también amenazados por los paramilitares.

- A mi papá le dijeron que si lo volvían a ver por el pueblo lo mataban - comenta don Carlos -, y a las mujeres les han advertido que no van a tolerar que sigan encubriendo a sus maridos. Porque, según ellos, si les da miedo salir al pueblo es porque la deben.

Por eso han tenido que reducir al máximo sus salidas al pueblo. Según comenta don Carlos, la situación de ellos en Granada ya la habían vivido o la están viviendo también otros en sus municipios vecinos, aunque con algunas variantes.

- El bloque paramilitar que ejerce el bloqueo en San Luis es el del Magdalena Medio, mientras los que se acantonaron en Granada son los del Bloque Metro, por eso no hay una política coordinada en el bloqueo. Cuando las cosas se ponían muy feas en Granada todavía uno podía moverse por San Luis, o al contrario, pero el bloqueo se hace ya intensivo en los dos municipios. A San Carlos no vamos casi, porque es un pueblo fantasma; está muy deshabitado y cada vez más copado de paramilitares.

Ahora que el bloqueo se cierra sobre ellos como una tenaza, los campesinos de la cuenca del río Calderas y de otras regiones vecinas han podido sobrevivir gracias al proyecto de seguridad alimentaria que han venido desarrollando con asesoría y financiación de una agencia española. Se han asociado para diversificar la producción y así garantizar mejor la autosuficiencia. Siembran frijol, maíz, caña, tienen galpones de gallinas ponederas, estanques de peces y un horno para producir panela, que se los ha donado también la AECI. Precisamente las tiendas comunitarias y las droguerías hacían parte de estos proyectos que impulsaba la AECI con los campesinos desde hacía varios años para suplir un poco los problemas de alimentación y salud en la zona rural.

- Es que en las veredas hay familias muy pobres, que dependen de los jornales - explica don Alberto -. Pero jornales no hay todo el tiempo en el campo; a veces llega un domingo y la gente no tiene sino 30 ó 40 mil pesos para inventarse un mercado. Con las tiendas comunitarias se ahorra uno el flete y puede comprar de a poco mientras.

Ahora, después de esta presión de los paramilitares sobre las tiendas comunitarias y las droguerías, los campesinos del Oriente consideran que la seguridad de los otros proyectos agroalimentarios depende de que los paramilitares y el ejército no entren a la zona. La consideración está fundada en algunas denuncias públicas hechas por ellos mismos a través de las juntas de acción comunal y algunos organismos defensores de derechos humanos.

En una denuncia del 23 de julio de este año, que los campesinos hacen llegar a las autoridades y la opinión pública, puede leerse lo siguiente: "en julio 18 (de este año) el Ejército Nacional llegó hasta la vereda Villanueva (municipio de San Luis) en compañía de algunos civiles, retuvieron a cuatro personas, a quienes llevaron hasta la casa del presidente de la junta de acción comunal para indagarle sobre unos víveres que se encontraban allí. Pese a que los campesinos informaron ampliamente que se trataba de una ayuda humanitaria entregada por una organización internacional a las familias beneficiarias de los proyectos productivos, los uniformados sostuvieron que se trataba de alimentos de la guerrilla, procedieron a cargar parte de ellos en cinco mulas y el resto fue regado en un patio, bañado con combustible e incinerado".

En este mismo operativo, según se lee en la denuncia, los uniformados escribieron en una de las paredes: "La muerte los busca. Van a aguantar hambre. Atentamente el duende".

Este encierro se vuelve completamente hermético, según expresan los campesinos, con los paros armados de la guerrilla, que son los bloqueos en respuesta a los que hacen los paramilitares y el ejército. Con estos paros la guerrilla pretende provocar un desabastecimiento de productos del campo en los centros urbanos de la región, y así ejercer presión. El 31 de diciembre del año pasado, durante uno de estos paros armados, el ELN mató a cinco conductores de servicio público por no acatar la orden.

Quitarle el agua al pez

La estrategia de combate a la guerrilla, tanto por parte del ejército como de los paramilitares, consiste, según lo han expresado sus comandantes en varios medios de comunicación, en quitarle el agua al pez; es decir, dejar a la subversión sin bases sociales. Esas bases sociales son precisamente las comunidades por donde se mueve la guerrilla. Sin embargo, como denuncian los campesinos, las que están realmente ahogadas con dicha estrategia son las mismas comunidades.

- Los enfrentamientos del ejército con la guerrilla realmente son pocos- dice don Alberto -, aunque en la televisión parecieran muy frecuentes. Lo demás es asedio a los campesinos, que se hacen aparecer como guerrilleros capturados o muertos en combate.

Estos casos son frecuentes en la zona rural del Oriente, según algunos de los campesinos. El 31 de enero de este año las juntas de acción comunal del Oriente denunciaban en un comunicado que "durante el operativo que aún se desarrolla en el Oriente Antioqueño entraron (soldados del ejército) al corregimiento de Santa Ana en Granada disparando a lo que se movía como si se encontraran en un combate y asesinaron a cuatro pobladores del corregimiento".

En la denuncia se menciona el caso de Nelson Ceballos y Jessica Mercedes Giraldo, retenidos por el ejército en la vereda La Merced del municipio de Granada en la mañana del 13 de julio del 2003. A los dos los condujeron hasta la vereda El Chocó, del municipio de San Carlos, donde se encontraba la tropa. Ese mismo día, el ejército advirtió de un enfrentamiento con el ELN en La Merced, donde murieron dos subversivos. "Los cadáveres fueron recogidos por el ejército y conducidos en un vehículo de servicio público hasta la vereda El Chocó, San Carlos, de donde fueron transportados el día siguiente por un helicóptero oficial. Los cuerpos sin vida resultaron ser los de Jessica y Nelson, quienes fueron reconocidos por sus familiares pese a que se reportó como muertos en combate no identificados".

A la zozobra de los campesinos contribuye el accionar guerrillero que ha tenido, según don Carlos, un comportamiento muy beligerante frente a los procesos de privatización de ISA e Isagén y por eso ha volcado sus ataques contra la infraestructura eléctrica. En meses recientes realizó un ataque contra el embalse de Playas y lo dejó fuera de servicio; dinamitó también a Casamáquinas y al embalse de Calderas. Entre tanto, realiza continuas voladuras de torres. Entonces, en represalia, el ejército incrementa su patrullaje por las veredas y amenaza a los campesinos.

- Los soldados pasan diciendo que ellos no matan- comenta don Carlos - pero que atrás vienen los que sí tumban cabezas y que van a cobrar 10 cabezas de campesinos por cada torre dinamitada.

En ese ambiente, los campesinos se ven acorralados y asediados en las veredas por todos los costados. Mientras el ejército y los paramilitares los señalan como colaboradores de la guerrilla, ésta también los asedia por prestar colaboración a los paramilitares. El 13 de enero de este año las FARC realizó una masacre en la vereda Dos Quebradas, de San Carlos, donde mataron a 17 personas acusadas de auxiliar a los paramilitares; entre las víctimas se encontraban una mujer embarazada y un anciano.

- Es que de esa manera colaboradores resultamos todos y en todos los bandos- comenta don Alberto-. Porque ningún grupo que llegue armado a una casa va a pedir un favor sino a exigirlo. ¿Y quién se los niega?

Así las cosas, parece que los verdaderos perdedores en esta guerra, sobre todo después del despliegue militar en el Oriente Antioqueño, son los campesinos. La guerra entre los ejércitos que se enfrentan sólo ha producido un reordenamiento de las fuerzas.

- El resultado de la ofensiva militar - comenta don Carlos - es que la guerrilla se ha replegado a las zonas boscosas y montañosas, mientras las cabeceras municipales son dominadas por los paramilitares en compañía del ejército y la policía. Y nosotros los campesinos en el medio, cada vez más despedazados. Casi el único camino que nos dejan es irnos, pero tampoco tenemos modo, excepto como desplazados, casi mendigos en la ciudad.

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