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Chocó, abandonado por el gobierno central y a merced de la corrupción
Nelson Lombana Silva / Jueves 23 de mayo de 2013
 

El departamento de Chocó, único en darse el privilegio natural de tener costa en Atlántico y el Pacífico, es, como lo define bellamente el profesor Wilson Arboleda Asprilla, un “tapete verde”.

Es rico en oro, platino, maderas, pescas, agua, oxígeno, agricultura y minería. Sin embargo, es uno de los departamentos más pobres de Colombia. Empezando porque no tiene una carretera que le permita comunicarse con los océanos. Como bien lo dice el docente: “Estamos de espaldas al mar”.

Es cierto. Su belleza natural, exótica, contrasta con la política capitalista neoliberal, la cual se caracteriza por la depredación del medio ambiente, la corrupción, la violencia y la explotación del hombre por el hombre.

Sus estadísticas son dramáticas. Por ejemplo, en menos de una década ha tenido este departamento seis gobernadores; en tres meses se ha originado el asesinato de 80 jóvenes en su capital Quibdó. El paramilitarismo al parecer se mueve como Pedro por su casa con la complicidad de la Fuerza Pública. Las multinacionales y transnacionales vienen haciendo presencia tomando tierras a la fuerza, sin contar con la opinión del campesino, dueño supuestamente de su territorio.

El profesor Wilson Arboleda Asprilla, dirigente de izquierda, hombre comprometido con los cambios estructurales y la justicia social, nos habla en este reportaje exclusivo de las páginas web www.pacocol.org y www.semanariovoz.com sobre la realidad de este departamento poblado principalmente por afrodescendientes, indígenas y mulatos, alejados de la mesa del rico Epulón.

Es la versión que esconde e ignoran los medios masivos de comunicación, pero que el profesor Arboleda cuenta con crudeza y, como buen comunista, llama a su pueblo a organizarse para hacer justicia social y apoyar los diálogos de La Habana (Cuba) entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo, FARC-EP y el gobierno timorato de Santos.

Es un reportaje dramático y patético:

—Profesor Wilson Arboleda Asprilla: ¿Cómo es el departamento de Chocó?

—El Chocó es un pueblo (departamento) habitado por afrodescendientes e indígenas; más o menos un 80% de afrodescendientes, un 15% de indígenas y el resto mulatos.

Es un pueblo originario, sus principales actividades son la minería y la agricultura. Está dividido en varias regiones, fundamentalmente por los ríos. El río San Juan, se dice entonces la región de San Juan; el río Atrato, la región del Atrato; el río Baudó, la región del Baudó. Son los tres ríos principales. Incluso, al río Atrato se le compara con el río Nilo; es una región rica en biodiversidad, rica en productividad, especialmente en productos agrícolas.

La gente siempre ha resistido en su territorio. Siempre ha mirado su finca, su tierra como ese aposento donde está su esperanza, su vida, porque de ahí es que saca su sustento diario para él y su familia, tanto afrodescendientes, indígenas y mulatos.

Esa relación armónica que ha existido entre afrodescendientes, indígenas y mulatos, le ha permitido conservar esa rica naturaleza. Usted cuando llega al Chocó mira es un tapete verde. Allí, al interior de la selva, ahí vive o se multiplica esa vida biológica, esa vida genética que todavía está por descubrir.

—Una riqueza tan evidente como usted lo señala, pero las estadísticas son dramáticas en el terreno social. ¿Cuál es esa realidad?

—El Chocó tiene más o menos unos 480 mil habitantes. Es una población relativamente joven, promedio de 30 a 50 años más o menos. Lo principal –como ya te dije– es la agricultura, la minería y la pesca. Pero, lastimosamente a pesar de esa biodiversidad, de esa riqueza biodiversa que nosotros la llamamos la mayor riqueza del planeta, lastimosamente su población vive en condiciones deprimente, en condiciones infrahumanas, en condiciones de abandono.

La voracidad de los empresarios y las multinacionales la ha convertido en el foco del huracán. Allí, a través del gobierno se están concediendo títulos mineros sin contar con la población, sin contar con los verdaderos dueños de la tierra. Desde Bogotá se vienen asignando esos títulos mineros. Incluso, esos títulos mineros se están ubicando en territorios ancestrales, por ejemplo en cementerios, en poblaciones enteras. No entendemos esa política del gobierno con la población chocoana.

—¿Maneja usted datos estadísticos sobre la realidad actual del departamento de Chocó?

—Sí, por ejemplo, decíamos que el Chocó continúa en inseguridad jurídica. En menos de diez años ha tenido seis gobernadores. Eso no permite que el departamento despegue en su desarrollo, en la solución de los problemas de vieja data. Ha sido también caldo de cultivo de las bandas criminales. Por ejemplo, en este año, en menos de tres meses, han asesinado en la capital (Quibdó) más de 80 personas, fundamentalmente jóvenes. Las autoridades no dicen quiénes son los que están en esa tétrica actividad.

Nosotros rechazamos, desde nuestra posición de educador, esa criminalidad que se ha entronizado en el departamento de Chocó. El Chocó ha sido una tierra tradicionalmente pacífica, pero lastimosamente se ha entronizado la “cultura de la muerte”. Ese tiene a la gente en zozobra, en desplazamiento permanente, incluso, en su misma capital. Personas de un barrio tienen que salir para otro barrio, porque las amenazas son permanentes.

—En esas condiciones tan dramáticas que vive el Chocó, ¿cómo se desarrolla la izquierda?

—El desarrollo de la izquierda es bastante difícil. Ahí nos mantenemos resistiendo, manejando nuestra propia seguridad. Pero hacemos vida partidaria, tenemos nuestros organismos, nuestra dirección departamental y en los municipios que podemos hacemos vida partidaria y actividad política. Actuamos en la vida sindical, somos afiliados a la Unión de Maestros del Chocó, tenemos una compañera que está haciendo un trabajo importante y en algunos municipios cercanos a la capital también tenemos organismos que nos permiten avanzar.

Realmente no ha sido fácil, pues el Chocó desde 1995, cuando las comunidades comenzaron a organizarse a través de los consejos comunitarios, entró el proyecto paramilitar con el objetivo de sacar a los campesinos de sus tierras, de su territorio, de su terruño, sacarlos a la capital para convertirlos en caldo de cultivo de la informalidad, mano de obra barata y todas las limitaciones que se le pueda presentar a una persona desplazada. Eso es caldo de cultivo de la prostitución, el vicio, la drogadicción, etc., que todos conocemos.

—Se dice que por estos territorios entra y sale el narcotráfico, tráfico de armas, etc. ¿Qué hay de cierto?

—Sí, porque fundamentalmente la costa chocoana, dicho sea de paso, es el único departamento que tiene costas sobre los dos océanos (Atlántico y Pacífico). Sin embargo, a pesar de tener semejante posibilidades, realmente el pueblo está de espaldas a esas costas. Son unas costas que están sin desarrollo y, como hay ausencia de Estado, se convierte en caldo de cultivo de diversas organizaciones, como organizaciones armadas de narcotraficantes, paramilitares, que transitan por la zona como Pedro por su casa, sin contratiempos de ninguna naturaleza.

—En medio de la incomunicación de los medios sobre los diálogos de La Habana entre las FARC-EP y el Gobierno Santos, ¿qué piensa el pueblo chocoano?

—Sí, nosotros creemos que es una situación importante. No hay que desconocer que la guerrilla de las FARC ha tenido también su asiento, su epicentro, su actividad en el departamento de Chocó. Así que, de lograrse en La Habana un marco de acuerdo, de solución política negociada del conflicto social y armado que vive el país, pues naturalmente que va a llegar la paz también a nuestro territorio y se pondrá fin a este período de inseguridad y aparecerá un momento especial para hablar propiamente del desarrollo de nuestro departamento.

Es importante que los chocoanos, los habitantes de las diferentes regiones de este departamento, estemos atentos a lo que se está desarrollando en La Habana y, por supuesto, participar de las diferentes actividades del orden nacional que se están dando: los encuentros, las movilizaciones a favor de la paz, una paz pero con justicia social, que realmente esos millones de recursos que se gastan en la guerra, pues se inviertan en las obras que por años hemos padecido los chocoanos. Necesitamos acueductos, alcantarillados, vías, fuentes de trabajo.

En este año, en Quibdó, la capital, es la capital con mayor índice de desempleo a nivel nacional. Ojalá se termine la guerra y esos recursos sirvan para aclimatar el bienestar para la población. Es más, no solamente el pueblo chocoano, sino el país en general.

—¿Qué están haciendo los comunistas y la izquierda en general en este departamento para ayudar a visibilizar los diálogos de La Habana (Cuba)?

—La idea es emprender acciones de socialización de esos temas que se están desarrollando en La Habana (Cuba), para que la población pueda asimilarlos y no estar de manera expectante, sino que de manera propositiva también esté dando sus aportes a esa construcción de la paz que todos anhelamos.

—Ese tapete verde chocoano, ¿cómo lo están destruyendo las multinacionales y transnacionales?

—Sí, le decía inicialmente que el Chocó es rico en minerales: oro, platino. Como en todo el país cunde el desempleo, la gente busca la forma de ayudarse. En estos últimos diez años ha habido una avalancha de maquinaria pesada para explotar el oro y el platino en el Chocó. Lo hacen de una manera despiadada porque no hay una mitigación de esa minería desbocada. A pesar de que hay una entidad, la Corporación para el Desarrollo de Chocó, que tiene la autoridad para limitar esa actividad, pero realmente mucha se desarrolla sin el control adecuado y eso hace que peligre la biodiversidad que tenemos en el Chocó.

—¿Hay mucha corrupción el departamento de Chocó?

—Da risa… porque eso es lo que cunde pues, no solamente en el país sino en el departamento de Chocó. Hace varios años se nos tildó como el departamento más corrupto del país. Naturalmente que rechazamos ese epíteto porque comparado con la corrupción que hay a nivel nacional, es muy pírrica en nuestro departamento. Pero eso no es óbice para que nosotros aceptemos la corrupción. Es que esos recursos que se apropian particulares, deben servir para aliviar las necesidades que padece el departamento.

Además, como revolucionarios y comunistas, rechazamos la corrupción; hay que manejar la ética profesional, el manejo pulcro de los recursos en la administración pública para que realmente le lleguen esos recursos a quien realmente los necesita.

—¿Se sienten los chocoanos desplazados de la mesa del rico Epulón?

—Por supuesto que sí. Siempre nos dan migajas, a pesar del aporte que hemos hecho los afrodescendientes, los indígenas y los mulatos a la construcción del país. Lo que se nos revierte es muy pírrico para lo que se nos debería dar.

—¿Cuál es la capacidad de resistencia del pueblo chocoano?

—Pues la gente está ahí, la gente ha resistido. Por ejemplo, hemos hecho paros cívicos en torno a nuestras angustias y necesidades, pero es poco lo que hemos recibido del gobierno nacional.

—Me gustaría que usted dirigiera unas palabras a la comunidad nacional e internacional…

—Sí, a la comunidad nacional e internacional, pues que miren al Chocó, que respalden sus luchas, sus aspiraciones. Allí, hay una población que trabaja, hay unos niños, hay unos jóvenes, unos adultos que anhelamos el desarrollo, que anhelamos superar las deficiencias, superar la corrupción y emprender el camino del desarrollo. Hace más de 500 años estamos esperando una carretera al mar. A pesar de que vivimos en el Chocó no tenemos acceso al mar, a las dos costas que tenemos. Ojalá que la comunidad internacional y nacional nos miren y nos ayuden a lograr estas inquietudes que todos anhelamos y queremos.