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Para el especialista Darío Fajardo Montaña, el primer acuerdo alcanzado por el Gobierno Nacional y las Farc tocan un aspecto fundamental en el conflicto colombiano: la tenencia de la tierra
‘El primer acuerdo es trascendental’
Darío Fajardo Montaña disertó sobre la guerra y la paz en el país
Ginna Tatiana Piragauta G. / Domingo 2 de junio de 2013
 

Darío Fajardo Montaña, antropólogo, experto en asuntos agrarios, profesor de la Universidad Nacional y represente de Colombia en la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), habló en exclusiva con LA NACIÓN del avance en la negociación que realizan desde La Habana las Farc y el Gobierno Nacional.

¿Por qué es importante el primer acuerdo entre el Gobierno Nacional y las Farc?

El país tiene que reconocer el acercamiento que se produjo entre el Gobierno Nacional y las Farc, porque se logró poner el tema agrario sobre la mesa. Es increíble, pero el país tuvo que atravesar una guerra para reconocer la importancia de la tierra.

Llegó el momento en que el tema agrario salga a la luz en medio de los horrores de la guerra. Este primer acuerdo es trascendental en los procesos de acercamientos, porque se logró recuperar el tema que había sido sistemáticamente encubierto, invisibilizado y se expuso con todos su componentes.

¿Eso qué implica?

Este tema es la entrada a un proceso de construcción de la paz. Es la tenencia de la tierra, el acompañamiento a los campesinos, la construcción de un nuevo modelo de desarrollo que resuelva las necesidades del país afincadas en el campo. Además, se reconoció la propuesta de las reservas campesinas que van mucho más allá de lo que los medios le han dejado ver al país.

En ese sentido, ¿qué son las Zonas de Reservas Campesina?

Son la posibilidad de que comencemos a construir un nuevo tipo de Estado incluyente, en donde los campesinos no tienen sólo la oportunidad de ser reconocidos, sino de exponer sus propuestas de desarrollo. A pesar que la vida rural ha sido destruida en el país, los campesinos siguen siendo un componente estratégico en la seguridad alimentaria de la Nación.

¿Y eso qué representa en la negociación?

Ese primer punto le hace justicia al agro. Sin embargo, hay que tener claridad que el país no puede exigirle a este proceso que resuelva todo. En la mesa se han puesto puntos con un costo altísimo. Sino es por los antecedentes del país, este tema habría seguido oculto. El valor inmenso que tiene este proceso es que se logró con sacrificios, con muchas situaciones negativas.

¿A qué se refiere exactamente?

Basta hacer un recorrido por la prensa para ver cómo se vilipendia al campesino, como un proceso sistemático de ocultamiento de la verdad. La guerra ha servido para ocultar situaciones pavorosas de la articulación que se ha presentado entre las formas de latifundio, características de nuestro país, con uno de los niveles más altos de concentración de la tierra, cercano al 0,85% en el Coeficiente Gini.

Mientras existe eso, se han generado formas de violencia que le dan apoyo y articulación a las empresas transnacionales. Esa situación se aclara en el momento en el que se profundice la problemática agraria colombiana.

¿Cuál es su análisis respecto a los opositores de este proceso?

La posesión de la tierra significa no solamente el control territorial, sino de sus habitantes. A través del sistema de apropiación latifundista, se arrincona a la gente y se reduce la realización personal. Es decir, cuando tenemos un país con cinco millones de desplazados significa que los dueños de la tierra generaron esa oferta de mano de obra que está en condiciones miserables, dispuestas a aceptar lo que le ofrezcan como relación laboral.

Además, con el control de la tierra se reduce la producción de alimentos en el país. Las alianzas con las transnacionales en la minería, en los subsuelos, en los mercados laborales, en la provisión del agua y en las relaciones políticas que se derivan del control de la guerra, es lo que ha ocasionado el conflicto.

A propósito, muchos parlamentarios se han opuesto a estos acuerdos. ¿Por qué?

Es muy sencillo. ¿Cuántas tierras tienen los parlamentarios en este país? Quienes se han beneficiado más de la apropiación de la tierra son quienes tienen el poder político. Basta mirar hacia atrás, en el gobierno pasado que representaba los intereses de los terratenientes y latifundistas, en donde un hermano del ex Presidente de la República es uno de los mayores beneficiados de los procesos de apropiación de tierra en el marco de la extranjerización que se está planteando en ese territorio de la mano de los herederos de Víctor Carranza y la Pacific Rubiales.

En ese sentido, ¿se ha estigmatizado la figura de las Zonas de Reserva Campesina?

Sí, muchos medios han servido como caja de resonancia de esos intereses. Uno entiende que incluso algunos parlamentarios se expresen erróneamente de las Zonas de Reserva Campesina porque esas personas son voceras de los intereses que han generado la pobreza en sus regiones y en el país, el desempleo, el arrinconamiento en el que está la población rural y la pérdida del control alimentario.

Muchos de los enemigos de las Zonas de Reserva Campesina son directamente beneficiados de los agentes transnacionales, de los grupos mafiosos que están detrás de la concentración de la propiedad, ya sea con dineros del narcotráfico o de la corrupción, como se ha destapado.

¿Como en qué casos?

Las articulaciones de los contratistas de la familia Nule en los más altos niveles del poder político nacional, muestra por ejemplo, ese contubernio responsable del robo de los recursos públicos o en muchos otros casos el empobrecimiento de la población y la destrucción de los ecosistemas, que no quieren que sus estructuras se toquen. Por eso son acérrimos enemigos de la posibilidad que los campesinos tengan tierras y vínculos de comunidad, porque el campesino aislado no puede hacer absolutamente nada.

¿Eso qué implica para la sociedad?

El campesino asilado es el socio perdedor en las alianzas con las grandes empresas. Prefieren que ese labriego sea el vendedor ambulante de las ciudades, el trabajador informal de las transnacionales, el encargado del microtráfico de las drogas o el que lleva a sus hijas a la prostitución o a sus hijos en mercenarios de la guerra.

Para los enemigos de este proceso, el campesino organizado es el peor enemigo porque tiene capacidad de respuesta, interlocución y discusión. Por eso se tienen que establecer los intereses que ellos defienden y porque lanzan esa cantidad de insultos y de consignas contra las Zonas de Reserva Campesina. Prefieren a los labriegos sometidos y subalimentados.