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Mujeres campesinas: una luz en el camino de la esperanza
Sandra Patricia Castro Marroquín / Lunes 10 de marzo de 2008
 

Hace algunos días celebramos el día de la mujer, celebración hija de la lucha de cientos de mujeres oprimidas que a través de la historia han levantado su voz de protesta en busca de sus derechos; hoy esta lucha se sigue dando cada vez en condiciones más difíciles por la estigmatización, persecución y represión, acompañada de otros objetivos y dentro de marcos organizativos más amplios, como es el caso del movimiento campesino.

No obstante, el modelo capitalista ha creado un tipo de mujer cosmopolita, vanidosa, consumista, etc., que invisibiliza a la mujer campesina trabajadora, que por causa de la desigualdad en la distribución de la riqueza no puede acceder a este estilo de vida. Sin embargo, desde mi opinión, este escenario tampoco dignifica las condiciones de vida de las mujeres ni nos pone en un lugar mejor dentro de la sociedad. Por otro lado, las relaciones de dominación son reproducidas sobre las mujeres, convirtiendo al machismo en un elemento común dentro de todo tipo de relaciones. Es así como el papel de la mujer ha sido limitado al espacio privado: las tareas domesticas, el cuidado de los niños, la reproducción, sin desconocer que estas también son actividades muy importantes, olvidando que nosotras también somos sujetos políticos e históricos y que nuestro aporte es importante para los procesos organizativos y las transformaciones sociales, como ya históricamente se ha vivido.

En el Magdalena Medio, muchas son las tareas que dentro del proceso organizativo han sido emprendidas por mujeres, tal es el caso de las huertas integrales comunitarias, las cuales tienen como eje fundamental fortalecer la lucha por la soberanía alimentaria de toda la comunidad, talleres de formación política y actividades productivas que se convierten en una alternativa a las “tareas históricas” (las actividades domesticas) que han sido asignadas a nuestro género, la vinculación a las formas de expresión cultural que también son una muestra de la resistencia de nuestros pueblos, además de ser las creadoras de la vida del proceso de resistencia que desde el Magdalena Medio y otros zonas del país se entablan cada día con más fuerza y ganas de vencer, y aunque por las circunstancias adversas hemos tenido que parar, esto nos permite poder reflexionar y crear nuevas formas de acción frente a la represión.

Sin embargo, por las condiciones de conflicto que atraviesa nuestro país, el estar inmersas en un proceso organizativo implica que asumamos un rol bastante doloroso, es el de madres, esposas, compañeras, hijas y hermanas de gran cantidad de hombres que en una lucha por sus ideales y utopías fueron silenciados por el terrorismo de estado, además de ser víctimas de agresiones sexuales por parte de los órganos de represión estatal. Es así como el dolor y el duelo también son sentimientos que por imposición hemos tenido que asumir pero que dentro de la organización se convierten en un arma más de lucha contra la impunidad y de búsqueda de transformaciones estructurales para nuestro país.

Así que el 8 de marzo también debe ser una fecha para reconocer el papel de la mujer en el conflicto y reflexionar sobre el mismo, las tareas que debemos emprender mujeres y hombres y el fortalecimiento de cada una de nuestras reivindicaciones y luchas de género dentro del movimiento campesino. De esta forma saludamos a todas las mujeres: esposas, hijas, hermanas de nuestro proceso, a quienes hoy sufren el encarcelamiento de sus compañeros, a quienes tienen que abandonar su tierra, a todas las mujeres que con su trabajo, resistencia y alegría iluminan el camino de la esperanza.