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Paro nacional agrario en Boyacá y Nariño
Horacio Duque Giraldo / Jueves 22 de agosto de 2013
 

La profundidad y potencia del paro nacional agrario y popular que se realiza en Colombia desde el pasado 19 de agosto se puede medir y seguir en la gigantesca movilización que cursa en dos departamentos históricos de la nación. Me refiero a Boyacá y Nariño.

El primero, en el centro del territorio, pegado a Bogotá, la capital del país. Con cerca de millón y medio de habitantes, distribuidos en 123 municipios y 13 provincias, es un departamento agrícola que produce papa y leche, en una economía de pequeños y medianos propietarios. Los Tratados de Libre Comercio han sido demoledores para miles de familias que hoy se encuentran en la miseria, desesperación y bancarrota. Es lo que explica la violenta y consciente reacción en el paro que en Boyacá ha significado el bloqueo de sus principales vías de acceso. Los labriegos han cerrado las carreteras con piedras y palos, en los municipios de Ventaquemada, Villa Pinzón, Tierra Negra, Ubaté, Chinquinquirá, Samacá, Moniquirá, Duitama y Sogamoso. Anoche la airada protesta se trasladó a Tunja, su Capital.

Lo significativo de lo que ocurre en esta región es que siempre ha sido catalogada de conservadora y tradicionalista. Pocos nos imaginábamos que la protesta social fuera a darse en las dimensiones de lo que está ocurriendo. De Boyacá sabíamos por las investigaciones sociológicas de Orlando Fals Borda sobre el minifundio y la precaria vida del campesino y por las investigaciones históricas de Javier Ocampo López, profesor de la Universidad de Tunja.

Ahora podemos registrar su enorme fuerza popular y su capacidad de lucha con un movimiento social que cobra envergadura en el marco de una de las jornadas populares más explosivas en la historia moderna de Colombia.

Nariño es otro departamento emblemático de nuestra cultura. Está en el sur del país, en la frontera con Ecuador. En él habitan casi dos millones de personas, en 64 municipios y 5 subregiones. Su pobreza es extrema, casi del 80%. La economía la hacen pequeños propietarios de una hectárea, que producen papa, cebada, trigo y leche, según la versión del actual gobernador Raul Delgado, en una exposición que le escuche recientemente en la Cumbre de gobernadores en Medellin, el 15 de agosto, donde dijo que no se opondría al paro agrario. Cumbre convocada por Santos y su Ministro Carrillo para conjurar y sabotear el paro agrario

Nariño también es víctima de una clase politiquera voraz y corrupta que se aprovecha de las regalías para amasar una descomunal fortuna mediante la contratación fraudulenta. Senadores y representantes santistas de ese departamento son una verdadera plaga y camarilla de hampones que despojan los recursos públicos, con el visto bueno del señor Juan Manuel Santos.

Las protestas y huelgas en el contexto del paro han sido gigantescas. 10 mil indígenas Ingas, Awá, Pastos y Quichacingas, junto a cientos de campesinos, bloquean carreteras y vías centrales, como las que conducen a Ecuador, exigiendo se atienda su pliego de justas demandas.

Boyacá y Nariño son nodos centrales de esta red de movimientos sociales que ha puesto en cuestión todo el andamiaje y la cartografía del Estado oligárquico que se va al suelo en este nuevo ciclo que vive Colombia a raíz de los diálogos de La Habana entre la guerrilla revolucionaria de las Farc y el régimen neoliberal y oligárquico del señor Santos.

El paro nacional agrario está mostrando la profundidad de la crisis social y política de nuestra sociedad y su Estado.

Crisis que exige de quienes la analizan y de las ciencias sociales nuevas formas de conocimiento.

Las formas como la clase dominante y sus seudo intelectuales, que acaban de publicar un superficial y amañado informe sobre la violencia (pagado con millones de pesos del presupuesto público), analizan la problemática social, las huelgas y el conflicto armado, son vetustas y sesgadas. Ayer lo vimos en un panel en la Universidad de los Andes con eminencias grises como Marcos Palacios, Rocío Londoño, Fernán Gonzáles y Ricardo Arango. Daban ganas de llorar con las tesis expuestas y muy bien remuneradas.

Hoy nosotros en el actual contexto insurgente también nos encontramos en una nueva episteme, en un nuevo campo formativo de la comprensión del conocimiento, de los saberes, del pensamiento. Estamos abandonando las disciplinas científicas desarrolladas durante los siglos XIX y XX, nos encontramos ante la evidencia de formas epistemológicas multidisciplinarias. Ahí se encuentran las teorías sistémicas, las teorías de la complejidad, las teorías del caos, las teorías nómadas, las teorías del sistema-mundo. Se trata de conformaciones epistemológicas articuladas e integrales en donde se ha roto la vieja división del trabajo, lo que exige movernos en múltiples niveles a la vez para entender situaciones como la del paro nacional agrario y sus materialidades concretas como las de Boyacá y Nariño.

El tema son las multiplicidades sociales que nos estamos encontrando y para acercarse a ellas es indispensable un pensamiento pluralista, un pensamiento que tenga en mente la pluralidad, una episteme, un paradigma que tenga como problemática la pluralidad y diversidad del entramado social. El pensamiento pluralista frente al pensamiento homogéneo o, mas bien, un pensamiento que se construye en otro horizonte de visibilidad, en otro horizonte de decibilidad, en otro haz de relaciones fundamentales, un horizonte que descubra la vida en toda su complejidad, vitalidad, dinámica molecular, genética, fenotípica, con todas sus interrelaciones, interacciones, integraciones y desplazamientos, con toda la riqueza proliferante de la vida.

De lo que se trata, en este caso, es de devolver la vida a la vida, arrancarla del pensamiento abstracto, pedante, sistémico, atrapado en la rigidez de los racionalismos teleológicos neoliberales, homogeneizantes, esquemáticos: por lo tanto liberar al mismo pensamiento, dejar que siga su propia potencialidad y creatividad inmanente a la vida, trascendente a la vida.

Hablamos de un pensamiento vivo a propósito de la poderosa insurgencia plebeya que marca la coyuntura histórica y que el "régimen de verdad" oficialista pretende descalificar con discursos y seudo análisis llenos de mediocridad y falsedades conceptuales.

Sigue el paro y se visibilizan nuevas explosiones en Caquetá, Meta, Santander, Putumayo, Atlántico, Cauca, Valle y Tolima. Vienen las gigantescas acciones estudiantiles de los universitarios. La Marcha Patriótica jalona el proceso con su liderazgo juvenil desclientelizado.

Por ahora, la CUT parece haber sido desbordada por el levantamiento campesino. Esta inmersa en la reyerta burocrática, donde unos supuestos líderes agrarios independientes, plagados de verborrea seudorevolucionaria, terminaron en repugnantes componendas con el campo paramilitar infiltrado en la Central.

La Ceja, 22 de agosto de 2013