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La rebelión de los “vándalos”
Dairo Ruiz / Domingo 8 de septiembre de 2013
 

De nuevo Santos y el Uribato arremeten contra el pueblo; hoy son vándalos, ayer narco-terroristas, bandidos y comunistas, MENTIRAS; pero lo que sí es cierto, es que los campesinos están reclamando como movimiento popular un nuevo país; y exigiendo diálogo en condiciones de respeto, de dignidad; para que se termine la concentración de la propiedad, de la riqueza, de la producción, y de las áreas fundamentales de las exportaciones cafetaleras, cebolleras, paperas entre otras, o de la propiedad de la tierra, o el acceso a la salud , la educación y/o a los medios de comunicación hoy en manos de las pocas familias que gobiernan el país.

El estado y sus verdaderos vándalos son los paramilitares y/o las Bacrim; también lo son los verdaderos grupos monopólicos nativos y extranjeros, responsables de la guerra, creadores del TLC, y de la centralización y concentración del capital y la producción, que no son resultado del desarrollo nacional de las fuerzas productivas, sino de la recolonización de la que el país es objeto.

A quienes el estado terrorista continúa llamando bandoleros, o desadaptados sociales, son nada más ni menos que el movimiento campesino y popular, el mismo que desde hace 60 años reclama justicia social y paz, pero para resolver las ya profundas contradicciones estructurales que hoy intensifican la expoliación y pauperización de las grandes masas oprimidas, que se debaten en la miseria más denigrante y una mayor dominación económica, política, social, cultural y militar del país.

Estas mayorías en extrema pobreza; y con un campo dominado por el terror del Estado; la agroindustria y el latifundio, emergen nuevamente y desde las más diversas formas de resistencia popular; tienen un proyecto nacional propio, al que el estado responde con las recicladas bandas de sicarios que operan en planes conjuntos con el ejército y la policía; renovando ante la protesta popular, sus periódicos pactos criminales.

Para Santos y el uribato, el movimiento campesino debe ser derrotado, y los “acuerdos” que se tomen hay que prolongarlos o desconocerlos en el tiempo; hay que administrar la crisis, mientras, ésta se profundizará, así como el creciente deterioro de las instituciones del Estado; crecerá su desprestigio y aislamiento nacional e internacional; y su paz será respondida por un poderoso y unitario movimiento democrático y revolucionario.