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Un asunto de voluntad
Semanario Voz / Miércoles 23 de octubre de 2013
 
Foto: The Real Estreya via photopin cc

El miércoles 23 de octubre, cuando entre en circulación esta edición del semanario VOZ, comienza la 16 ronda de la Mesa de La Habana, dedicada al segundo tema de la agenda: la participación política, hasta ahora no terminado porque los voceros gubernamentales objetan aspectos esenciales del Estatuto de la Oposición, del acceso a los medios de comunicación y de las garantías políticas para las FARC. Sin que contemplen, por ejemplo, las reformas políticas esenciales que fortalezcan la democracia y creen las condiciones de igualdad para que todos los partidos y movimientos políticos actúen en plano de igualdad en el escenario electoral y en la vida nacional.

El Gobierno, prevalido de su arrogancia triunfalista, considera que la guerrilla está derrotada y por ende que son innecesarias las reformas institucionales que le pongan fin al conflicto, superando causas remotas y recientes del mismo. Son los cambios positivos los que le dan contenido a la paz con democracia y justicia social. Creer que se puede insistir en la derrota del adversario es una actitud terca, nada compatible con la realidad, que solo prolonga el conflicto de manera indefinida. En el fondo es la concesión del gobierno de Santos a los sectores militaristas y guerreristas que actúan en contra de la paz desde dentro y fuera del gobierno.

La crisis de las últimas semanas fue superada aunque todavía hay tensión y desconfianza entre las partes. La amenaza inmediata de patear la mesa se alejó pero no está desaparecida. No cabe la menor duda de que cuando el Gobierno crea que la ruptura es favorable a la reelección ella será inevitable. Es el “realismo electoral” en las toldas oficiales.

El Gobierno, desde que comenzó la fase pública de la Mesa de La Habana, esgrimió los tiempos fatales y la paz exprés. Colocó el bien supremo de la reconciliación nacional en función de las ambiciones electorales; la paz fue convertida en rehén de la Mesa de La Habana.

Y por ahí no es el camino. El acuerdo para la paz estable y duradera exige cambios políticos, sociales y económicos para erradicar las causas del conflicto, de lo contrario será la paz romana, la paz de los sepulcros. La crisis social del país revela que el desorden institucional es enorme y que son muchas las deudas del Estado con los sectores populares.

Son 200 años de abandono desde el poder central, años y años en que un pequeño círculo plutocrático se apoderó del poder para beneficio de una pequeña clase dominante. La democracia resultó una caricatura y la realidad social un enorme abismo o brecha entre unos pocos ricos y demasiados pobres. Son diferencias y deformaciones sociales que no han podido zanjarse porque el pequeño grupo dominante impuso su voluntad a sangre y fuego. Como lo quiere hacer todavía cuando enfrenta la resistencia y la movilización popular en estos días.

Sin embargo, hay condiciones para avanzar en el acuerdo político si hay la voluntad política de las partes. Si además de voluntad de paz, existe voluntad de cambio. Por lo menos, en los últimos días, el presidente Juan Manuel Santos por primera vez hizo pronunciamientos en defensa del proceso de paz, reconoció que será difícil terminar en noviembre su fecha fatal cuando debe decidir si va o no a la reelección y echó atrás la alternativa de suspender el diálogo mientras está en marcha la campaña electoral.

No obstante, en el país suenan los tambores de guerra por aquello de dialogar en medio de la confrontación armada. Se requieren acuerdos humanitarios, cese de fuego bilateral y reconocer el derecho de las dos partes para decidir de consenso la naturaleza concreta de lo pactado.

El pueblo debe pronunciarse. Es el Constituyente primario el que debe refrendar los acuerdos en la Asamblea Nacional Constituyente y el factor determinante en la aprobación de los acuerdos. Por consiguiente, es el que debe movilizarse en defensa de la paz, para exigir que no se rompa la Mesa de La Habana y que de una vez por todas comience el diálogo con el ELN.

No más dilaciones gubernamentales, que le enciende una vela a Dios y otra al diablo. Dice que tiene la llave de la paz pero a ratos parece perdida. Hay que ir con decisión a la manifestación de las mujeres por la Paz, a la Cumbre agraria y popular y a otro enorme despliegue de fuerza en favor del diálogo como lo hubo el 9 de abril del presente año. Las organizaciones democráticas, populares y sociales tienen la palabra.