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Debate
Lo que va de la coca a la cocaína
María Mercedes Moreno / Lunes 2 de diciembre de 2013
 

Dado el acecho de los halcones, es comprensible que, en aras de la terminación del conflicto interno, los negociadores en La Habana estén maniatados para no tratar el tema del narcotráfico como se requiere. No obstante, no deja de ser preocupante que, por la obligación de ambas partes de “soslayar” el eje real del conflicto —el narcotráfico y su corrupción—, la línea de base de las negociaciones de drogas transite hacia una negociación entre “un país sin coca” o “un país sin cocaína”. Es imperativo entrar a medir las repercusiones nacionales y para nuestros vecinos de dar este giro a los acuerdos.

Las drogas, si no han desparecido tras cien años de persecución moral, penal y militarizada, no van a desparecer porque en La Habana así lo definan. Las plantas y sustancias psicoactivas hay que regularlas, no seguir negándolas so riesgo de que la prometida “solución al problema de las drogas ilícitas” se quede corta y en el papel. La coca ciertamente tiene numerables usos pero la cocaína es uno de ellos y millones de personas la consumen, gústenos o no. Mientras en Colombia permitamos que el cultivo y producción para los usos medicinales y recreativos de la cocaína siga siendo ilícito, el riesgo del tráfico seguirá pesando sobre la coca con fines alternativos. La cocaína hay que regularla, para muchos puede significar la diferencia entre un sufrimiento agudo o una cirugía y enfermedad terminal menos dolorosa. Las carencias de drogas paliativas para los enfermos terminales y cirugías son dramáticamente agudas en los países más necesitados, esta carencia se debe entre otras a los controles que sufren por ser catalogados de países productores de drogas.

Sería lamentable que desaprovecháramos esta oportunidad única para reconocer no sólo los derechos de nuestros pueblos al alivio del dolor e incluso el derecho natural a la búsqueda del placer, sino nuestra obligación de no promover soluciones que pudiesen trasladar a nuestros vecinos el dilema de cómo no surtir el innegable mercado de cocaína con el precio de sangre y fuego o apoyo a los intereses de sus industrias farmacéuticas que piden los halcones. En junio del 2013, la Academia Americana de Otolaringología-cirugía de cráneo y nuca confirmó su apreciación según la cual considera que la cocaína es un valioso anestésico y agente vasoconstrictor cuando es utilizado por tratamiento médico. “Ninguna otra droga combina las propiedades anestésicas y vasoconstrictoras de la cocaína”. Esa cocaína se produce en algún lado. Por ahora, se produce con coca de los países andinos y, aunque la sustitución de la cocaína medicinal por analgésicos fabricados por multinacionales farmacéuticas ha sido uno de los “éxitos” colaterales de la guerra de la droga, los varios productos farmacéuticos de sustitución (dichos de desintoxicación o inhibición al uso recreativo) no han tenido la misma suerte. Se estima, al azar como con todo lo relativo a las drogas, que en el mundo 13 millones de ciudadanos consumen cocaína recreativamente, y no se puede negar el papel que ha jugado la demonización-represión de la cocaína en el aumento de consumo de sustancias con mayores riesgos y consumo problemático.

Es increíble que, con todo lo que ha sufrido Colombia y lo que actualmente sufren nuestros países hermanos a cuenta del tráfico ilegal de drogas y que mientras informes y revistas, incluso The Economist y Time Magazine , sacan a relucir que la expansión descontrolada de la coca se subsana con alternativas con coca y a la pobreza y que, incluso la supuesta “temible y degeneradora” cocaína, puede ser algo casual y de un día y por gusto y no adicción, los colombianos nos amedrentemos ante esta oportunidad histórica para asumir la responsabilidad que nos compete de buscar fórmulas fundamentadas en la ciencia y la experiencia para enfocar tanto la coca como la cocaína para comenzar a salir del “problema de las drogas” que, al final de la historia, no es otro que la negación política que ha dejado el mundo del consumo, cultivo y producción y comercio de SPA por cuenta de un tráfico ajeno a la ley.

La dicotomía de drogas no es entre coca y cocaína. Es entre regular todas las plantas y drogas psicoactivas con ciencia o aceptar unas y dejar el resto para que el narcotráfico siga haciéndolas suyas. Tampoco podemos ignorar que lo que se negocie en La Habana en asunto de drogas posiblemente quede consignado en un nuevo Estatuto Nacional de Estupefacientes que puede no ser viable o ser un nuevo foco de conflicto y corrupción si no se ajusta a la realidad y la época.

Notas:

1. http://www.entnet.org/Practice/policyMedicalUseCocaine.cfm

2. http://www.economist.com/node/17961902

3. http://ideas.time.com/2013/11/21/trey-radel-scandal-whats-so-bad-about-casual-drug-use/