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Custodiando la semilla nativa
Personas dedicadas a sembrar, conservar e intercambiar semillas se reunieron en la capital del pueblo arhuaco para establecer una red de custodios que garantice la conservación de esta práctica agrícola tradicional
Ana María Luzardo Ocampo / Lunes 3 de febrero de 2014
 

La celebración del solsticio de invierno en Nabusimake, Sierra Nevada de Santa Marta, adquirió una relevancia particular con la presencia de custodios de semillas nacionales e internacionales que tenían un objetivo en común: seguir preservando la semilla nativa a través de los cultivos agroecológicos y el intercambio de semilla de papa, fríjol, maíz, entre otros alimentos característicos del territorio colombiano.

Durante los días 19, 20 y 21 de diciembre del 2013 el pueblo arhuaco recibió a visitantes provenientes de México, Francia, Brasil y la región caribe, pacífico, andina, amazónica y catatumbo interesados en socializar iniciativas comunitarias, que además de beneficiar a un número considerable de familias campesinas e indígenas, buscan conservar las tradiciones que existen alrededor de la siembra de semillas criollas.

Palabras en francés, portugués y español que luego eran traducidas a arhuaco amenizaron este encuentro sin precedentes y le hablaron al mundo sobre la importancia de retornar al origen, desde un lugar considerado como el corazón de la tierra.

Kokopelli: custodiando semillas desde la ilegalidad

En Francia, la cuna de la declaración universal de los derechos del hombre y del ciudadano, la asociación Kokopelli se dedica desde hace más de 10 años a promover la conservación de la semilla nativa, a pesar de las leyes que existen para restringir esta práctica milenaria entre las comunidades.

Desde 1949 los agricultores franceses están obligados a comprar únicamente las semillas registradas en el catálogo nacional de semillas, que a través de un decreto que considera ilegal la comercialización de semillas que no estén incluidas en este documento, les entrega a los grandes productores el poder de apropiarse de las semillas y aniquilar todo tipo de actividades relacionadas con el intercambio.

Como un ejemplo de desobediencia civil no violenta, Kokopelli dona semillas orgánicas de variedades tradicionales a gremios campesinos y comunidades indígenas no sólo en Francia sino también en países como India, Costa Rica y Perú para crear bancos comunitarios de semillas, redes de conservación de semillas y grupos de producción de semillas orgánicas. A través de estos, los pequeños productores garantizan su subsistencia y la memoria colectiva presente en los aspectos culturales que determinan la agricultura ancestral.

“Hace 20 años estamos desobedeciendo porque la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV) y su tratado nació más o menos en los años sesenta, y aunque hubo modificaciones –de hecho la versión de 1991 es mucho peor- es una realidad que nosotros venimos ilegalmente reproduciendo semillas de tomate, lechuga, berenjena, chile, entre otros, que son el patrimonio de nuestros abuelos”, afirmó Eric Semeillon, director de Kokopelli en Costa Rica.

La exposición de Semeillon cargada de motivos para fomentar la creación de cultivos agroecológicos, que se caracterizan según expertos por imitar el funcionamiento de los ecosistemas naturales como el bosque nativo que no necesita fertilizarse ni regarse y que no presenta plagas debido a que vive en sincronía con la biodiversidad que lo rodea, son algunas de las estrategias propuestas en el encuentro para regresarle al campesino su derecho a sembrar.
Por otro lado, Andrés Guzmán –fundador del movimiento de creativos Alteróptica -– asistió al encuentro para dar a conocer una propuesta en la que el arte multimedial se convierte en un recurso de vanguardia que no sólo es puesto al servicio de las multinacionales sino también a disposición de las movilizaciones que según él le dan claridad a la humanidad. Guzmán expresó: “Estamos aquí para promover que la creatividad esté al servicio de la originalidad. La biodiversidad y la diversidad cultural de nuestro país son insumos suficientes para crear una matriz estética que relate la vida y genere otra posibilidad de economía, una distinta al extractivismo”.

Los centros de domesticación como opción para la conservación

Similar a Kokopelli, el objetivo de Vladimir Noreira y el equipo que conforma la red de semillas brasilera Bionatur –con presencia en Río Grande do Sul, Santa Catarina, Paraná y Minas Gerais– es cambiar el ‘agronegocio’ por el agroecológico a través de bancos de semillas que sean propiedad de los agricultores.

Describiendo la relación amigable que existe entre la agroecología y el agua, la comunidad arhuaca y kogui, los representantes de las comunidades indígenas Emberá, los líderes de las ecoaldeas, entre otros asistentes comprendieron por qué –según Noreira– la agricultura tradicional no es sostenible: “desperdicio de agua en casi un 72 por ciento, pérdida de la diversidad genética, contaminación del medio ambiente y dependencia de insumos externos convierten a la agricultura con agrotóxicos y transgénicos en un proceso que no es acorde con el llamado de la madre tierra de cuidar la vida”.

Además de respaldar la domesticación de semillas, una actividad que finalizada la era glacial representó el origen de la agricultura, Bionatur destaca el valor gastronómico, cultural y ancestral que encierra el proceso de sembrar, recoger, seleccionar, intercambiar semillas y preparar los alimentos, promoviendo que este sea considerado como patrimonio cultural de la humanidad.

Los centros de domesticación de semillas, como espacios de conservación en donde los agricultores albergan el conocimiento sobre los cambios que experimenta la semilla de acuerdo a los pisos térmicos, las características del terreno, los ciclos del sol y de la luna, el riego, entre otros cuidados, representan para los asistentes al encuentro un legado histórico para la supervivencia de la especie.

¿Hay suficiente tierra para sembrar?

Diana Salazar –representante del resguardo indígena Emberá Cañamomo Lomaprieta del municipio de Rio Sucio (Caldas)– expuso ante los asistentes el proceso que lleva a cabo esta comunidad para conservar 600 variedades de fríjol desde el año 2009.

Sin embargo, pese a los esfuerzos de los líderes interesados en aportar al mejoramiento de la calidad de vida de los Emberá en esta región del país, factores como la tenencia de la tierra amenaza la sostenibilidad del proyecto. De acuerdo con Salazar, “somos 23.860 habitantes para tan solo 4.860 hectáreas de tierra, aproximadamente. Con el proceso de reestructuración de los resguardos coloniales, el gobierno pretende convertirnos en globos donde acá podemos estar, pero allá no. Le hemos solicitado a los terratenientes de la zona que nos permitan sembrar y estos se han negado, a pesar de estar habitando un territorio que en el fondo no les pertenece. La tasa de natalidad aumenta pero la tierra no, y en diez años no vamos a tener donde vivir”.

Por esto, hechos históricos como la recuperación pacífica de la Finca Mendeval en marzo del 2007, ubicada en el municipio de Supía (Caldas) y destinada hoy en día a la siembra de semillas criollas, recobró un espacio en donde lo importante –señaló Salazar– es hacer agricultura con espiritualidad y conservar el nombramiento que recibieron en el año 2012 como territorio libre de transgénicos.

Un caso parecido es el esfuerzo que llevan a cabo los campesinos del Catatumbo para lograr que el gobierno nacional decrete este territorio como zona de reserva campesina (ZRC). Según César Jerez, líder campesino de la zona, esta categoría es fundamental para sembrar semillas libres de agroquímicos y seguir luchando por un modelo propio de soberanía alimentaria.

Otras alternativas para reestablecer orden natural

Ati Quigua, líder indígena de origen arhuaco y promotora del Referendo por los Derechos de la Naturaleza, hizo presencia en el encuentro como integrante activa de la comunidad y representante de SÉ, la ley de origen o la ley del orden natural en las elecciones al senado que se avecinan.

Esta visión del pueblo arhuaco, que habla de vivir en armonía con los ciclos y procesos vitales de la tierra quiere ser masificada a través de dos objetivos claros: el nombramiento de la Sierra Nevada de Santa Marta como territorio libre de transgénicos y en segundo lugar, pero no menos importante, la ejecución de la Declaración del Primer Encuentro Mundial de Custodios de Semillas que resume los tres días de trabajo en Nabusimake.

En este documento, los asistentes al encuentro expresaron su rechazo frente a la criminalización de las semillas nativas y de los campesinos e indígenas que las cultivan por parte del artículo 306 del código penal y la inclusión de Colombia dentro del UPOV91, sustentado en el Congreso de la República a través de la ley 1518 de abril de 2012¬; y la liberación comercial de semillas genéticamente modificadas en Colombia, tal y como ocurrió con el algodón transgénico BT de la firma Monsanto que contó con el visto bueno de las mesas técnicas del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamente y Alimentos (Invima) y del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) en el año 2002.

Con relación a lo anterior, Ati Quigua comentó “Es hora de que seamos reconocidos de cerca, a pesar de que llevamos siglos trabajando en la activación de los puntos sagrados del territorio que guardan las enseñanzas de nuestros antepasados sobre el cuidado de la semilla. Como ejercicio político, es fundamental restaurar la relación fundante de nuestra identidad con la madre tierra desde el Senado de la República”.

Del 19 al 21 de enero, Quigua se reunirá en Costa Rica con una de las defensoras de la semilla nativa más reconocidas a nivel mundial –la eco activista india Vandana Shiva– para intercambiar conocimientos y experiencias alrededor del tema.