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Gobierno de Gran Bretaña hace negocios con Colombia a pesar de abusos de derechos humanos
Candidatos, políticos y sindicalistas están en listas de sicarios paramilitares en Colombia, pero los ministros británicos hablan solo de oportunidades comerciales
Ellie Mae O’Hagan / Martes 4 de febrero de 2014
 

En la tarde de ayer Nick Clegg (Vice Primer Ministro) se estaba dirigiendo a un seminario titulado ‘El comercio es Buenísimo en Bogotá’ como parte de la más grande delegación comercial británica a Colombia. Estaba acompañado de representantes de más de 40 empresas, incluyendo HSBC, Rolls-Royce y Shell, además de delegados de las universidades de Dundee, Edimburgo y Warwick.

Mientras Clegg les estaba contando a los delegados que estaba muy contento por estar ahí, yo estaba leyendo el comunicado de una célula paramilitar colombiana que me fue enviado por activistas que conocí durante una visita a Colombia en julio pasado. Decía: “Ya nos dieron la orden explícita y perentoria para neutralizar a los candidatos de la unión patriótica UP al [s]enado y cámara de todo el país”

La Unión Patriótica es un partido político que acaba de reagruparse tras haber sufrido el asesinato de más de 3,000 activistas por paramilitares y militares en los 80 y 90, incluyendo a dos candidatos presidenciales. El comunicado también contiene nombres de líderes de la Marcha Patriótica, un movimiento de base emergente en el país. La mayoría de los dirigentes de la Marcha Patriótica son activistas en organizaciones de sociedad civil tales como sindicatos, grupos comunitarios, e universitarios. El comunicado ofrece recompensas que dependen de la importancia dada a cada objetivo: los candidatos políticos de la UP valen COP 50 millones, líderes regionales de la Marcha Patriótica valen entre 20 millones y 35 millones. Un amigo mío, el dirigente estudiantil David Flórez estaba entre los enumerados.

Mientras Clegg está en Colombia, el no se reunirá con los candidatos políticos o activistas que ahora son objetivos. No visitara la cárcel de La Picota donde activistas Huber Ballesteros y Francisco Toloza están languideciendo en condiciones inmundas acusados de ‘rebelión’. El itinerario de Clegg es sorprendente ya que menos de dos semanas atrás, Hugo Swire, el ministro de estado en el Foreign and Commonwealth Office [Ministerio de relaciones exteriores] dijo “Simplemente no es el caso que nos damos vuelta y apartamos la vista de lo que consideramos violaciones de derechos humanos en Colombia.”

Como el gobierno del Reino Unido no aparta la vista de las violaciones de derechos humanos quizás ahora nos explicara el informe de un periódico colombiano, El Espectador el 20 de enero, que afirmaba que el parlamentario Andrew Murrison (Ministero del Ministerio de Defensa) visitó a Cartagena para hablar de, entre otras cosas ‘entrenamiento especializado’ para las fuerzas armadas colombianas. Curiosamente este detalle en particular estaba ausente de la nota de prensa del gobierno británico sobre la misma reunión.”

Aquellos que toman solo un interés somero en la política colombiana podrían pensar que esto toma lugar en el contexto de un estado acosado que previene que ejércitos de Pablo Escobares acumulen montanas de cocaína. Ese no es el caso. Los origines de la guerra civil colombiana (que sigue en plena marcha) están en la tierra y en el deseo de empresas multinacionales de explotar sus recursos, a pesar del hecho de que hay campesinos que ya viven allí. Mariela Kohon, directora de la ONG Justice for Colombia dice “Hay una correlación entre la militarización de una región rica en recursos, el incremento de la actividad paramilitar y la llegada de las empresas multinacionales. Estos factores van de la mano con un incremento en los abusos de derechos humanos tales como el desplazamiento forzado de campesinos del lugar.” Colombia ahora tiene cerca de 5 millones de desplazados, más que cualquier otro país del mundo. ”

De acuerdo con el informe 2012 de la ONU, cerca de 20 mil personas han sido ‘desaparecidos’ en Colombia por paramilitares derechistas. El gobierno presenta a estos paramilitares como bandas criminales que operan separados del estado, pero cuando yo conocí gente viviendo en el departamento sur-occidental de Cauca, ellos me contaron como paramilitares y el ejército se tomaron la cancha de futbol de la comunidad y jugaron un partido. En 2006, luego de una supuesta desmovilización paramilitar, Amnistía Internacional dijo “Hay fuerte evidencia de que vínculos entre paramilitares y las fuerzas de seguridad siguen.”

Es notable que el Reino Unido siga tratando a Colombia como si fuera un país normal. Hace dos semanas William Hague (Canciller) habló de niños desplazados diciendo “es horrorizante imaginar cómo debe ser la vida para estos niños, siendo testigos de violencia y muerta a diario, y soportando trauma, desnutrición, enfermedad y educación estrellada.” Pero el estaba hablando de Siria, no sobre Colombia. Para una declaración sobre Colombia ahora miremos a Hugo Swire de nuevo: “Estamos trabajando con la industria del Reino Unido y con el gobierno colombiano para asegurar que empresas británicos estén en una posición fuerte para ganar contratos. No pedimos disculpa alguna por eso.” No estoy sugiriendo que las situaciones de Colombia y Siria son iguales, ni que William Hague no debiera haber subrayado el sufrimiento de los niños desplazados sirios, pero existe un claro contraste en la actitud hacia los dos países que debe ser debidamente explicado antes de que el vice primer ministro arregle una delegación comercial.

Estaré siguiendo de cerca al resto de la visita de Nick Clegg a Colombia. Espero que vea los barrios marginales de Cartagena o los campesinos de Catatumbo. Probablemente el estará sentado en hoteles caros en la capital del país, haciéndole caso a las palabras de su compañero de viaje Lore Livingstone: “Mucho más queda por hacer para asegurar que empresas británicas puedan beneficiarse de las enormes oportunidades que estos mercados ofrecen.” A solo unos kilómetros activistas estarán trabajando en oficinas sindicales blindadas que los protegen de las recompensas que acaban de ser ofrecidas por sus vidas.