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Debate
Se abrió proceso constituyente en Colombia
Fernando Dorado / Domingo 30 de marzo de 2014
 

El golpe de Estado contra la democracia – contra Petro y los bogotanos –, desencadenó la apertura de un proceso constituyente en Colombia. No será igual al de 1991. No va a girar en torno a la Paz concertada. El proceso va a desbordar los limitados acuerdos de La Habana. Será "desde abajo", irá de frente contra el neoliberalismo y el proletariado del siglo XXI será su principal protagonista. Lo encabezarán inicialmente los jóvenes proletarios de las ciudades, lo profundizarán los campesinos pobres (indios, afros y mestizos) y lo concluirá el grueso de los trabajadores de la Nación. El proceso recién se abre dinamizado por Petro. Serán varios años de aguda lucha de clases en los que la Democracia Directa se enfrenta a la moribunda democracia representativa. La organización y la movilización lo definirán todo.

Se desencadena el Proceso Constituyente

A pesar que las FARC venía planteando la propuesta de convocar una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) como método para refrendar los acuerdos que se firmen en La Habana, el proceso constituyente no arrancaba entre la opinión pública. El rechazo general a la insurgencia, los límites impuestos por el gobierno a los diálogos (“no está en juego el modelo político y económico”) y la certeza de que una convocatoria de la ANC sería monopolizada por las fuerzas de derecha, hacían que dicha propuesta no se contemplara como viable y oportuna.

Sin embargo, el acumulado de luchas populares desarrollado en los últimos años (lucha contra los TLC, contra la entrega de nuestros recursos naturales al capital transnacional, al modelo minero-energético de despojo, al arrasamiento extractivista del medio ambiente, a la tercerización laboral, a la privatización de la educación y la salud, a la privatización de los servicios públicos, por reforma agraria democrática, etc.) y la agudización de la crisis de la democracia representativa – que tiene como colofón el “incidente Petro” –, han liberado las fuerzas reprimidas en el seno del pueblo y colocado en la escena política el Proceso Constituyente.

El fracaso de la izquierda en las elecciones de marzo/2014 llevó a la oligarquía a envalentonarse y a destituir e inhabilitar a Petro por 15 años. Así, desconoció el pacto de clases de 1991 y tiró la Constitución a la basura. Es la oficialización del proceso paulatino de negación y desmonte de los aspectos “progresistas” de esa carta política. Todo ello demuestra fehacientemente que las clases dominantes no están dispuestas a ceder en lo más mínimo a las pretensiones populares. Nos coloca en la tarea impostergable de enfrentar y derrotar nítidamente todo el régimen neoliberal y preparar fuerzas para ir más allá.

No será igual a 1991

Este proceso constituyente no cuenta con la aceptación del establecimiento oficial. Acudir al constituyente primario – al pueblo – no hace parte de la agenda de la burguesía transnacionalizada. A lo sumo aceptan convocar un referendo refrendatorio de los acuerdos con la insurgencia y aprobar en el Congreso algunas reformas constitucionales para reforzar su poder, aprobar algunos aspectos relacionados con la justicia y legitimar su “nueva apertura democrática”, como parte de la estrategia de cooptar (y domesticar) a una parte del movimiento campesino (colonos de zonas marginales).

Por ello este “Proceso Constituyente” no será igual al de 1991. En aquella ocasión la oligarquía aprovechó la coyuntura de los acuerdos de Paz con los movimientos guerrilleros M-19, Quintín Lame, PRT y EPL, para vender la idea de una “apertura democrática” a la sombra de la cual impulsaron todo el paquete neoliberal: apertura económica, privatizaciones, entrega de nuestras riquezas al gran capital, despojo y desplazamiento de la población del campo rural, y violencia paramilitar a todo granel.

Ahora el Proceso Constituyente va más allá del simple cambio de letra de la Constitución. Se trata de ir al constituyente primario para organizarlo y convertirlo en “Fuente de Poder” – Democracia Directa – no sólo para consultarlo sobre el contenido de la carta política, sino para que sea protagonista real del cambio en la correlación de fuerzas. Eso ya se está haciendo, un poco inconsciente y desarticuladamente, pero ya existen los gérmenes y simientes. El Congreso de los Pueblos, las Constituyentes por la Paz de Marcha Patriótica, la consulta del municipio de Las Piedras, los movimientos de Santurbán, Ituango, El Quimbo y La Colosa, los paros cafetero, agrario, minero, transportador, la Minga indígena, la lucha estudiantil y por la salud pública, los cacerolazos de solidaridad con el Paro Agrario y las movilizaciones proletarias juveniles que ha dinamizado Petro, son muestras de ese proceso que hay que generalizar, organizar y articular en todo el territorio nacional al calor del Proceso Constituyente.

El proceso de 1991 fue empujado y canalizado por la burguesía en camino de transnacionalización, que había acumulado grandes recursos provenientes del narcotráfico y necesitaba crear condiciones legales y de mercado abierto para fortalecer su alianza con empresas transnacionales. Hoy esa burguesía transnacionalizada no necesita grandes reformas, sólo está interesada en retocar su Constitución para engañar, para desmovilizar a un sector de los campesinos y para implementar la 2ª fase de neoliberalismo. Esa es su apuesta.

Además, el actual Proceso Constituyente – aún antes de arrancar – ya desbordó los diálogos de La Habana. El movimiento popular agrario demostró durante 2013 que su lucha va más allá de los acuerdos entre la insurgencia y el gobierno. La guerrilla ya hizo lo que tenía que hacer. Aceptó las condiciones del gobierno (“no está en discusión el modelo”), y tal vez, sin proponérselo, colocó el terreno de la disputa política en el movimiento popular, en la lucha civil y civilista por la transformación estructural de nuestro país. De esa manera, la conquista de la verdadera Paz quedó supeditada a la derrota del régimen neoliberal.

Los nuevos protagonistas del Proceso Constituyente

Desde el año 2008 entraron en escena los nuevos protagonistas del proceso constituyente que se ha desencadenado. Los proletarios de la caña de azúcar – mal llamados “corteros de caña” – se pusieron a la cabeza de la lucha contra la tercerización laboral levantando la consigna de la lucha contra las Cooperativas de Trabajo Asociado en medio de un histórico paro que duró 2 meses. Más adelante los nuevos trabajadores petroleros tercerizados (Puerto Gaitán y otras zonas) han sido actores de importantes movilizaciones contra el poder de Pacific Rubiales y Ecopetrol, aliados en santa alianza contra los trabajadores.

Durante este mismo período otro proletariado en formación se ha hecho presente en las luchas populares buscando su sitio en la sociedad. Los moto-taxistas y vendedores ambulantes han sido actores de primer nivel en las luchas populares de todas las ciudades, por el derecho al trabajo y al espacio público, por regulaciones estatales para permitirles su labor, contra la discriminación y el tratamiento de guerra que sufren en forma inmisericorde en el día a día de la lucha por sobrevivir. Son cientos de miles de campesinos pobres desplazados y proletarizados que desnudan con su lucha las lacras de un modelo capitalista que no puede ofrecer condiciones de vida digna a los trabajadores y a los pobres.

Pero el salto cualitativo – todavía incipiente – de la lucha proletaria la han dado los jóvenes de las ciudades, estudiantes, profesionales y técnicos con cierto nivel cultural, que se han dado cuenta que su futuro es incierto y que dentro del régimen capitalista no tienen futuro. La “ola amarilla” (Polo, 2006) y la “ola verde” (Verdes, 2010) ya tenían la semilla de ese fenómeno. El paro estudiantil de 2011 fue parte de ese proceso. Pero los cacerolazos en solidaridad con el Paro Agrario y las movilizaciones de respaldo al gobierno de Petro, son una demostración del despertar de la juventud proletaria de las ciudades, de un proletariado “precariado”, precarizado, tercerizado, desempleado, que está en rápida formación y que – al no poderse organizar gremialmente – se expresa directamente frente al Estado y la sociedad, asumiendo temporalmente formas culturales y lúdicas (teatro, música, raperos, hip hop, ambientalistas, animalistas, dignidad diversa, etc.), pero que ya dejan ver su potencialidad hacia el futuro.

Los campesinos pobres (indios, mestizos y afros) son otros protagonistas de importancia. Han sido el motor de la lucha social en las últimas décadas pero su dinámica de lucha, que consiste en elaborar y presentar pliegos de peticiones y exigencias para negociar pequeñas partidas y proyectos con el gobierno, ya se agotó. Las múltiples y camufladas ONGs que se fueron formando al interior del movimiento popular – desde principios de los años 90s – ya no pueden contener el desarrollo de las luchas y se hace necesario un serio replanteamiento. Su trabajo programado desde el imperio para dividir por “sectores” el movimiento popular, colocando lo étnico, territorial y cultural por encima del carácter de clase, está siendo desbordado por la lucha. La reciente Cumbre Agraria desnudó esas falencias. Los campesinos exigen unidad y ya no se contentan con falsas soluciones, negociaciones parciales, “proyecticos por vida digna”, que son presentados ante los patrocinadores extranjeros – los “cooperadores” internacionales – para obtener financiación, todas penetradas y condicionadas por la USAID y otras agencias de inteligencia norteamericana.

Así mismo, la lucha de los pequeños y medianos productores del sector agropecuario (cafeteros, paperos, arroceros, lecheros, cacaoteros, fruticultores, etc.) exige serias revisiones. La utilización e instrumentalización de la lucha social a favor de proyectos electorales hizo crisis en las pasadas elecciones como parte de la hecatombe de la democracia representativa. La orientación economista – por precios y subsidios – también debe ser superada. La lucha por la industrialización de nuestras materias primas y por competir como productores en el mercado internacional (programa realmente proletario), es la consigna del momento para este sector de la población.

Las clases medias en proceso de proletarización también pueden jugar un importante papel, sobre todo en la lucha contra la politiquería y la corrupción política y administrativa, pero van a querer frenar la profundidad de la lucha contra el neoliberalismo porque le temen a que el proceso de la lucha de clases atente contra su mundo de consumismo y apariencia de progreso. Petro representa a este sector y, como ya lo estamos viendo, pretende reducir el proceso constituyente a un “nuevo pacto de clases”, buscando alianzas con sectores del pasado (Uribe y las FARC), para tratar de revivir infructuosamente la romántica Constitución de 1991. Si no rectifica, Petro mismo será desbordado por el movimiento.

Hacia el futuro

El proceso constituyente recién se abre. El respaldo que obtuvo Petro el pasado jueves en Barranquilla es un buen indicador de su dinamización inmediata. Sin embargo, es el movimiento popular quien puede desarrollarlo en profundidad. No se trata de cambiar la letra de la Constitución, la tarea es ir al Constituyente Primario para convertirlo en Poder Organizado, permanente, actuante, determinante frente al poder constituido, y cambiar la correlación de fuerzas. El voto protesta en las elecciones presidenciales, que puede ser en blanco o nulo, por Clara López y Aída Abella o la abstención, serán un buen indicador del sentir popular.

La burguesía transnacionalizada va a querer legitimar sus pequeñas e interesadas reformas pero le va a quedar imposible. Sus retoques a la Constitución a través del Congreso serán nuevas versiones de la frustrada reforma de la justicia y de la inocua reforma a la salud. Uribe también va a querer reformar la Constitución pero frente a la avalancha que se ve venir va a alinearse cada vez más al lado de Santos, como ya lo viene haciendo. Las FARC ya no saben qué hacer, el movimiento popular los empuja contra el modelo neoliberal pero ellos ya se dejaron amarrar a una negociación limitada. Lo mejor que pueden hacer es salir por la puerta de atrás e integrarse al movimiento civilista con modestia y sin protagonismo.

La lucha entre la burguesía transnacionalizada y el proletariado del siglo XXI se va despejando cada día que pasa. El proletariado colombiano debe dotarse – en medio de la acción – de una vanguardia revolucionaria que le ayude a organizarse e identificar su estrategia. La izquierda tradicional ha quedado reducida a representar los intereses de la vacilante y débil “burguesía nacional” (medianos empresarios del campo y de la ciudad) y de los viejos trabajadores del Estado (maestros y otros funcionarios), que miran hacia atrás. Los Progresistas (herederos del M-19) han quedado desperdigados en el escenario político, vacilando entre las nuevas fuerzas sociales que surgen y la añoranza de una Constitución – que fue creación de toda su vida –, que ya murió.

La lucha de clases es inexorable. El futuro – sin duda – es de los pueblos, del proletariado cada vez más visible y enorme en su número y fuerza, frente a las clases dominantes que están en decadencia moral y ética. El proletariado colombiano en los próximos años va a protagonizar luchas políticas de gran calado que van a llevar un paso adelante a las revoluciones democráticas de América Latina. De eso no tengamos ninguna duda.