Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

La historia a contrapelo
El perdón: privado o político
Para terminar la guerra es necesario el perdón de lo imperdonable desde todos los actores. El perdón actual necesita la dimensión colectiva y política, porque no puede limitarse a la esfera interior.
Sergio De Zubiría Samper / Jueves 24 de abril de 2014
 

El tema de las víctimas en las negociaciones de La Habana exige profundas reflexiones sobre memoria, justicia, verdad, reparación y no repetición. Empiezan a discutirse iniciativas para pensar la temporalidad de la finalización del conflicto y la preparación de una transición hacia una paz estable. Ha surgido la iniciativa “Reconciliación Colombia”, que representa una alianza de medios de comunicación e instituciones gubernamentales. Ya ha publicado algunos documentos que convocan a su discusión.

Recientemente se han divulgado en los medios las conferencias del Alto Comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo, que sustentan la visión gubernamental de la transición. Las FARC y el ELN han mostrado sus propuestas para enfrentar las causas estructurales de nuestro conflicto fratricida. Se espera en inicios de mayo la convocatoria del Consejo Nacional de Paz, con la inclusión de otros actores sociales. Hay un clima propicio para consolidar un movimiento social por la paz de Colombia.

Para cumplir esta tarea de movilización social por la paz no basta la voluntad, sino una discusión profunda de ideas. En “Reconciliación Colombia”, Francisco de Roux realiza un interesante análisis sobre la guerra en Colombia, la reconciliación, el perdón y las necesarias transformaciones en nosotros mismos. De Roux propone una definición del perdón como “decisión libre y personal”, de renunciar a someter al victimario a actos violentos, de transformar la venganza por sentimientos de comprensión, de renunciar a promover el rechazo social contra el victimario.

Para terminar la guerra es necesario el perdón de lo imperdonable desde todos los actores. El perdón es necesario, pero no puede exigirse a nadie. En su visión, el perdón es incondicional, pero tiene un carácter indefectiblemente personal. Esta característica entra en tensión con el carácter secular y público de la política moderna. El perdón actual necesita la dimensión colectiva y política, porque no puede limitarse a la esfera interior.

Por esto, llama la atención la conclusión de su reflexión en un tono cooperativo y recíproco: “Tenemos que perdonarnos para que sea posible la paz. Perdonarnos a nosotros mismos por ser colombianos. Porque todos hemos sido responsables en diversos niveles de lo ocurrido, por lo que hemos hecho y por lo que dejamos de hacer”.

En las conferencias de Jaramillo es interesante su llamado a la “paz territorial”, pero problemático su requisito de las instituciones “fuertes” y la escasa alusión al perdón. Dos dificultades en la concepción del perdón. La primera, se diluye el sentido del perdón en los espacios de reconciliación. Segunda, se postula una visión exclusivamente “privatista” del perdón, al afirmar “es algo que le corresponde a cada quien decidir en su propia conciencia y en su corazón”.