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Memoria viva de la lucha indígena por su tierra
José Helí Tique: “Siempre he militado en la izquierda”
Nada mejor que rescatar la memoria de los viejos militantes, amigos y simpatizantes del Partido Comunista. Ellos nos enseñaron que el marxismo-leninismo es, ante todo, teoría y práctica. Su praxis estuvo caracterizada por la ética revolucionaria. Es decir, el compromiso y la honradez a toda prueba.
Nelson Lombana Silva / Miércoles 30 de abril de 2014
 
Compañero indígena José Helí Tique Capera. Foto Nelosi

En momentos de crisis ética y del compromiso revolucionario, período en el que la verdad es superada por la virtualidad y los héroes de papel pululan por doquier, nada mejor que rescatar la memoria de los viejos militantes, amigos y simpatizantes del Partido Comunista. Ellos, con entereza y sin mucho discurso filosófico, nos enseñaron que el marxismo-leninismo es, ante todo, teoría y práctica.

Su praxis estuvo caracterizada por la ética revolucionaria. Es decir, el compromiso y la honradez a toda prueba. Es por eso que su maravillosa obra, conservada en obra negra, merece toda la admiración y consideración. Lo que ellos no hicieron, aún está por hacer. Al fin y al cabo es la dinámica de la lucha, que hoy más que nunca exige compromiso total.

Nunca fue militante del Partido Comunista, a pesar de que su padre fue un asiduo comunista en aquellos aciagos años. Nunca ha apoyado a los partidos tradicionales. Señala sin rodeos: “Siempre he militado en la izquierda”.

Se dispone a cumplir 72 años en medio de las crudas limitaciones económicas. Teme que a cualquier momento le sea rematada su vivienda por una deuda bancaria que supera ya los nueve millones de pesos. A pesar de su edad avanzada persiste en la lucha por la defensa de sus descendientes aborígenes, mal llamados indios. Se trata de José Helí Tique Capera, quien nació el 10 de junio de 1942 en la vereda Chenche – Zaragoza municipio de Coyaima (Tolima).

No duda en denunciar la compleja situación del sur del Tolima, empezando por la violencia sórdida y prolongada que viene sacudiendo a esta región. “Es uno de los peores males que hemos tenido casi toda la vida”, señala.

Sobre su patria chica expresa: “La situación más caótica es que Coyaima no tiene administradores honestos”. Es vox populi la corrupción en estos pueblos; es un cáncer que carcome cada vez con más ímpetu la caricatura de democracia que existe en Colombia.

Como agricultor se lamenta de la situación compleja de este renglón gracias a los leoninos tratados de libre comercio. Al referirse a la promesa del megaproyecto Triángulo del Tolima, dice: “Tengo desconfianza sobre el bienestar para las comunidades indígenas”.

Recuerda un puñado valiente de indígenas comunistas, entre ellos Benigno Capera, José Nelson Tovar Rojas, Venancio Loaiza, Marcelino Otavo, Federico Loaiza, etc. Recuerda que la lucha giró alrededor de la tierra en el siglo pasado. Señala en ese sentido: “Benigno Capera hizo una reforma agraria en la vereda Media Luna de Coyaima, favoreciendo a 40 familias. Le quitó la tierra a los terratenientes y la repartió entre los indígenas de la zona”, subraya.

La entrevista concedida a las páginas web www.pacocol.org y www.semanariovoz.com es la siguiente:

—¿Qué recuerda usted del camarada Benigno Capera?

—Tengo gratos recuerdos de Benigno porque conmigo fue muy atento, me trataba con cierta consideración, como a un hijo. Recuerdo la lucha de Benigno, era una lucha decidida sin interés económico para él. Su compañera se llamó Dolores Loaiza, una mujer activa también muy respetuosa y responsable de los pocos recursos que implicaba conseguir para la lucha.

Benigno fue una persona a quien, por la lucha de izquierda, le tocó mucho sufrir, fue un tipo muy perseguido. Tuvo muchos años que no dormía en su casa; si estaba trabajando tenía que estar muy atento de la gente que le informaba para salir corriendo, buscar el rastrojo a esconderse como los conejos.

—¿Cómo murió Benigno Capera?

—Murió de muerte natural. Quedó viudo. Él se alejó de la política y se dedicó a administrar unos pequeños pedacitos de tierra junto a sus hijos. Vivió pobremente en la vereda Media Luna.

—Usted no es comunista, pero sí simpatizante, ¿Qué lo anima?

—Mi padre hizo parte de la lucha liderada por Quintín Lame y el mismo Gonzalo Sánchez, un comunista consagrado. Mi padre militó en el Partido Comunista hasta 1940-1941. Yo no he sido un comunista declarado pero sí he sido de izquierda todo el tiempo y siempre he votado por los compañeros de izquierda.

—¿Qué ha hecho usted en el municipio de Coyaima (Tolima)?

—Toda mi vida la he dedicado a la agricultura, una actividad mal remunerada por los gobiernos. Se hace a pérdida. Inclusive, en la actualidad estoy embargado por $9’200.000 y eso es mucha plata para uno. Tengo un tajito de tierra, la casa vivienda hipotecada al banco. Todos los días me levanto pensando que en cualquier momento pueden llegar con la noticia que me la van a rematar.

No pude darles educación a mis cinco hijos. Yo tampoco tuve educación, escasamente aprendí a medio leer y escribir. Sin embargo, me he formado leyendo, participando en algunas cosas, estando siempre con la comunidad, atento con los gobernantes municipales a ver qué pueden dar para la vereda y que todos nos beneficiemos, como son escuelas, carreteras, etc. Ese ha sido mi trajinar.

A mis hijos no los pude educar debido a la situación económica. Pero bueno, a puro sacrificio uno es hoy contador público en Bogotá, haciendo y vendiendo tamales; luego, organizó una pequeña empresita. Estudió de noche y se hizo profesional. Y tengo el último, que está en séptimo semestre de ingeniería civil en la Universidad La Gran Colombia.

—¿Cuáles cree usted que son los principales problemas que tiene el municipio de Coyaima y el sur del Tolima?

—¡Son tantos! Empecemos por Coyaima: Su situación más caótica es que no encontramos administradores que sean honestos. Tenemos la problemática de vías, agua potable, vivienda digna. La educación está a medias, porque hay que reconocer que se han hecho cosas. Por ejemplo, en el terreno de la electricidad hay que reconocer que el alcalde hizo la gestión, obras que hace 20 años las comunidades vienen solicitando a los distintos mandatarios. Se está electrificando siete veredas con proyectos complementarios.

En el Tolima no podemos dejar por fuera la violencia, violencia que tanto ha azotado a este territorio. Es uno de los peores males que hemos tenido casi toda la vida. Coyaima tiene 54 veredas y solamente tres barrios reconocidos. Eso quiere decir que dependemos de la agricultura, actividad duramente golpeada por los Tratados de Libre Comercio (TLC).

Comprarle a las multinacionales no es económico, porque ellas sí hacen valer sus productos. La libra de maíz transgénico vale $500 mil pesos y es para solo una hectárea y vaya a venderla y la pagan a $580 mil una tonelada. Es decir, lo que vale prácticamente la semilla. Es una situación desigual que tenemos y eso lo estamos aquí sufriendo todos.

—¿Qué perspectiva tiene sobre el megaproyecto triángulo del Tolima?

—Eso no se ve todavía. Hablar de bienestar es cuando comience a producir. Personalmente tengo desconfianza sobre el bienestar para las comunidades indígenas, más bien va a ser motivo de desplazamiento, porque es altamente tecnificado. Le escuchaba decir a un indígena por estos días: Si me tocara sacar de mi bolsillo la plata para sostener esos manguitos, con toda seguridad no hubiera sido posible por lo costoso. Lo hago porque hasta ahora hay financiación. Vamos a tener que salir de nuestra tierrita porque las deudas no dan espera.

Por eso tengo muchas dudas sobre las bondades del Triángulo del Tolima. En mi vereda predomina el minifundio. Es media hectárea, una o dos hectáreas. No es mucha. La tenencia de la tierra en Coyaima es preocupante. Es cierto, en 1800 aproximadamente, fue entregada dicha tierra a los indígenas con escritura. Pero estas tierras fueron arrebatadas por los terratenientes. Claro, los indígenas no tuvimos el cuidado de conservar ese papel llamado escritura. En esa época nadie sabía leer y escribir. Se firmaba a ruego o con simple testigo.

En el caso mío, soy de ascendencia Capera. Donde vivo le correspondió a un tal Pascual Capera en 1828, le hicieron la entrega de esa tierra. La defendieron y ahí estamos. Por eso, las luchas que se libraron en el siglo pasado para defender el pedacito de tierra y que no los desalojaran los terratenientes. Por eso se organizaron y por eso mucha gente acudió a estar dentro de ese movimiento por la lucha por la tierra y por estar con el Partido Comunista, que era el partido que lideraba esos procesos.

—¿Quiere decir usted que el Partido Comunista ha estado al frente de esta lucha por la recuperación de la tierra para el campesino e indígena?

—Totalmente. Quiero contarle una anécdota: Benigno Capera hizo una reforma agraria en este municipio. Unas tierras que las había arrebatado un señor de apellido Moncaleano, la vereda Media Luna y demás circundantes. En el golpe de Estado de Gustavo Rojas Pinilla (1953) se dijo que la tierra era para quien la trabajaba. Los terratenientes no contaban con la Fuerza Pública para proteger sus propiedades ilegales. Entonces Benigno Capera dijo: “Esta tierra es de nosotros”, y comenzó a repartirla, quitándosela a los terratenientes. Hizo una especie de reforma agraria.

En 1963, Benigno Capera trató de legalizar la tenencia de esa tierra a nombre de los que tenían la posesión de esas tierras, pero ese proceso falló porque se adelantó un proceso de medición de tierras y planos para darle paso a un proceso de pertenencia. Fracasó también porque el primer cabildo que se creó en Agua Fría dijo que esos terrenos eran de los indígenas y por lo tanto había que consultarlos primero a ellos. Entonces el Ministerio nos suspendió ese proceso. Eso quiere decir que ahí estamos sin la legalización de esos terrenos. Esa pequeña reforma agraria de Benigno Capera favoreció más o menos a 40 familias.

—¿Cómo era la mística revolucionaria de esa época en el municipio de Coyaima (Tolima)?

—La gente de este municipio tuvo vocación de organización. Recuerdo de que a principios del siglo pasado, no había nacido pero mi padre me comentaba, era fundamental saber y escribir, por lo menos saber firmar. Hubo varias veredas: Santa Marta, Zaragoza, Los Guayabos, donde el Estado no asistía con educación a ninguna vereda; solamente había una escuela urbana.

Entonces, por iniciativa de los líderes construyeron sus propias escuelas con los recursos que había en la región: palma, guadua, etc. No se utilizaba una sola puntilla. El que sabía firmar tenía que ir a enseñar a los que no sabían. Esa fue una lucha de la izquierda en este municipio.

—¿Usted hizo parte de los partidos tradicionales?

—Nunca. Siempre he militado en la izquierda, aunque manejo relaciones con todo el mundo y eso muchas veces genera críticas. Soy humano y siento que los demás son también humanos. Respeto la forma de pensar de los demás.

—¿Qué líderes antiguos recuerda ahora?

—De mi época: Benigno Capera; Venancio Loaiza, gran luchador del Partido Comunista y tenía bastante acogida; Marcelino Otavo, lo conocí cuando iba a las sesiones de la asamblea. No sé si no le pagaban, pero siempre lo encontraba con una gallina en la carretera. Le preguntaba que qué iba a hacer con la gallina y me contestaba: “Es para venderla y pagar mis pasajes porque no tengo con qué”; Federico Loaiza, ese líder integral, fuerte y valiente; José Nelson Tovar Rojas, concejal durante varios períodos y dos veces alcalde, pasó a la historia como el primer alcalde comunista en Colombia. Eran líderes desinteresados.