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Escalada militar entre Rusia y Georgia
La guerra del Cáucaso
César Jerez / Sábado 9 de agosto de 2008
 

Fundador y redactor de la Agencia Prensa Rural. Geólogo de la Academia Estatal Azerbaijana de Petróleos (exURSS). En Bakú obtuvo una maestría en geología industrial de petróleo y gas. Es profesor y traductor de idioma ruso. Realizó estudios de gestión y planificacion del desarrollo urbano y regional en la Escuela Superior de Administración Pública -ESAP de Bogotá. Desde 1998 es miembro de la ACVC. Actualmente coordina el equipo nacional dinamizador de Anzorc. Investiga y escribe para diversos medios de comunicación alternativa.

Anoche el 58 ejército ruso entraba a la impronunciable Tsjinvali, capital de Osetia del Sur. Antenoche Saakashvili, el presidente georgiano, ordenaba un ataque demencial contra Osetia para restablecer el "orden constitucional". Este país del Cáucaso se llama diferente en ruso, en georgiano y en osetio, pero la etnia y el pueblo son uno solo, nómades descendiente de los alanos (por eso en ruso a Osetia del norte también se le llama Alania), que finalmente se establecieron en el Cáucaso muy cerca del Kazbek y el Elbrus, las dos cimas caucásicas.

Esta mañana los cuerpos de élite del ejército ruso hacían retroceder el fuego georgiano y la aviación rusa bombardeaba algunos objetivos militares en territorio de Georgia. Al medio día las tropas rusas controlaban totalmente la destruida Tsjinvali, y combatían en la frontera oseto-georgiana. Se desconoce el número de víctimas georgianas. Fuentes rusas estiman en 1.500 las víctimas osetas, 15 soldados rusos murieron, centenares de heridos y 30 mil refugiados. Es el saldo, hasta ahora, de la guerra.

¿Qué pasó? La guerra actual es una coyuntura que obedece a un cúmulo de circunstancias históricas y también al momento geopolítico actual. Es una cuestión de tuberías y comercio. Por aquí "la guerra lleva mil años", si antes el escenario se llamaba la ruta de la seda descrita por Marco Polo, ahora se llama la ruta de los hidrocarburos en disputa entre Washington y Moscú. La paz duró allí 70 años, lo que duró "la política nacional" de Lenin y el estado soviético. Esta no es una apreciación nostálgica. Ahora que está de moda en Europa llamarnos así.

Esta historia empezó en Afganistán, continuó en Armenia y Azerbaiyán, explotó en Chechenia, destruyó Iraq y continuará en Abjasia e Irán. Con la caída de la URSS sobrevino la influencia de los EU en Asia central y el Cáucaso. Regresaron las guerras y el caos, que tanto bien van para los negocios. A las partes implicadas en esta guerra, que instrumentalizan la cuestión nacional y autonómica, les importa realmente poco las vidas del pueblo oseto.

Mijail Saakashvili, que se hace entender mejor en ruso que en georgiano, es el protagonista de la revolución rosa en Georgia, fabricada como las otras en el Departamento de Estado de los EU. Se había graduado en Tbilisi, pero se masterizó en las Universidades de Columbia y Washington. En esas alma mater descubrió que el Cáucaso queda más cerca de América que de Europa. Regresó con el panamericanismo a flor de piel y posiblemente con algún cargo soterrado, para introducir las políticas imperiales en la región.

Georgia y los EU necesitan liquidar los conflictos en Osetia y Abjasia, la otra provincia separatista, para obtener las condiciones necesarias para su ingreso a la OTAN, que exige que el país aspirante no cuente con conflictos internos dentro de sus fronteras. Abjasia y Osetia son fundamentales para el paso de los hidrocarburos de Asia central y de la cuenca del Caspio hacia Europa. Rusia desea garantizar la dependencia energética europea como arma fundamental en su política exterior, pues para los misiles se diseñaron los escudos antimisiles. Medvedev y Putin saben que el capitalismo ruso, viciado de corrupción y mafia, será realmente emergente si aseguran las rutas del petróleo por el Mar del Norte (en construcción) y por el inestable Sur. Están en juego muchos intereses y la vida de mucha gente para sacar de la crisis al capitalismo y beneficiar a unas cuantas empresas y plutocracias.

Wanda es la mujer que hace de nuestra corresponsal en Rusia, está ahora al otro lado del chat. “Se agotan los análisis”, dice. “¿Por qué otra vez deben morir jóvenes rusos en la guerra?”, me pregunta. No sé que responder. Su sobrino debe presentarse hoy al cuartel como reservista. “Nadie quiere ir a matar o a morir”, termina escribiendo.

Me invade la señalada nostalgia sin respuestas. Nostalgia de una revolución, de un país con muchas nacionalidades, que alumbró a millones de rusos, osetos, georgianos. Que derrotó al fascismo. Que construyó una gran nación.

Rehago con recuerdos los pacíficos caminos que recorrí por el Cáucaso desde el Caspio azul hasta el mar Negro, pasando por Bakú, Tbilisi, Erevan, Mineralnie Vodi, Piatigorsk, Vladikavkaz (la capital de Osetia Norte), Grozny (Chechenia), Sujumi, Sochi, en el mar oscuro. Se nos perdió el paraíso.

Pienso en el sobrino de Wanda y me vienen a la cabeza desde la enfermería del alma los versos cantados a ritmo de rock de Victor Tsoy: "...lleva mil años esta guerra / guerra sin una causa especial / la guerra como asunto de jóvenes / la cura contra las arrugas / sangre roja / dentro de una hora sencillamente tierra / dentro de dos otra vez flores y hierba / dentro de tres ella está nuevamente viva / abrigada por los rayos de la estrella/..."

Víctor Tsoy. Gruppa Kino