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Los caminos de la duda
Espionaje contra la paz
Sus diferencias actuales se centran en el proceso de paz. Pero ambos se untaron de los mismos métodos que ahora se vuelven contra ellos.
Alfonso Conde Cotes / Viernes 16 de mayo de 2014
 
Foto: Globovisión via photopin cc

Es sabido que la paz colombiana tiene enemigos poderosos; que ellos y sus voceros, enquistados durante décadas en los poderes públicos, se consideran a sí mismos, por mandato divino como en la vieja época de reyes y nobles, dueños de toda decisión que afecte la vida de la república; dueños del país que dominan para su beneficio particular. A pesar de haber sido desplazados por la historia en casi todo el mundo, en Colombia mantienen fuerza renovada por el impulso que les otorga el negocio de los cultivos llamados ilícitos.

Por un tiempo fueron aliados de la actual fuerza mayoritaria de la economía neoliberal, que bebió de las mismas mieles de la riqueza y se untó de las mismas excrecencias, incluidos los métodos brutales de dominación. Ambos sectores son partícipes, en calidad de causantes, de la desgracia nacional.

Sus diferencias actuales se centran en el proceso de paz cuyas discusiones se adelantan en La Habana, que alcanzan a poner en riesgo el interés concreto de los primeros sobre el territorio y afectan menos a los segundos.

Pero ambos, como se dijo, se untaron de los mismos métodos que ahora se vuelven contra ellos. Los actores secundarios directos, que antes trabajaron para la alianza maldita, hoy han redirigido su acción contra los antiguos amigos.

Personajes que trabajaron para ambos, como el mercenario Sepúlveda y el renunciado Hoyos, hoy realizan todo tipo de actividades para lograr el fracaso de los acercamientos a la paz que todos necesitamos: espionaje a las partes en diálogo, campañas de saboteo a las negociaciones, vínculos aparentes con las Fuerzas Armadas que ofrecen compartir claves de acceso a correos de actores de la política, divulgación con protervos intereses de coordenadas confidenciales relacionadas con el traslado de guerrilleros negociadores de paz, espionaje a los dirigentes del movimiento campesino, son todas actividades contra el proceso de paz.

De otro lado las actuaciones del asesor Rendón (otro mercenario) y del funcionario Chica, envueltos en acusaciones aún no probadas de recepción de dineros provenientes de narcotraficantes, vinculan al sector gobernante con delitos que lo descalifican para gobernar.

Hay otros sectores, parientes cercanos de los anteriores, que constituyen el plan B en la contienda por el poder. Disfrazan su virulencia pero representan intereses y métodos semejantes a los de aquellos enfrentados públicamente.

En la contienda electoral próxima sólo permanece limpia una opción: al margen de diferencias ideológicas y políticas que puedan sostenerse con expresiones de su campaña, es claro que la alianza PDA-UP es la única que persigue el beneficio general de los colombianos.