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Locomotora agropecuaria: ni desarrollo productivo ni desarrollo rural
A pesar de haber sido incluido dentro de las locomotoras del Plan de Desarrollo, las asignaciones presupuestales para el desarrollo de la investigación, la distribución de tierras y otras actividades propias del sector no han tenido un crecimiento importante.
Carlos Fernández / Martes 24 de junio de 2014
 

Desde el punto de vista meramente productivo, el Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 planteó sólo dos metas para el sector agropecuario: i) elevar la producción física sectorial de 30’588.362 toneladas al comienzo del gobierno de Santos a 36’283.568 toneladas al finalizar el año 2014, y ii) pasar la superficie plantada en bosques comerciales de 364.080 hectáreas a 596.330 hectáreas.

Las metas, a decir verdad, son pobres y su cumplimiento deja mucho que desear. En primer lugar, la producción física agrícola se elevó de 24’774.038 toneladas en 2010 a 26’022.160 toneladas en 2012 (el Ministerio de Agricultura no ha publicado las cifras correspondientes a 2013). Al considerar el área cosechada en estos dos años, se tiene que el rendimiento promedio pasó de 6,34 toneladas por hectárea en 2010 a 6,32 toneladas por hectárea en 2012.

En segundo lugar, la ganadería extensiva sigue siendo la característica particular de este sector económico: mientras en 2010 había 1,19 cabezas de ganado vacuno por hectárea de pastos y forrajes, en 2012, dicho indicador pasó a 1,04 y, en 2013, a 1,03. En cuanto al área en bosques, si bien la superficie de bosque plantado se ha incrementado entre 2010 y 2013, la proporción entre éste y el bosque natural se ha mantenido inalterable entre los dos años, al registrar en ambos 0,12 hectáreas del bosque plantado por una hectárea de bosque natural.

Otras variables del balance

El comportamiento del Producto Interno Bruto (PIB) agropecuario ha estado por debajo del comportamiento del PIB total de la economía. En promedio, el producto sectorial creció a una tasa de 3,2% anual entre 2010 y 2013, en tanto que el producto total lo hizo a una tasa de 5% promedio anual. Si tomamos las cifras año a año, sólo en 2013 el crecimiento del producto agropecuario supera al del conjunto de la economía, como se muestra a continuación:

Cabe señalar que el elevado crecimiento que presenta el sector en 2013, por encima del producto total, está relacionado con el elevado crecimiento de la producción de café (22,3% entre 2012 y 2013), la cual, por su parte, ocurrió en el segundo trimestre de 2013, motivada por una perspectiva al alza del precio externo del café que, luego, no se dio.

Este pobre comportamiento sectorial tiene que ver, también, con el hecho de que, a pesar de haber sido incluido dentro de las locomotoras del Plan de Desarrollo, las asignaciones presupuestales para el desarrollo de la investigación, la distribución de tierras y otras actividades propias del sector no han tenido un crecimiento importante.

Los resultados anteriores no son otra cosa que la expresión de la deformación de la estructura económica del país, en la que se privilegia el atrasado latifundio ganadero, lo que, aunado al comportamiento de la industria, que ni siquiera tuvo el privilegio de ser elevada a la categoría de locomotora, configura la visión del capitalismo transnacionalizado que ve en la tierra no la perspectiva de construir territorio sino, apenas, el ámbito para explotar los recursos del suelo y del subsuelo sin construcción de sociedad.

Y lo social, en veremos

Los resultados en cuanto a desarrollo rural son, también, de una pobreza franciscana. El programa bandera de este gobierno, relacionado con la restitución de tierras a través de la denominada ley de víctimas, se ha limitado al registro de los reclamantes y a la gestión de algunos proyectos productivos y de vivienda que no se han ejecutado plenamente.

Aparte de los problemas de gestión que se han denunciado recientemente respecto al ente encargado de este programa (la Unidad Administrativa Especial para la Gestión de la Restitución de Tierras Despojadas), los magros resultados en esta materia están ligados, directamente, a la concepción misma del proceso de restitución, que debe pasar por engorrosos procedimientos administrativos y judiciales, a lo que se añade el accionar del denominado ejército anti-restitución conformado por los mismos perpetradores del paramilitarismo, las bacrim y sus áulicos.

Por otro lado, el carácter anticampesino de la política minero-energética y de apoyo a la gran empresa capitalista en el campo ha puesto sobre la mesa el enconado conflicto entre los campesinos y los poderes que se quieren asentar en sus territorios, lo que explica la elevación de la lucha de los sectores campesinos en busca del reconocimiento de su identidad y en defensa de sus intereses.

Esta lucha tuvo, el año pasado, una profunda manifestación en el paro del Catatumbo y el paro nacional y, este año, en la conformación de la Cumbre Agraria, que reúne a las diversas vertientes de la población rural (campesinos, indígenas y negros) que padecen las consecuencias de la política mencionada. Sólo falta que se sumen una parte importante de los sectores de trabajadores asalariados del campo, los trabajadores no sindicalizados de la ciudad y el sindicalismo urbano.