Asociación Campesina del Catatumbo
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Crisis humanitaria en el Catatumbo
El Refugio Humanitario de Mesitas le sigue los pasos al de Caño Tomás
Juan Carlos Castañeda Guerrero / Lunes 7 de julio de 2014
 

El nombre de Caño Tomás les trae muchos recuerdos a los líderes campesinos del Catatumbo. Allí, y por un espacio de 15 meses, vivieron con cientos de familias, todos aglutinados bajo un mismo techo, compartiendo los platos de comida, las fuentes de agua, las hamacas y hasta la ropa, porque un día decidieron vivir así, en comunidad y amontonados, el lugar de quedar bañados en sangre por la violencia que replicaba en la época.

Caño Tomás fue el Refugio Humanitario que se creó en 2009 para recibir a un promedio de 500 familias de las zonas rurales que permanecieron itinerantes en el Catatumbo, huyéndole a las incursiones guerrilleras y paramilitares.

Esta fue la única alternativa que encontraron para no engrosar las filas de desplazados por la violencia que a diario deambulan por las calles en los cascos urbanos de sus municipios, de Cúcuta o de otras ciudades del país.

Uno de los labriegos que hizo parte del albergue es José del Carmen Abril, actual miembro de la Asociación Campesina del Catatumbo (Ascamcat), quien califica la convivencia ‘como una experiencia grata’ que sirvió para que los ojos de los gobiernos departamentales y nacionales vieran con otros ojos a los campesinos.

Para ese momento empezaron a contar con organizaciones de Derechos Humanos internacionales que apoyaban la decisión.

“Este refugio humanitario dio paso para empezar a hablar de la Zona de Reserva Campesina. Esto no se empezó a hablar en los diálogos de paz de La Habana (Cuba), sino en el Catatumbo, porque es que esto trata de la recuperación y tenencia de la tierra digna para los campesinos.

Pero una cosa diferente es que si el Estado ya le tiene vendido esto a las empresas, pues las voluntades políticas ya están comprometidas”, expresó Abril.

El Refugio Humanitario Caño Tomás era un espacio de 800 metros lineales ubicado entre las zonas rurales de La Gabarra y Teorama, acondicionado con cuatro cambuches, una bodega y una enfermería, que también servía como cocina para las familias.

Allí, entre reuniones comunales y sancochos colectivos, se organizaron comisiones de diálogo con el Gobierno para buscar seguridad donde antes se habían registrados muertes y enfrentamientos.

En la retina de Holmer Pérez, aún están grabadas escenas de sangre y dolor de las familias del Catatumbo, que sucumbieron ante las balas de los grupos paramilitares que, aunque anunciaron desmovilizarse en 2004, continuaron con retaliaciones que dejaron a muchas viudas e hijos sin padres.

“La zona baja del Catatumbo fue la más golpeada porque después de las desmovilizaciones, empezaron los montajes extrajudiciales y los falsos positivos. Pero una de las razones para crear el Refugio Humanitario era que no queríamos repetir la historia vivida desde 1999, cuando se empezaron a contabilizar 11 mil 200 muertos, 114 mil desplazados y 600 desaparecidos. Si el río Catatumbo y los hornos crematorios (del corregimiento de Juan Frío en Villa del Rosario) hablaran, esa cifra aumentaría”, expresó Holmer Pérez.

El uno para todos

Para este líder comunal de las zonas rurales el éxito y la prolongación del Refugio Humanitario Caño Tomás fue contar con la mayoría de familias del Catatumbo, pues desde cada uno de los pueblos se empezaron a crear delegaciones de 50 y 70 personas que iban hasta el albergue y permanecían entre uno y dos meses.

“Lo mejor que tiene el Catatumbo es que lo que es con una familia es con todas. Allí se vive el uno para todos, porque no nos dejamos solos y por eso fue que tuvimos éxito, aunque también hay que decir que hubo incursiones de militares y guerrilleros que violaron el Derecho Internacional Humanitario”.

Se refirió a que en tres oportunidades ingresaron miembros de la Fuerza Pública al Refugio Humanitario para revisar las actividades de los campesinos, mientras que la guerrilla ingresó una vez, aunque el piso jurídico de los Refugios Humanitarios están amparados por los Derechos Humanos como espacios libres de actores armados, que son adecuados por líderes para preservar la vida de las personas en calidad de refugiadas.

Entre las ayudas humanitarias internacionales resaltan la vacunación a niños y adultos que les ofreció Venezuela en dos jornadas para evitar brotes de fiebre o malaria.

En Hacarí nace otro refugio

La figura de los Refugios Humanitarios vuelve a tomar fuerza en la región tras los más recientes acontecimientos bélicos en zonas rurales de Hacarí, donde a principios de junio se recrudecieron los hostigamientos entre la guerrilla y las fuerzas militares. Los sobrevuelos y las ráfagas de fusil han sacado corriendo a los pobladores de la vereda Mesitas, donde los campesinos denunciaron la muerte de una niña de 8 años y dos adultos.

Aunque sucedieron en hechos diferentes, los miembros de la Asociación Campesina del Catatumbo denunciaron que los sobrevuelos nocturnos del Ejército desencadenaron los enfrentamientos, lo que habría generado la lluvia de balas perdidas sobre las comunidades.

Atemorizados por la situación, un promedio de 180 adultos y 90 niños se agruparon para formar un Refugio Humanitario en Mesitas, lo que ha venido siendo apoyado por organizaciones sociales europeas que buscan la mirada del Gobierno para intervenir en la situación.

Uno de los abogados de Ascamcat, Yefri Torrado, explicó que los criterios de un Refugio Humanitario son la prohibición de cualquier actor armado que irrumpa o atente contra las personas que los conforman, hacer una referencia estricta de las personas y entidades que ingresen y salgan del lugar y la prohibición del expendio y consumo de bebidas embriagantes.