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La pasión nacional por el olvido
Alberto Pinzón Sánchez / Lunes 21 de julio de 2014
 

“(…) ¿Por qué tantas contradicciones entre el testimonio de los veteranos, y la información que alegremente manejan los manuales de Academia, las autobiografías de algunos oficiales, las enciclopedias castrenses? No hay duda, esa contradicción está apoyada en algo que ahora, en medio de los muertos, se me antoja una certeza: En mi país la verdad es incompatible con la memoria (….)” (Rafael Moreno- Durán. Mambrú. Editorial Alfaguara. Bogotá.1996. Página 297)

Esta es la conclusión, azarosa, a la que en las últimas páginas de su novela sobre el Batallón Colombia en la guerra de Corea, llega el escritor y novelista colombiano Moreno-Duran, después de haber entrevistado innumerables soldados olvidados que regresaron de aquella sangrienta e inútil guerra anticomunista, y haber agotado, o mejor leído, todas las autobiografías y escritos “hagiográficos y patrioteros” de los altos oficiales colombianos que fueron enviados por el dictador falangista conservador Laureano Gómez, a “defender en el paralelo 38 de Corea, el mundo occidental y cristiano de las hordas comunistas amarillas” (como decía la propaganda oficial) cumpliendo órdenes estrictas de generales norteamericanos y formando parte integral del US Army.

La literatura colombiana es muy rica en mostrar cómo la ficción de la verdad, es casi la única trinchera que ha encontrado el pueblo colombiano en esa lucha desigual contra la aplastante pasión nacional por el olvido inducida desde el Poder, de aquellos hechos crueles y sangrientos en los que está profundamente comprometido (de los que está llena nuestra historia política) y cuya memoria verdadera causan terronera social. Citaré algunos ejemplos que no agotan la larga lista:

1 “La Vorágine” de Rivera quien fabuló la verdad del etnocidio cauchero de la casa británica-peruana Arana en el Putumayo, protegida por el cauchero-presidente y dictador conservador colombiano Rafael Reyes.

2-“La otra raya del tigre” de Gómez Valderrama, quien mostró la Colombia de las guerras civiles de finales del siglo XIX, la destrucción de las tribus indígenas de las selvas del Carare, la construcción de los caminos de herradura desde el altiplano santandereano al río Magdalena, a través de la historia pequeña de un emigrado alemán, entroncado con el alto gobierno colombiano de aquel entonces.

3- Las novelas de Arnoldo Palacios quien ha arrojado un puñado de luz sobre la barbarie, la ignominia post-esclavista y la crueldad racista contra los negros del Chocó y del litoral pacífico, ocultada durante siglos y hasta ahora.

4-Y no hablemos de la verdad olvidada de la masacre de las bananeras de 1928 en Macondo, puesta al orden del día por la prosa del inmortal García Márquez, y la fabulación sorprendente de Cepeda Samudio.

5-Bueno, pues Rafael Moreno Durán, recoge en su novela “Mambrú" esta tradición y busca la memoria y la verdad de uno de los episodios más olvidados y tergiversados por la propaganda oficial, fabulando la verdad de la sangrienta participación en aquella repugnante guerra de Corea en 1951, de los miles de soldados rasos colombianos que al ser reclutados a la fuerza torcieron sus destinos, y de los tiránicos, distantes y corrompidos oficiales que los comandaron en aquella pesadilla de barro y sangre.

Gracias a estos fabulosos fabuladores, es como ha salido a la luz aquella sangre coagulada y deliberadamente olvidada de nuestra memoria histórica que nos ha impedido mirar de frente nuestra infame historia de guerras, matazones y masacres y, hacer la catarsis correspondiente con el fin de superarlas.

¿Será cierta, una vez más, aquella ominosa conclusión que nos trae Moreno Durán de que “en Colombia la memoria es incompatible con la verdad”, y ahora como siempre, no podremos mirar colectivamente y de frente la verdad histórica del actual conflicto social y armado de Colombia, para buscar entre todos su derrota?