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Asociación nacional de Zonas de Reserva Campesina –ANZORC-
La guerra representa la violación sistemática de todos los derechos humanos
Ponencia al Foro Nacional sobre Víctimas de la Mesa de Conversaciones de La Habana, Cali, Agosto 3-5 de 2014
 

Los campos colombianos han recibido los mayores embates de la guerra interna en Colombia, afrodescendientes, indígenas y campesinos son las principales víctimas de la guerra económica, política, militar y cultural que se ha desarrollado durante las últimas décadas, así como de las estrategias de impunidad y olvido.

Graves crímenes se han cometido contra la población campesina en general y particularmente contra aquellas comunidades campesinas que han emprendido procesos de organización para enfrentar la exclusión del Estado y la sociedad, para defender su vida y permanecer en sus territorios. El campesinado ha sufrido durante décadas la guerra sucia oficial, primero fueron las propias Fuerzas Militares que perpetraron ejecuciones extrajudiciales, torturas, desapariciones forzadas a la sombra del Estatuto de Seguridad Nacional. Luego y ante la evidencia de su responsabilidad, desde las propias Fuerzas Militares con apoyo de gremios económicos y terratenientes fueron creados los grupos paramilitares bajo la doctrina de la Seguridad Nacional impartida desde Estados Unidos.

Bajo el horror paramilitar los campos y el campesinado colombianos fuimos sometidos a las mas pavorosas masacres, destierro y despojo que fueron instrumento de acumulación de tierras, recursos naturales y poder para el capital nacional y transnacional. Este horror que permanece en la impunidad, o que en el mejor de los casos recibió pírricos castigos, ha hecho posible la consolidación de proyectos agroindustriales, aumentado la ya grotesca concentración de la tierra de nuestro país, y consolidado el control político y económico paramilitar en numerosas regiones hasta nuestros días.

La incapacidad del Estado para combatir las guerrillas, le ha llevado a la implementación de la violación del principio universal de distinción, en lugar de atender las necesidades de las comunidades campesinas se ha implementado una costosa estrategia de control territorial militar con ínfimas inversiones de carácter asistencialista, que se han acompañado de un significativo aumento de las violaciones a derechos humanos.

Las violaciones a derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario han estado a la orden del día durante estas décadas, las acciones bélicas de las partes han dejado vidas perdidas, destrozos materiales, zozobra, escuelas tomadas o destrozadas.

Ante el ataque a la economía campesina, los cultivos coca, amapola y marihuana se han convertido en la única opción de mínima sobrevivencia de quienes han podido resistir al despojo, a lo cual una vez mas, el Estado ha respondido con la brutalidad de las fumigaciones indiscriminadas, la erradicación forzada y la judicialización de los cultivadores, mientras quienes se enriquecen con el negocio de las drogas en las altas esferas del poder permanecen intactos. El desplazamiento forzado, la afectación de bosques y aguas, y de la salud de la población campesina son los efectos y padecimientos ocasionadas por esta torpe acción estatal.

Las mujeres, las niñas y los niños campesinos han sido las principales víctimas del largo conflicto político, económico y armado, zozobra, agresiones físicas y psicológicas, abusos sexuales, explotación económica, privaciones de la libertad, no solo han minado su vida y sus derechos, sino que han impedido que sus capacidades de aportar en la construcción de la sociedad se desarrollen a plenitud, la falta de garantía de los derechos de las mujeres, niños, niñas y hombres campesinos empequeñece al campo y al país.

La guerra económica, política y militar, no solo se expresa en las violaciones a los derechos civiles y políticos, sino en la sistemática violación de todos los derechos humanos, colectivos y ambientales, y los derechos como pueblos.

En estas condiciones, el potencial productivo agropecuario, social, cultural y ambiental de la economía campesina no ha podido desplegarse, y mas bien se ha socavado en lo que se constituye en una manifestación de la guerra económica contra los mas pobres, pues mientras se expulsa a los campesinos del campo, se niega inversión social y en infraestructura, a los proyectos económicos para el gran capital se les favorece con la consolidación del latifundio, la extranjerización de la tierra, y la entrega de los recursos naturales para consolidar un modelo económico ambiental, política y socialmente perverso y excluyente.

Así, la vida del campesinado permanece en riesgo. No solo se ha violentado al campesino, sino que se ha violentado su identidad, sus propuestas, sus iniciativas de paz, justicia y desarrollo, sus formas organizativas, productivas, sus prácticas ambientales y culturales, se ha pretendido anular su dignidad con programas asistencialistas, inadecuados o insuficientes, que dan respuesta irrisoria a su victimización, como la atención al desplazamiento, las mal llamadas ley de justicia y paz, y de restitución y reparación.

Frente a esta realidad, comunidades y organizaciones campesinas sobrevivientes de esta guerra, hemos ideado la zona de reserva campesina como una estrategia para la permanencia en nuestros territorios, la garantía de nuestros derechos y la construcción de la paz con justicia social. Sin embargo, esta iniciativa es objeto de sistemática persecución, no solo durante los sucesivos nefastos gobiernos de Uribe Vélez, sino en el actual, en el que pese a los compromisos adquiridos por el gobierno, las zonas de reserva campesina siguen siendo desconocidas, ahogadas y vetadas. El actual gobierno se niega a cumplir la lay 160.

Los Planes de Desarrollo Sostenible cuya actualización fue financiada por el propio gobierno no son objeto de inversión pese a la obligación legal de hacerlo, los procesos de reconocimiento de nuevas zonas de reserva campesina están suspendidos injustificadamente con el argumento de que se debe esperar al término de las conversaciones de La Habana, aun cuando hay una obligación legal estatal de reconocerlas, aún al margen de este proceso de paz, pero más aún en el marco de la construcción de la paz, pues es justamente ese uno de los objetivos con los que se ha creado y que está reconocido en su marco legal.

En las zonas de reserva campesina se han perpetrado con mayor crudeza innumerables violaciones a derechos humanos y crímenes de lesa humanidad. Ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, torturas, desplazamiento forzado, bloqueos alimentarios, expoliación de los recursos naturales y principalmente la persecución a las organizaciones campesinas. Todas las organizaciones campesinas que han promovido y defendido las zonas de reserva campesina, han sido judicializadas y sus líderes encarcelados por varios años. En los últimos meses los bombardeos indiscriminados, la toma a viviendas y escuelas y en general violaciones a derechos humanos e infracciones al derechos internacional humanitario se han recrudecido en las zonas de reserva campesina tanto reconocidas como aquellas en proceso de constitución.

La estigmatización contra el campesinado de las zonas de reserva campesina y contra la figura misma, ha sido permanentemente protagonizada por el propio gobierno y por los gremios que se sienten amenazados por la mejora de condiciones de vida del campesinado y tergiversan sus alcances. Los medios de comunicación han favorecido esta desinformación y tienen tenido efectos negativos sobre la tranquilidad y las condiciones de producción y de vida de los campesinos, desconoce su condición de sujetos políticos, económicos y culturales relevantes para el país, pero sobre todo le niega al país la posibilidad de disponer de un instrumento de paz para los territorios campesinos.

Frente a estas violaciones a derechos humanos contra el campesinado de las zonas de reserva campesina exigimos a las partes en negociación:

- Que el proceso de negociación continúe en medio de un cese bilateral como condición de suspensión de las violaciones a derechos humanos.

-  Que se reconozcan los derechos de los campesinos en los términos consignados en la Declaración Internacional sobre los Derechos Campesinos.

-  Que se reconozca la legitimidad y legalidad de las zonas de reserva campesina y se le de cumplimiento a los mandatos legales para su implementación, como instrumento de construcción de paz y vigencia de los derechos humanos.

-  Que se suspenda la campaña de difamación y tergiversación sobre las zonas de reserva campesina que afecta directamente a sus pobladores y al potencial de la figura.

-  Que se establezca la verdad, la justicia y la reparación de los crímenes cometidos contra la población campesina de las zonas de reserva campesina, con participación de las organizaciones campesinas reconocidas éstas y sus integrantes como plenos sujetos políticos y de derechos.

-  Que se proscriban las estrategias fundamentadas en las doctrinas de la seguridad nacional, conflicto de baja intensidad y la acción integral y en su lugar definir estrategias que garanticen la vigencia efectiva de los derechos humanos.

-  Que la estrategia militar de consolidación territorial sea reemplazada por el reconocimiento y fortalecimiento de figuras de ordenamiento en las que las comunidades rurales participan de la planificación y ejecución del desarrollo como los territorios étnicos, las zonas de reserva campesina, territorios interculturales e interétnicos y otras de similares alcances.

-  Realizar proceso de depuración de la Fuerza Pública. Que rompa sus vínculos con las mafias de paramilitares, narcotraficantes y contrabandistas.

-  Re-direccionar políticas, manuales y directrices que van en contravía de los derechos humanos.

-  Definir claramente el papel de la policía como cuerpo civil.

-  Realizar una reforma estructural a la política, normatividad y fuentes de financiación del sistema de atención y reparación a víctimas del conflicto que garantice materialmente la vigencia de los derechos a la verdad, la justicia, la reparación integral y las garantías de no repetición.

-  Una reducción sustancial del presupuesto militar que esté acorde con un horizonte de post conflicto armado y se trasladen a una política social y económica incluyente de las mayorías.