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El significado de la tierra, el territorio y la naturaleza en las comunidades campesinas del Oriente Caucano
Cathy Ramos / Sábado 23 de agosto de 2014
 

“La comida alcanza para todos así sea de a poquitos, para todos los hijos tiene que alcanzar, entonces la tierra también, aun cuando sea de a pedacito, debe alcanzar para todos.” (María, Vereda El Lago, Inzá-Cauca)

Introducción:

Este documento busca ser testimonio de la percepción y apropiación que campesinos y campesinas de la zona oriente caucana tienen sobre la naturaleza. Percepción, quiere decir, la forma como la ven y apropiación, la manera en la que viven su territorio. Esa tierra que encontraron buscando un lugar propio, para darle a sus hijos la oportunidad de no seguir pagando terraje, o siendo jornaleros, esa tierra que compraron con su propio trabajo y esfuerzo, de la que se han apropiado a través del cultivo, actividad que les brinda a ellos mismos la comida, pero también alimenta a toda la población colombiana. Esa tierra de la que ahora tienen una escritura, después de años de trabajo y esfuerzo.

En primer lugar veremos las unidades de producción campesina como agroecosistemas, sistemas naturales complejos, que se componen de sistemas de producción diversos, que se relacionan entre sí, a través del trabajo campesino.

Esta complejidad y diversidad en el seno de las fincas es la base de la economía y supervivencia campesina, es una forma de manejo de los ecosistemas en los que se habita y requiere profundos conocimientos sobre el territorio, conocimientos que se han construido con observación, experimentación y han sido transmitidos de generación en generación.

La agroecología reconoce las bondades de estos sistemas diversos, frente a los sistemas que se han impuesto como los monocultivos a los que el campesinado ha resistido, a pesar de la insistencia de instituciones públicas y privadas.

“La sustentabilidad y la resiliencia se logran por medio de la diversidad y la complejidad de los sistemas agrícolas a través de policultivos, rotaciones, agrosilvicultura, uso de semillas nativas y de razas locales de ganado, control natural de plagas, uso de composta y abono verde y un aumento de la materia orgánica del suelo, lo que mejora la actividad biológica y la capacidad de retención de agua.” (Altieri y Toledo 2011)

Resiliencia es la capacidad de recuperación de los traumas, y la sustentabilidad la capacidad de mantenerse en el tiempo, sin dañar los ecosistemas circundantes. Por ello, en la primera parte se presentan algunas fincas representativas y su manejo agroecológico.

En un segundo momento, se describe el manejo de las zonas altas, páramos y montañas, donde hay menos habitantes permanentes porque es un medio más hostil, pero también son territorios importantes ambiental, cultural y económicamente para los y las campesinas.

Del manejo de las partes altas se desprende, por un lado, el manejo colectivo del agua, el esfuerzo de las comunidades por tener acueductos que lleven agua limpia a sus casas; realizando esfuerzos por conservar los bosques donde están ubicados los nacimientos de agua. Por el otro lado, y en estrecha relación se dan a conocer esfuerzos que las comunidades han hecho para proteger los ecosistemas de las partes altas por ejemplo repoblamiento, restauración de los ecosistemas, defensa de la montaña, todo ello en ausencia de las autoridades ambientales.

En el siguiente aparte, se describen los conocimientos que campesinos y campesinas tienen de su territorio, del clima, de los ciclos, del agua, de la fauna y la flora, conocimiento que está a la base del manejo sustentable de la naturaleza. Para terminar con la manera en la que este conocimiento circula.

Sobre conflictos ambientales se mencionará lo que los y las campesinas perciben y entienden de estos conflictos, y los esfuerzos que colectivamente se han hecho para defender su territorio.

La metodología más pertinente para entender la percepción y apropiación del territorio, es la etnografía, la cual permite un acercamiento profundo al quehacer y al pensamiento campesino, a través de observación participante y entrevistas a profundidad que se complementan con el dibujo del mapa de cada finca realizado por sus propietarios.

A continuación, están planteadas las conclusiones generales que parten de la lectura de los documentos ambientales de los municipios de la zona oriente.

El campesinado del oriente caucano, tiene características particulares que lo identifican, su apego a la tierra viene del esfuerzo y el trabajo que ha tenido que vivir para acceder a la propiedad o a la posesión de la tierra, ya que muchos provienen de regiones donde la concentración de la tierra sólo les permitía trabajar bajo figuras de jornal o de terraje. Su forma de apropiarse del territorio es trabajarlo, cultivarlo par que produzca alimentos para su familia pero también para vecinos y otras personas. Campesinos y campesinas de estas zona del país se han organizado a través de juntas de acción comunal y asociaciones campesinas, para lograr colectivamente una vida más digna, de esta manera, vemos como a través de estas organizaciones campesinas, sus miembros van aprendiendo y enseñando de campesinx a campesinx, van construyendo en junta infraestructuras adecuadas para sus necesidades, cuidando su territorio, conservando y usando la naturaleza.

Manejo agroecológico campesino

Existe una apropiación práctica del territorio, por parte de campesinxs minifundistas, que consiste en manejar sus predios como agroecosistemas para aprovechar al máximo las pocas hectáreas de tierra que poseen, lo que permite un manejo sustentable del territorio, y la supervivencia de sus familias con soberanía alimentaria. Es lo que en la Vega, han llamado “cocina con autonomía o Sancocho”, recuperando semillas nativas y sus variedades, cultivándolas, compartiéndolas y cocinándolas. En esta misma dirección, en Inzá esta estrategia de soberanía alimentaria se defiende desde el comité de mujeres, en Totoró desde las instituciones educativas y los grupos de estudio y práctica de la Asociación campesina y en Páez aún tímidamente se practica en cada predio. Aunque todavía se cultivan varios productos como el café y la papa con agroquímicos, la mayor parte de los líderes de los procesos campesinos están conscientes de la importancia de cambiar los modelos de producción, hacia una producción más autónoma frente a las multinacionales de la industria agrícola, que respete el territorio, el suelo, el agua, los bosques y los páramos.

Lxs campesinxs caucanos han comprendido y enseñado, a su manera, hace ya varias generaciones esto que mencionan Altieri y Toledo: “Los sistemas de producción fundados en principios agroecológicos son biodiversos, resilientes, eficientes energéticamente, socialmente justos y constituyen la base de una estrategia energética y productiva fuertemente vinculada a la soberanía alimentaria.” (Altieri 1995, Gliessman 1998 citados por Altieri y Toledo 2011).

Esta consciencia de la importancia y de las bondades de los sistemas agroecológicos, no solo se percibe en el discurso sino en el ejemplo, que muchas familias campesinas dan en sus parcelas, experimentando, arriesgándose a sembrar integrando conocimientos de sus padres y abuelos con conocimientos recientes de la agroecología. De esta manera, se desarrollan prácticas como el cultivo sin agroquímicos, el uso abonos orgánicos provenientes del ciclaje de desperdicios, excrementos, etc.; la preparación de remedios caseros a partir de plantas para controlar las plagas y el cultivo de plantas en asociación para el control de plagas (ej. ruda) o para el abono (ej. leguminosas que fijan nitrógeno). Bajo este modelo en las fincas se tienen múltiples cultivos en siembras policultivo o sistemas agroforestales, en la transición de agricultura convencional a la tradicional se puede hacer una reincorporación de mano de obra familiar, en donde cada uno de ellos tendrá un rol independiente (Machin et al., 2011: 120).

La producción campesina, el sancocho o la agroecología son estrategias de resistencia y protección del territorio, frente a los modelos productivos basados en los monocultivos, que le quitan autonomía y soberanía alimentaria a las comunidades.

Conocimiento y territorio

El conocimiento de los pueblos locales, fue durante mucho tiempo invisibilizado y subvalorado, luego de la Cumbre de la Tierra, en 1992, donde representantes del mundo se reunieron a discutir sobre la situación ambiental del planeta, las comunidades locales y sus conocimientos se identificaron como actores claves para la conservación y el cuidado de los ecosistemas.

Se han desarrollado, generación tras generación, conocimientos acerca de animales y plantas de la región que han ayudado también a la salud de campesinos y campesinas, medicxs tradicionales, sobanderxs, parterxs han sido lxs responsables de cuidar la vida de sus vecinxs y de sus familias.

El conocimiento acerca del territorio, épocas de siembra, manejo de semillas y cultivos, fauna, flora, uso de la madera, plantas medicinales, conocimiento del ciclo del agua, historias, leyendas y mitos demuestran la permanencia histórica y la vivencia campesina en esta zona y su apropiación simbólica de todo el territorio.

La construcción de este conocimiento requiere primero de un territorio, en el cual desarrollar las prácticas campesinas, un territorio para recorrer y observar sus dinámicas, para extraer lo necesario para la sobrevivencia familiar y comunitaria, sin que esta extracción (de madera, cacería, recolección de plantas) sea estigmatizada como depredación. Un territorio para cultivar, para experimentar tiempos de siembra y cosecha, conocer los tipos de suelo, los ciclos del agua, un territorio para innovar técnicas campesinas, el campesino y la campesina se convierten en activxs experimentadorxs e innovadorxs y la finca, en permanente y rico laboratorio de experimentación (Machín et al., 2011: 70). Este conocimiento construido territorialmente es transmitido de padres a hijxs, de campesinx a campesinx, dentro de la organización, a través de la educación no formal, y la formal desarrollando prácticas pedagógicas con los jóvenes campesinos y campesinas, en el estudio de los ecosistemas y los recursos naturales existentes en el territorio como estrategia para el cambio generacional que se debe dar en la región, complementándose con saberes externos.

Para que esta transmisión pueda hacerse, también es necesario un territorio, en el cual las nuevas generaciones puedan poner estos conocimientos en práctica y a través de la observación de la naturaleza, la experimentación y la integración de otros saberes, puedan seguir aprehendiendo y apropiando el territorio.

Por ello es necesario el establecimiento de territorios campesinos, donde la gente no tenga peligro de ser desarraigada y donde se siga construyendo y transmitiendo conocimiento campesino íntimamente ligado a la naturaleza sus ciclos y sus dinámicas creando cultura e identidad campesina, como se plantea en las Zonas de Reserva Campesina (ZRC) reglamentada en la ley 160 de 1994 y el decreto 1777 de 1996, cuyo objeto es el de fomentar y estabilizar la economía campesina, consolidar la pequeña propiedad rural acorde con políticas de conservación del medioambiente y los recursos naturales superando los conflictos sociales presentes en las mismas (Molina, 2012).

Apropiación colectiva del agua y conservación comunitaria de bosques y páramos

El lazo íntimo que las comunidades campesinas tienen con la tierra, no se da solamente con las tierras de ladera que cultivan, ellas saben que el funcionamiento de sus agroecosistemas depende de las zonas altas que proveen agua, nutrientes, semillas y el equilibrio ecosistémico a toda la región.

El páramo y las selvas altas de los andes son espacios construidos por los desarraigados históricos quienes ejercen un dominio de transformación continua de estos espacios geográficos, además son lugares de continua modelación social, ya que allí es donde han llegado los y las campesinas desplazados de sus tierras por los emporios económicos, como último lugar en el cual se puede reiniciar una vida en comunidad (CENSAT Agua Viva, 2000).

La importancia que lxs campesinxs le dan a estas zonas se traduce en la lucha que estas comunidades y sus organizaciones han dado para la protección de estas zonas frente a los intereses económicos externos, pero también se manifiesta a través de la apropiación simbólica de estas zonas con leyendas mitos, lugares y personajes mágicos, por ejemplo el camino de Guanacas tiene gran importancia para las comunidades campesinas de Inzá y Totoró, pues ha sido el camino de arrieros que permitían el intercambio de alimentos entre regiones, y también de campesinxs en busca de tierras. Esto se manifiesta a través de las historias de caminantes sobre las lagunas, sobre el duende, sobre lugares como la Piedra de Mamá Dominga o la Peña del Diablo.

Esos ecosistemas les brindan también alimento, medicina, leña que son claves en la vida campesina, muchas medicinas como la salvia, la verbena, el cacho de venado.

Aunque algunos sectores conservacionistas e instituciones ambientales estatales, quieran convertir en las zonas altas en áreas protegidas intocables, la realidad es que ningún proyecto de conservación puede funcionar si no parte de la misma gente que habita el territorio. Estas instituciones conservacionistas son las que primero se doblegan ante transnacionales del petróleo, de la minería y la producción agroindustrial.

El control ambiental, como bien lo dijo un campesino de Itaibe, “se ejerce sobre quienes no pueden defenderse, pero casi nunca sobre empresas, instituciones y personas con poder y dinero”. Es así como han existido época en la que se explotó, con el aval del Inderena, el recurso maderero de especies nativas, lo que originó a su vez nuevos sistemas de explotación forestal de pinos y eucaliptos, vemos hoy en día que a través de la locomotora minera, el gobierno incentiva la exploración y explotación de minerales en todo el país.

En estos proyectos de gran impacto como concesiones madereras, minería e hidroeléctricas, generan en la región conflictos que Joan Martínez Alier, ha llamado conflictos de distribución ecológica, es decir “asimetrías o desigualdades sociales, espaciales y temporales, en el uso humano de los recursos servicios ambientales” (Martínez Alier, 1999: 103). Como lo mencionaba un líder de La Vega, “los minerales extraídos y las riquezas generadas salen de la región y del país, dejándole a las comunidades locales los costos, sociales y ambientales de estos proyectos (contaminación, sequía, conflictos internos de las comunidades, erosión, pérdida cultural y de territorios)”.

En cambio esfuerzos de las comunidades por proteger bosques, páramos, quebradas y nacimientos de agua se han invisibilizado. Campesinos y campesinas que habitan en la zona han defendido sus territorios de la minería, de extracciones masivas de madera y han conservado, restaurado y repoblado bosques con especies nativas gracias a sus conocimientos ancestrales del bosque.

En la Vega (Santa Bárbara y Altamira) y en Inzá (Agua Blanca), las organizaciones campesinas han logrado que las empresas mineras abandonen el territorio y no comiencen o continúen la explotación minera de la zona.

En esta misma dirección, para conservar el agua las comunidades campesinas sin financiación externa sino con su propio trabajo y esfuerzo (Inzá, La Vega), han comprado colectivamente terrenos para el cuidado de los bosques donde nace el agua evitando que se siga talando en esas zonas, pero sobre todo resistiendo a la privatización del agua que amenaza la autonomía de las comunidades sobre sus territorios y así garantizar el agua como un derecho para todos los seres humanos y no como un negocio.

Existe una leve tendencia a cambiar los patrones de tenencia de los bosques en algunos países, a favor de colectividades locales, “En un estudio acerca de la tenencia forestal en 25 de los 30 países con más bosques,… determinaron que 15 países habían experimentado un aumento en el área asignada a comunidades o bajo propiedad de ellas desde el 2002. En la actualidad, el 74,3% de los bosques a nivel mundial son administrados por el gobierno; 2,3% es propiedad del gobierno, pero ha sido designado para uso de las comunidades; el 9,1% es propiedad de comunidades y el 14,2% restante es propiedad de individuos y empresas. Por sí solo, el porcentaje de bosques que se encuentra bajo control de comunidades en el mundo en desarrollo es mucho más alto (hoy en día), 22% en 2002 y 27% en 2008. (Sunderlin et al, 2008, citado por Larson et al.)

Este fenómeno se ha dado en los Estados, por la lucha que organizaciones de base y movimientos sociales han dado frente al tema del manejo de los bosques, es importante que desde las organizaciones campesinas se generen propuestas para que desde las reservas campesinas se permita el manejo autónomo y soberano de los bosques y ecosistemas de montaña, como un reconocimiento al papel que como comunidades locales han jugado en el conocimiento y la conservación de este.

Es importante, para el campesinado, visibilizarse como actor frente al sistema regional de áreas protegidas, y buscar figuras de conservación que permitan autonomía y manejo por parte de las comunidades campesinas.

Es clave en esta dirección también, que desde las organizaciones campesinas se continúe con la apropiación colectiva del agua, de los bosques, de los páramos, para, de esta manera, generar procesos de manejo comunitario de estos territorios y encontrar colectivamente formas de conservar estas zonas estratégicas ecológica, cultural y socialmente.

Bibliografía

Altieri, Miguel y Toledo, Victor 2011, La revolución agroecológica en América Latina, SOCLA.
http://www.agroeco.org/socla/pdfs/AGROECOLOGIA%20ALTIERI%20&%20TOLEDO%202011-1.pdf

Machín Sosa, Braulio; Roque Jaime, Adilén María; Ávila Lozano, Dana Rocío; Rosset, Peter Michael. 2012. Revolución Agroecológica. El Movimiento de Campesino a Campesino de la ANAP en Cuba. Asociación Nacional de Agricultores Pequeños y La Vía Campesina. Tercera Edición. Colombia.

CENSAT Agua Viva. 2000. Páramos y Bosques de Niebla. Santafé de Bogotá. Colombia.

Molina López, Luis. 2010. Zonas de Reserva Campesina en el Sur de Bolívar. Una propuesta de ordenamiento territorial rural. Política de Tierras y Desarrollo Rural. ¿Cuál futuro para el campo colombiano?. Revista Semillas. No. 44/45. Junio de 2011. Página 84.

Larson, A.M., Barry, D., Dahal, G.R. y Colfer, C.J.P. 2010. Bosques y derechos comunitarios: Las reformas en la tenencia forestal. CIFOR, Bogor, Indonesia.

Martínez Alier, Joan 1999 Introducción a la economía ecológica. Editorial Rubes. Barcelona.

- Este documento resumen hace parte del Estudio de poblamiento campesino, uso y tenencia de la tierra y el territorio en siete municipios del departamento del Cauca- Colombia, liderado por la ACIT y el PUPSOC.