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El otro abrazo será en la calle
Reflexiones de una médica argentina-cubana a propósito de las dos visitas médicas efectuadas la semana pasada a los seis campesinos paraguayos presos y en huelga de hambre en la cárcel de Marcos Paz.
Mercedes Alifano / Miércoles 1ro de octubre de 2008
 
Los seis campesinos paraguayos presos en Argentina

Cuando íbamos camino a la cárcel de Marcos Paz, nos acompañaba la incertidumbre de cómo iríamos a encontrar a esos cumpas paraguayos que llevan ya más de 40 días en huelga de hambre (ellos son Simeón Bordón Salinas, Roque Rodríguez, Arístides Vera, Gustavo Lezcano, Basiliano Cardozo y Agustín Acosta).

La majestuosidad de las carreteras de inicio, perfectamente iluminadas, a cuyas márgenes hay asentados distintos tipos poblacionales, nos metió en otro paisaje increíble de una Argentina del contraste: la castigada y marginada, la que te aprieta el corazón cuando la nostalgia te lleva lejos, la que inaugura hospitales de “cáscara vacía”, la que acumula cientos y cientos de basurales, la que esconde la basura que en ellos se acumula -para que no se contaminen los “otros”, sin lograr que estos no seamos nosotros-, la que cubre con discretas y mustias sequedades una ecología lesionada en sus productos por el maltrato de este capitalismo agresivo y en crisis.

Nosotros, los que siempre luchamos contra todo tipo de injusticia, los que queremos y creemos que hay otro mundo posible y transformador, vamos valorando esa realidad desde nuestros diferentes lugares de análisis y nos vamos acercando a la necesidad de la construcción de una única voluntad. En este caso, la solidaridad es el elemento que nos lleva a atravesar los muros de esa cárcel moderna por su apariencia, con sus amabilidades y rigideces; pero tan oscura y siniestra como son los sistemas de aislamientos.

Entonces, cuando se abre la puerta y aparecen Agustín, Arístides, Gustavo, Roque, Basiliano y Simeón, se nos moviliza el sentimiento y la mente. Nos trae a colación la tremenda injusticia de estos más de dos años de encierro con una causa armada sobre la declaración de uno “que dice que dijeron”; y con la presentación por parte de ellos en dos oportunidades frente al juez de la causa, que no los tuvo en cuenta ya que no estaban “implicados” ni siquiera como testigos de cargo.

También, con el pedido formal de exilio en el consulado argentino en Paraguay y el consejo de trasladarse a nuestro país para efectivizarlo, ya que sobre ellos no pesaba ninguna orden de captura... Pero luego: la detención dentro mismo del Centro de Elegibilidad para los Refugiados por una orden de captura librada por Interpol, y la tremenda maraña de acusarlos de un secuestro que niegan haber cometido, ya que dicen: “Somos amantes de la vida, trabajadores de la tierra y jamás dañaríamos a una mujer que asoma en la ternura y es fuente de reproducción de ésta”.

Nos recordamos entonces de las 162 víctimas de las luchas campesinas; de los 3.600 procesados por esta lucha; de una fiscalía que no investiga los hechos denunciados por la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay; de la existencia de Comisiones de Seguridad Ciudadana (órganos parapoliciales que actúan en la represión y delación de los luchadores); de la presencia de una oficina pública del FBI (legalizada por la dictadura de Stroessner desde 1954) que simboliza la intromisión yanqui en el Paraguay por considerar a este país el “corazón” desde el cual monitorear y frustrar los procesos latinoamericanos; y de ese poder judicial en manos del Partido Colorado cuya campaña de “El Secuestro Tiene Cura”, apunta a golpear el presente político de esperanza y cambio que se intenta desarrollar en el país hermano.

Entonces, las palideces de estos campesinos encarcelados por luchar, el enlentecimiento tras sus tantos días de ayuno, los más de 10 kilos que perdieron, las lesiones que lentamente se van instalando en sus órganos vitales, los calambres y el sueño perturbado son parte de su resistencia para junto a su dignidad e inocencia proclamada, resumir la necesidad de reclamar por el ¡refugio ya!