Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste Antioqueño
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¿Sobrevivir con bala de fusil en el cuerpo?
La indígena Omaira Nayasa, del nordeste antioqueño, se encuentra en grave estado de salud al ser herida por el ejército
Bibiana Ramírez / Martes 25 de noviembre de 2014
 
Lugar de los hechos

De Segovia a la vereda las Guaguas son cuatro horas de viaje, por carretera destapada. Hay que atravesar quebradas grandes, que a pie sería difícil cruzar, porque el agua llega más arriba de las rodillas y sobre todo en invierno, cuando el agua lleva fuerza. Hay bastante bosque, pero también bastante tala de árboles. Es una zona maderera.

El 31 de octubre fue un día trágico para la vereda y más para los 500 habitantes del resguardo indígena Tagual La Po. El Batallón Plan Energético y Vial No 8, adscrito a la Décimo Cuarta Brigada disparó ráfagas de fusil en las Guaguas de una manera desaforada. Ahí quedó herida Omaira Nayasa en su pierna izquierda y el estómago.

Ella es de baja estatura y tiene unos 50 años. Cuando fuimos a visitarla, estaba sentada en el suelo sobre unas telas y cojines que hacían de cama. En su rostro se veía marcado el dolor que casi durante un mes la ha tenido quieta. Su tobillo está hinchado y las heridas de los fusiles todavía sin sanar.
Es una mujer trabajadora. Casi no se comunica en español. Su casa se la pasa llena de visitantes, sus hijos y nietos, es el centro. Es una comunidad Embera Chamí. Tagual es una planta que se come y Po, serpiente y el nombre de un río de la región. Lo de la serpiente es muy cierto, porque ese día nos salieron varias.

Herida de fuisil en el estómago de Omaira

La comunidad relata los hechos

Caminando, el resguardo está a una hora de distancia del caserío de las Guaguas. Ese 31 de octubre Omaira fue a la vereda porque un tío suyo le iba a regalar un maíz y debían cosecharlo primero. La presidenta de la junta se encontró con ella “y empezamos a recochar, porque somos amigas. Ella se sentó y se quitó las botas para descansar en un arrume de madera. Era la una de la tarde. Los soldados estaban detrás de la casa y en la loma. Dispararon varias ráfagas y unas cayeron a la tienda, dañó parte del techo y le pegó a una lata cerca de la que había una pipeta de gas”. Todo hubiese sido peor.

Como relatan otros vecinos, Omaira salió corriendo. El primer impacto lo recibió detrás de la rodilla y al cogerse la pierna le llegó el otro al estómago. “Cuando sucedió todo, nos dijeron que no nos moviéramos”.

Cuenta el esposo de Omaira que “llegamos como 150 personas y citamos al comandante. Les dijimos que iba más de una hora que la compañera estaba ahí tirada y no hacían nada”. Ella ya estaba perdiendo bastante sangre. En los videos que grabaron los indígenas y campesinos se le ve mal, sin fuerzas y debilitada.

A las 4 de la tarde llegó el helicóptero. Le prestaron primeros auxilios y se la llevaron con dos acompañantes más. Ellos cuentan que fue muy duro ir hasta Medellín porque todo el tiempo tuvieron que estar desmintiendo las afirmaciones de los soldados, además que no les dieron comida durante dos días que duraron fuera de casa y tampoco tenían dinero.

Esa noche llegaron al hospital. Los militares dieron la información para la historia clínica de Omaira. “Primero dijeron que había sido un enfrentamiento con la guerrilla, luego que había sido una bala perdida y después que los enfrentamientos fueron en Amagá. Cuando dije que eso no era verdad nos dicen que -hasta que no verifiquen bien, no la atendemos- y ella cada vez peor”.

Le hicieron un lavado en la pierna y en el estómago. Al otro día le dieron de alta. Ella decía que tenía algo dentro, pero en el hospital le dijeron que lo del estómago era apenas un raspón. Para el regreso les dieron 100 mil pesos para ella y de a 47 mil para cada uno, lo que vale el pasaje para Segovia.
Resulta que Omaira todavía tiene la bala dentro del estómago. A un costado se le puede sentir la punta y tiene la piel morada. “Estoy muy preocupado por la vida de mi esposa, porque ella cuenta que es muy doloroso”.

Verificación de los hechos

Ya habían pasado 20 días y Omaira en total abandono. El ejército no se volvió a presentar. Desde el resguardo llamaban a la organización que los cobija (OIA) y tampoco recibían apoyo. Llamaron a Cahucopana, que tiene presencia en la vereda Las Guaguas y ellos se hicieron cargo del proceso. Se convocó a la comunidad, sobre todo del resguardo, para que relataran lo que había pasado el 31 de octubre y al tiempo para que hicieran otro tipo de denuncias si habían sido violados sus derechos por parte de cualquier grupo armado.

Al principio la gente estuvo temerosa, porque saben que denunciando pueden correr peligro, sobre todo por amenazas del mismo ejército. Luego fueron saliendo las palabras, sobre todo de los mayores. Uno de ellos subió el tono de voz y con indignación le reprochó al ejército:

“ustedes son el ejército gobiernista pero para acercarse con nosotros esa no es la manera. No compartimos esas acciones. Cómo es posible que sean nuestros enemigos cuando nosotros estamos tranquilos en estas tierras. Eso es un delito contra los indígenas. No queremos que las armas nos sigan apuntando, disparando y asesinando. Esto no es para que se quede en la impunidad, como favoreciendo una fuerza del estado. Esto puede seguir pasando a los indígenas y a los campesinos. No lo podemos perdonar”.

La gente les decía a los dos acompañantes de Omaira “pilas con ellos, son muy lisos, cambian todo”.

Luego otro mayor relató, ya sin ningún temor: “he visto cómo el ejército mata a un compañero y le mete la pistola, lo camufla y luego sale como guerrillero, sabiendo uno que es arriero. ¿Quién sabe de eso? nadie. Por no meterme en el problema, yo no vi nada. ¿Estoy a favor de quién? Nosotros, a los malos, a los criminales, tenemos que hacerles bulla, cueste lo que cueste”.

Reunión de verificación de derechos humanos

Fot de portada: herida de Omaira en la pierna