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Uribe en su laberinto: ¿de qué hablaría el senador con el fiscal Montealegre?
Shameel Thahir Silva / Miércoles 26 de noviembre de 2014
 

La semana que termina trajo muchos ires y venires, opiniones de un lado y de otro, desde un general de la república que por un aparente “descuido” se deja capturar de las FARC-EP hasta la reunión del antes poderoso Uribe con el que ayer señalaba de “poco independiente” aunque es el fiscal general de la nación y cruzado todo esto con manifestaciones ciudadanas que exigían la reanudación del proceso de paz entre las FARC-EP y el gobierno Santos con la conmemoración de los dos años de este y la evidente necesidad de desescalar el conflicto armado para abonar el camino hacia un cese bilateral del fuego definitivo que abra esa puerta del cuesta arriba hacia la paz con justicia social.

Lo interesante de todo esto, que vale la pena señalar, en medio del torrente de opinión que se genera por la evidente polémica alrededor del innegable conflicto que se intenta solucionar dialogando en Cuba, es que el poder de Álvaro Uribe Vélez en Colombia está basado en el miedo, y ese miedo se está perdiendo en la entraña de las clases populares.

Por ejemplo, para mí y para muchos, es un descaro que el senador Uribe se reúna con el fiscal como si nada, con más de 80 procesos abiertos en su contra en la inoperante comisión de acusaciones, después de que se fue a limpiar los zapatos en las puertas del búnker de la fiscalía ignorando que supuestamente tenía pruebas de las mil y una acusaciones que está acostumbrado a hacer sin fundamentos reales, suponiendo que siempre saldrá bien librado de sus calumnias por simplemente ser él, al igual que cuando “trina”, sin el menor asomo de vergüenza, información que compromete, ahí si, la seguridad nacional, como coordenadas con la ubicación de jefes guerrilleros o sabe él primero sobre la captura del tan nombrado general antes que el presidente lo hiciera oficial (aunque por un trino también).

Yo pensé que en esta reunión entregaría alguna de esas tales pruebas que dice tener sobre las acusaciones que ha lanzado a diestra y siniestra.

No debemos perder de vista que si estamos en un proceso de paz no es por la “seguridad democrática” que supuestamente llevó a la guerrilla al tan nombrado “fin del fin” sino que en cambio es producto de un flujo de la movilización social y popular que ha presionado durante años por la solución política y negociada del conflicto social y armado pasando de la exigencia a hacer real un intercambio humanitario hasta el momento en el que estamos hoy, en donde exigimos que no se levanten de la mesa y tengan la valentía y el arrojo de hacer real ese cese bilateral sin vuelta atrás.

Existe el mito de que el uribismo puede incendiar el país si no se cumplen sus “demandas” en cuanto a que todo en este país es culpa de los “terroristas de la far” y que por lo tanto todos los guerrilleros deben pagar cárcel y se les debe quitar sus derechos ciudadanos como el de la participación política, ¿o deben ser extraditados como los 14 ex jefes de las AUC para así ocultar la verdad, se embolate la justicia y se olviden de la reparación?

Sinceramente yo creo que, al igual que el Partido de la U, el Centro Democrático está pegado con babas y se mueve según los intereses de quienes lo conforman. El senador Uribe solo tiene como incondicionales a las familias terratenientes como las que representa la senadora María Fernanda Cabal o el oscuro personaje José Félix Lafaurie, por otro lado la tan bullosa Paloma Valencia es solo una niña que juega a ser descarriada de su familia tradicional más cercana a los Santos y a los Lleras que a José Obdulio, primo de Pablo Escobar, que con un lenguaje “enredado” posa de intelectual cuando en la práctica ha demostrado ser un ser humano despreciable que no le tiembla la voz al burlarse del padre del respetado senador Iván Cepeda Castro.

Esas familias terratenientes incondicionales al uribismo lo son porque finalmente están en el núcleo de ese nudo gordiano que están desenredando en La Habana. Así como violentamente se impusieron en las regiones y acumularon hectáreas a punta de sangre y dolor, hoy son los peores enemigos del proceso de paz que se adelanta y Uribe es su alfil más firme.

Ni siquiera las familias de los casi 500 mil efectivos de la fuerza pública son votos seguros de Uribe, ya que si mañana el desarrollo de los diálogos con las FARC-EP da como resultado ventajas en cuanto a justicia transicional se refiere, tanto para militares como para insurgentes, personajes clave como el sanguinario Plazas Vega o quien sabe hasta el carnicero de Rito Alejo del Río pondrán sobre una balanza el apoyo ciego a Uribe frente a menos años de cárcel o “castigos” alternativos y el egoísmo que los llevó a cometer los crímenes que realizaron sin asco los llevará a dejar en el camino al senador Uribe así como lo hizo el “traidor” de Juan Manuel Santos, quien fiel a su clase social busca abrirle paso a los Ardila Lülle y los Sarmiento Angulo para que acumulen todo el capital que en estos momentos está estancado como producto del conflicto armado, tal cual como se evidencia en los intentos de implementación de proyectos agroindustriales en el Llano o el torrente de reformas que se vienen contrarias a lo ya acordado en La Habana respecto a política de desarrollo agrario integral.

Lo cierto es que Uribe y el supuesto poder que tiene es una cosa más de los medios corporativos de comunicación que funcionan como caja de resonancia de sus delirantes trinos como ese en donde “corresponsabilizó” a las FARC-EP de la desaparición de los 43 inocentes estudiantes de Ayotnizapa. La reunión con el fiscal puede interpretarse como un abrebocas de su pedida de pista en el santismo. No le queda de otra, esta bochornosa situación del general en paseo de olla en el Atrato, que un Uribe con un poder real hubiera aprovechado para desbaratar el proceso de paz, en cambio, sirvió para darle aire al mismo. El proceso salió fortalecido y el “poder” del senador Uribe quedo en evidencia.

Al final Uribe es solo una expresión de la fractura en el régimen establecido y la oportunidad que tiene la Colombia social y popular de ir mas allá de La Habana y pelearse la paz con justicia social desatando su poder constituyente y convirtiéndose en poder constituido, dándole fin con ese proceso a décadas de conflicto armado, y empezando así la pelea por la hegemonía construyendo así revolución.