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" Conozco suficientemente los medios y su poder terriblemente alejado de principios éticos"
Carta del padre Javier Giraldo al periodista Rafael Poveda sobre las calumnias de este último contra la Comunidad de Paz de San José de Apartadó
Javier Giraldo Moreno, S.J. / Lunes 15 de diciembre de 2014
 

Bogotá, diciembre 11 de 2014

Señor

RAFAEL POVEDA

Programa Testigo Directo

Carrera 15 No. 31 B 33 BOGOTÁ, D.C.

Reciba un atento saludo.

Recientemente he conocido la emisión televisada de “Testigo Directo” difundida, según me dicen, los días 18 y/o 19 de octubre de este año, dedicada a la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, comunidad que yo acompaño desde su cruento nacimiento en 1997.

Ya varios amigos y personas conocidas me habían hecho comentarios sobre la misma. Para todos y todas no se trataba de ningún programa informativo ni mucho menos ‘imparcial’. Al ver la grabación concuerdo con todos ellos y ellas en que se trata de una pieza intencional de campaña muy consciente y perversamente dirigida a calumniar, difamar y estigmatizar a la Comunidad de Paz.

Los personajes ‘inocentes’ que usted selecciona para sus propósitos dejan fuera de toda duda sus intenciones; son ellos: el Coronel Germán Rojas Díaz; un supuesto periodista Alexander Oyola quien hace las afirmaciones más infames, falsas y calumniosas; un ex Alcalde de Apartadó profundamente cuestionado por sus desempeños y relaciones; un supuesto desmovilizado de la guerrilla ampliamente conocido en la zona como integrado a las estructuras paramilitares que ha configurado la Brigada XVII, complementando algunos segundos con frases deshilvanadas de dos pobladores para fingir alguna neutralidad. El periodista Oyola se atreve a violar ante las cámaras los espacios privados de la Comunidad de Paz y a forzar declaraciones de quienes no quieren hablar ante periodistas que siempre los han calumniado. Con todas esas suciedades logra sus propósitos infames: decirle al país y al mundo que la Comunidad de Paz es el hogar de la guerrilla; que todos sus combatientes han nacido allí y tienen allí a sus familias; que la Comunidad recibe monstruosas sumas de dinero de otros países (lo que contrasta con la pobreza filmada y de la cual a la vez se burla); que con la Comunidad no se pueden entender las instituciones legales que actúan según la ley, enmarcando todo finalmente en las expresiones furiosas de un coronel quien es altamente elogiado en el video, cuya boca califica con ira no disimulada el valor moral de los integrantes de la Comunidad: “¡Bandidos!”.

Seríamos demasiado ingenuos si no relacionáramos dichas emisiones con sus contextos inmediatos: los volantes que helicópteros del ejército distribuyeron desde el aire en varias poblaciones de Urabá, los mismos que soldados del ejército repartieron en barrios de Medellín y que están escritos en nombre del empresariado urabaense para elogiar y apoyar al Coronel Rojas Díaz, comandante de la Brigada XVII y que según ellos es la ‘víctima’ de la Comunidad de Paz que lo calumnia e injuria “por mandato de los señores de La Habana”. El elogio concomitante a su programa de “Testigo Directo” y el titular infame del volante: “No más bandidos terroristas en Urabá”, destapa, quizás sin que lo pretendieran, los lazos que amarran el programa con el lenguaje del Coronel y la campaña premeditada de difamación.

Es difícil entonces no concluir que usted, la Brigada XVII y el empresariado urabaense configuran un colectivo con propósitos más que claros de destruir moralmente a la Comunidad de Paz; de difamarla, estigmatizarla y quizás, Dios no lo quiera, de destruirla físicamente, como se lo explicitó el Coronel Rojas a un miembro de la Comunidad en 2009, cuando era comandante del Batallón Voltígeros, añadiéndole que si él no le ayudaba a destruirla, le inventaría un proceso, ya fuera por guerrillero o por narcotraficante. Como dicha persona no le aceptó tan criminal propuesta sino que lo denunció, de allí en adelante apareció en varias listas de gente para matar, leídas públicamente por paramilitares ayudantes del Coronel Rojas, entre ellos Wilfer Higuita, su brazo derecho, quien fue el primero que lo comunicó telefónicamente con el Coronel; luego le incineraron su vivienda y lo sometieron a amenazas y persecuciones sin fin.

El empresariado urabaense algún día deberá responder ante la historia por sus crímenes. Muchos de ellos han sido sacados a la luz por algunos que antes les colaboraron, como Mancuso, Hever Veloza, Don Berna, Raúl Hazbún, los empresarios de Chiquita Brands y muchos otros, tal como lo han confesado en sus tardíos arrepentimientos.

Si usted hubiera querido transmitirle al mundo la verdadera situación de San José de Apartadó, habría tenido abundante tema. Usted bien sabe que a la Comunidad y al campesinado de su entorno más cercano le han asesinado en estos 17 años más de 300 integrantes, la mayoría en forma terriblemente cruel; que la comunidad ha recibido 348 amenazas de muerte y destrucción y ha sufrido 100 casos de tortura y 200 montajes judiciales confeccionados con la más refinada perversidad; que ya van más de 50 desplazamientos colectivos dentro del territorio; que en 324 ocasiones los paramilitares han ocupado los espacios íntimos en estrecha coordinación con el ejército que lo hace sin ningún fundamento legal y acompañando sus incursiones con todo tipo de ultrajes y afrentas a la dignidad; que en otras 186 ocasiones ha sido la fuerza pública la que ha ocupado sus recintos privados en abierta violación de las leyes y con aterrador desprecio de la dignidad humana; que para arrebatarles sus tierras, militares y paramilitares asesinaron entre 2001 y 2003 a varios conductores de chiveros para que nadie les transportara comida y que luego asesinaron a todo el que tenía alguna venta de alimentos en el trayecto de los 12 kilómetros de carretera entre San José y Apartadó, para matarlos por hambre; que la comunidad ha sufrido incineraciones de viviendas y cultivos, abusos sexuales, otras muchas campañas de difamación similares a la suya, incluso una dirigida por el Presidente Uribe de la cual la Corte Constitucional obligó a la Presidencia a retractarse sin que lo haya hecho de manera completa; empadronamientos ilegales, profanación de cadáveres; robos de sus animales de carga; pillaje de sus despensas y asalto a sus pobrísimos productos que sacan a la venta; destrucción de sus menajes y elementos de sobrevivencia y, casi no vale mencionarlo por lo ya muy conocido, masacres tan terribles como la del 21 de febrero de 2005 con descuartizamiento de niños hasta de 18 meses.

¿Por qué, Señor Poveda, si usted quería informar con objetividad y ‘neutralidad’ lo que ocurre en la región, no se puso sus botas y se fue a las veredas Rodoxalí, La Hoz, Sabaleta, Playalarga, para que hubiera visto en plena acción a los paramilitares construyendo carreteras para mejorar su dominio sobre la población rural, con la complicidad de todas las autoridades, y por qué no fue a investigar la desaparición forzada de Buenaventura Hoyos, en la vereda La Hoz, en septiembre de 20013? ¿Por qué no investiga por qué el gobierno colombiano, luego de fuerte presión internacional, permitió que a Buenaventura lo entregaran clandestinamente con grandes amenazas, con tal de que las estructuras paramilitares que operan en Pueblo Galleta, Nuevo Antioquia, Sabaleta, Rodoxalí, Playalarga y otras veredas quedaran intactas y no sufrieran ni investigación ni sanción alguna? ¿Ignora usted acaso que en octubre de 2013, 150 personas, incluyendo periodistas, esos sí honestos, organizaciones humanitarias de 8 países y delegaciones campesinas e indígenas de varias regiones de Colombia, estuvimos en la zona en que desaparecieron a Buenaventura y pudimos comprobar, en vivo y en directo, cómo los militares acampaban a 300 metros de los paramilitares que lo desaparecieron?

Produce demasiada tristeza encontrar un periodismo moralmente tan putrefacto, que elogia y apoya a los militares criminales, que hace causa común con un empresariado y una fuerza pública que tiene sus manos horriblemente manchadas de sangre y que se ensaña contra las víctimas de manera tan infame, denigrándolas, calumniándolas, difamándolas, estigmatizándolas. Desgraciadamente ese es el periodismo que tenemos. Los medios masivos están financiados por capitales multinacionales a los cuales les sirven de la manera más abyecta y deplorable. ¿Cuándo será que tenemos en Colombia unos medios adaptados a estructuras mínimamente democráticas, donde la gente siquiera pueda defenderse de tantas infamias?

Comprendo que es tiempo perdido pedirle que rectifique ante la opinión nacional e internacional sus calumnias e infamias. Conozco suficientemente los medios y su poder terriblemente alejado de principios éticos.

No puedo menos que censurar enérgicamente tanta infamia de su parte y sentir un profundo dolor de patria.

Atentamente,

Javier Giraldo Moreno, S. J.