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Mesa de La Habana: “Después de la tempestad viene la calma”
La crisis reciente fue superada y los avances del proceso están reflejados en los tres puntos con acuerdos parciales y el desarrollo del tema de las víctimas. Expectativas sobre la discusión del fin del conflicto
Hernando López / Miércoles 17 de diciembre de 2014
 
Encuentro de delegaciones de paz en La Habana.

“Después de la tempestad viene la calma”, dice el refrán popular. Así parece comprobarse después de la crisis, declarada resuelta por las dos partes, por la que atravesó el proceso de conversaciones de La Habana a raíz de la retención del general Rubén Darío Alzate y de sus dos acompañantes por un frente de las FARC-EP en el departamento de Chocó.

La crisis fue resuelta con la mediación de los países garantes, Cuba y Noruega, con la adopción de una declaración conjunta en que las partes acordaron reanudar el diálogo a partir del miércoles 10 de diciembre y abordar en lo concreto lo que fue calificado como “desescalonamiento” del conflicto. Aunque en realidad, como opinan tantos entendidos, lo que se requiere para “blindar el proceso de paz” es el cese de fuegos bilateral, rechazado por el Gobierno Nacional que sigue acariciando la idea de derrotar a la guerrilla con la presión militar.

Es la manida estrategia de derrotar primero a la guerrilla para sentarla a firmar la rendición en la mesa. Ha fracasado durante seis décadas. La clase dominante, desde antes de Marquetalia, cuando la guerrilla salió a fundar a las FARC, se negó al diálogo y a la solución política concertada del conflicto colombiano y prefirió la vía militar con el apoyo de Estados Unidos y otras potencias capitalistas, pero la tan anunciada “madre de todas las batallas” nunca apareció; el conflicto se prolongó de manera indefinida. Es la realidad histórica.

Diálogo con sigilo

El diálogo se reanudó y avanza con sigilo, aunque en medio de especulaciones y mentiras como las que divulgó el senador Uribe Vélez a través de su cuenta de Twitter, cuestionadas y rechazadas por Iván Márquez y Humberto de la Calle Lombana, cabezas visibles de las dos delegaciones de paz.

El pasado domingo 14 de diciembre fue la reunión de la Comisión de Género en la cual participaron la dramaturga Patricia Ariza y Ana Elsa Rojas, dirigente de la Comisión de Mujeres del Partido Comunista Colombiano. Y el 16 de diciembre, cuando comienza la novena de aguinaldos, la mesa recibirá la última delegación de las víctimas para completar el total de 60 representantes de todas las víctimas, que han planteado su tragedia y su situación pero han hecho énfasis en que la paz debe darse y que las partes no deben levantarse de la mesa hasta tanto no lleguen al acuerdo de paz estable y duradera.

El 17 de diciembre terminará este ciclo y, según anunciaron las partes en la declaración conjunta de la semana pasada cuando se conjuró la crisis, la próxima ronda se cumplirá a mediados de febrero en fecha que seguramente anunciarán al terminar la presente. El énfasis estará en el acuerdo sobre víctimas y en el “desescalonamiento” del conflicto que deberá tener repercusiones para bajar la intensidad de la confrontación, por lo menos en acuerdos humanitarios bilaterales.

Los acuerdos bilaterales

Este año fue el de la divulgación de los borradores sobre los tres temas que tienen acuerdos parciales: Desarrollo Agrario Integral, Participación Política y Solución al Problema de las Drogas ilícitas, todos precedidos de foros nacionales. Este año hubo los foros sobre drogas ilícitas y los de víctimas, tres regionales y uno nacional. Todos con amplia repercusión en el país y en el exterior.

Los borradores demostraron que los diálogos de La Habana avanzaron como ningún proceso anterior, aunque quedan puntos pendientes, muy importantes, que deben ser debatidos y aprobados, en el entendido de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. No existe consenso, por ejemplo, en el mecanismo de refrendación. El Gobierno prefiere el referendo, mientras que la guerrilla, como varias organizaciones populares y de paz, se inclina por la asamblea nacional constituyente.

En este sentido, para muchos analistas y columnistas de medios de comunicación es muy difícil asegurar que el proceso sea irreversible. Los desacuerdos son de peso y la confianza se ha perdido con la crisis reciente, que está superada pero deja secuelas, pues el presidente Santos, en forma apresurada, suspendió los diálogos, sin tener en cuenta el Acuerdo de La Habana que establece que “son ininterrumpidos” y que es la misma parte oficial la que insiste, casi que con terquedad, que se debe dialogar en medio del conflicto. La confianza hay que construirla con hechos y actos de paz, que son de doble vía y no unilaterales como lo cree la parte oficial.

Casi al finalizar el año el debate nacional está alborotado porque para las FARC es difícil aceptar que hay garantías políticas mientras exista el paramilitarismo; y el Gobierno se debate en medio de presiones sobre el reconocimiento del delito político y de la conexidad con el narcotráfico y otros delitos. Sobresalen las propuestas modernas y avanzadas, en este sentido, del fiscal general de la nación, Eduardo Montealegre Lynett.

Para las FARC, la realidad nacional “pone de manifiesto la irresponsabilidad de quienes, en aras de cuestionar o dificultar las actuales conversaciones de paz y las buenas perspectivas de estas, reiteradamente pretenden difundir una imagen de las FARC-EP como perpetradores de graves crímenes internacionales, -el supuesto ‘horror guerrillero’ que se ha utilizado propagandísticamente para tapar las atrocidades paramilitares- exigiéndonos a la vez el reconocimiento expreso de unos delitos por los que nunca ningún miembro de la insurgencia ha sido condenado por los tribunales del Estado colombiano, un Estado que si por algo se ha caracterizado es por adelantar una persecución penal implacable contra nuestros militantes y simpatizantes, así como contra cualquier militante de causas populares, en contraste con un escandaloso abandono de la obligación de perseguir los crímenes perpetrados por el Estado y sus auxiliadores paramilitares, esos sí, graves crímenes internacionales que en su mayoría permanecen en la impunidad”.

Expectativas frente a otros temas

Quedan las expectativas sobre el mecanismo de refrendación, la aprobación de los temas pendientes sobre los cuales no existen acuerdos, el cese bilateral de fuegos, la llamada justicia transicional, la dejación de las armas y otros aspectos importantes de un proceso que no parece estar tan cerca de su acuerdo final y definitivo como lo creen algunos parlamentarios y voceros gubernamentales.

La Comisión de Normalización sobre el fin del conflicto, que cuenta con participación de militares y está encabezada por el general Javier Alberto Flórez Aristizábal, con miembros de la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía, no ha despegado plenamente aunque comienzan a delimitarse temas y aspectos sustanciales que son de su ámbito y que serán definitivos para el acuerdo político y social que le ponga fin al conflicto.

Así las cosas, los tiempos siguen siendo los razonables, no los que quieren imponer congresistas locuaces o el Gobierno Nacional de acuerdo con sus conveniencias. No se trata del “diálogo infinito” o “interminable” pero sí el que transcurre en el tiempo estrictamente necesario para construir la paz estable y duradera.