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"Necesitamos mecanismos alternativos de sanción"
Nelly Valbuena Bedoya / Lunes 23 de marzo de 2015
 

Olga Amparo Sánchez, directora de la Casa de la Mujer, organización colombiana que lleva 32 años trabajando por los derechos de las mujeres y para que en los acuerdos de paz ellas estén presentes, cree que la sociedad colombiana debe enamorarse de la paz y que en las regiones se debe hacer un trabajo muy cuidadoso, pues es allí donde las mujeres tendrán que conversar con las personas reintegradas a la vida civil y con el Estado. Una dinámica que además se articula a la de muchas familias en las que no solo existe un hijo en la insurgencia, sino en el paramilitarismo y en la Fuerza Pública.

Olga Amparo es una feminista convencida no sólo de que es posible tener un país en paz sino que las mujeres tienen un papel decisivo en las negociaciones y en la refrendación de los acuerdos. Aquí habla sobre la experiencia de la reunión con la Mesa de Diálogos, sobre justicia transicional y sobre los desafíos que tiene la sociedad colombiana, las regiones y las mujeres, en una fase previa al post-conflicto, el post-acuerdos.

Mujeres contando: ¿Cómo fue la experiencia de la reunión con la Mesa de Negociación en La Habana?

Olga Amparo Sánchez: Desde el punto de vista político muy importante pero también desde el humano. Este proceso nos tiene que llevar a transformarnos como seres humanos. Tenemos que aprender a ver la diferencia no desde la teoría. Cuando esa diferencia se plasma en hombres y mujeres con una condición humana, con sentimientos y hasta con problemáticas similares a las que vivimos otros seres humanos, el tema se transforma.

Yo he sostenido, y la Casa igual, que ver al contradictor a los ojos y mirarle la cara te cambia las posibilidades de hablar y de dialogar.

M.C: Son muchos los desafíos que este proceso de diálogos plantea, no solo a la Mesa, sino al país, a las organizaciones y a las mujeres. ¿Desde la Casa de la Mujer, qué retos se identifican?

O.A.S: Uno primero es construir canales de diálogo para transmitir la experiencia y mecanismos formales de seguimiento a los acuerdos pactados, porque las reuniones son muy buenas pero no se pueden quedar en ´un canto a la bandera´ y las mujeres sabemos que así es, si no estamos vigilantes.

Otro está en ¿cómo derivamos esta experiencia a las regiones? La paz se va a construir en las regiones y las mujeres allá tienen que saber qué es lo que está pasando. En las regiones se tienen que preparar, pues allá estarán conviviendo los que fueron actores armados, el Estado y las mujeres.

De cara a los temas que faltan, que son de alta tensión, tenemos que contribuir para construir acuerdos, no diríamos consensos, porque si bien es cierto el consenso es muy bueno a veces inmoviliza. Necesitamos acuerdos fundamentales frente a temas como la dejación de armas, un acuerdo que tiene que hacer la insurgencia con el Estado pero que la sociedad tiene que verificar.

M.C: El tema de las víctimas genera tensiones en orillas distintas ¿Cómo sacarlo de la polaridad?

O.A.S: Estamos paradas en cárcel o no cárcel y nosotras decimos que hay que sacar la discusión de esta polaridad, ponerla en otros contextos. No significa quitarle la responsabilidad que tengan todos los actores sobre los crímenes cometidos, en el contexto del conflicto armado.

M.C: Usted ha dicho: “las mujeres van a vivir más críticamente que otros grupos poblacionales la dejación de armas y la vuelta a la vida civil. ¿Por qué?

O.A.S: Porque muchas mujeres dentro de sus familias como madres tienen el hijo guerrillero, el hijo paramilitar y el hijo de la Fuerza Pública, entonces la pregunta es ¿cómo van a ser las dinámicas familiares con esta realidad? Pero para las mujeres insurgentes también hay unos retos muy complejos porque algunas de ellas por sus decisiones de vincularse a la lucha armada dejaron sus hijos al cuidado de terceras personas y cuando retornan las dinámicas emocionales se complejizan.

Además, en los procesos donde la insurgencia vuelve a la vida civil se acepta más fácil al hombre que a la mujer porque las mujeres rompen con muchos estereotipos al vincularse a la lucha armada, los hombres no. Por ejemplo, se espera que ellos puedan empuñar un arma, las mujeres no, porque el estereotipo nos dice que “las mujeres somos muy buenas” y por lo tanto, a ellas se les cobra más caro.

M.C: Mucho se ha dicho sobre la Justicia transicional. ¿Qué opinan ustedes?

O.A.S: Nosotras partimos de varios elementos. Uno es que si, en un proceso de paz la justicia es la cárcel es inviable. Un insurgente o uno de la fuerza pública, no se va a ir a la cárcel. El uno porque después de haber combatido al Estado considera que es su justa lucha y el otro porque considera que estaba defendiendo al Estado.

La sociedad colombiana no tiene clara esta dimensión. No se trata simplemente de justicia para los insurgentes sino para la fuerza pública.

Desde posiciones muy dogmáticas uno puede decir No, es que la fuerza pública tenía una responsabilidad porque el Estado es garante de la protección de los derechos, la vida y honra de la ciudadanía. En teoría es así, pero cuando no se está en conflicto armado. En todas las guerras las estrategias para combatir al contradictor son a través de violación de derechos, porque el principio de la guerra es eliminar al otro, política, simbólica y físicamente.

Es una realidad, no quiero decir que estamos de acuerdo con esto. Nosotras somos antimilitaristas, pacifistas y consideramos que las guerras no le han traído nada bueno a la humanidad, ni a este país. Eso suena muy bonito pero en la práctica tenemos una guerra y entonces ¿cómo la solucionamos y transitamos hacia una sociedad donde no se tengan que utilizar las armas como mecanismo para la participación política, para ganar derechos o para combatir al Estado?

M.C: Frente a esta realidad ¿cuáles serían los mecanismos?

La sociedad colombiana requiere debates pluralistas y amplios donde lleguemos a unos acuerdos mínimos sobre ¿qué hacer con la responsabilidad jurídica de infractores al derecho internacional humanitario y violadores a derechos humanos? Tenemos que salirnos de la idea de que la pena es solamente la cárcel. La sanción puede ser cárcel, pude ser política, puede ser social y debe haber garantías de no repetición.

La pregunta es ¿de qué le sirve a la sociedad colombina que la cúpula militar se vaya para la cárcel 50 años, el Secretariado y la insurgencia 50 años si no hay unas garantías de no repetición y que la sociedad colombiana transite hacia sujetos democráticos, deliberantes y respetuosos de la otredad y de la alteridad?

Insisto, frente a justicia transicional creemos que debe haber investigación y sanción pero la cárcel no puede ser la única alternativa para sancionar tanto a la insurgencia como a la fuerza pública, que han cometido crímenes en el contexto del conflicto armado. Estamos diciendo que hay que buscar mecanismos alternativos de sanción y de garantías de no repetición.

M.C: ¿Qué tan preparada está la sociedad colombiana para asumir el post- conflicto?

O.A.S: Hemos estado hablando o conversando con algunas organizaciones e instituciones del Estado y con otros actores políticos y sociales y sí en este momento se firma el acuerdo creemos que no hay todavía un trabajo claro ni desde las organizaciones sociales democráticas ni desde la institucionalidad para empezar a construir el enamoramiento por la paz.

No hemos empezado y esto no lo digo para culpabilizarnos. No, es que el conflicto ha tenido un impacto muy grande en nuestras mentes y en nuestras vidas que no nos permite a veces vislumbrar un mañana, porque “tú no sabes si el mañana va a existir”. Las tareas son muy grandes en el post-acuerdo. Una inmediata, que es responsabilidad de la institucionalidad pero también de las organizaciones, es hacer que en las regiones haya un enamoramiento de lo que se ha discutido en La Habana, de cuál es el impacto de ello, de las ganancias y de que es mejor la paz que la guerra.

Frente al mecanismo de refrendación (referendo, consulta popular o constituyente) no solamente debemos participar paritariamente sino contribuir a que esos acuerdos sean avalados por un amplio sector de la población colombiana.

Una tarea urgente es continuar contribuyendo a construir en las mujeres una conciencia de que son sujetos de derechos, sujetos políticos y sujetos sociales, que la participación en el post-acuerdo no puede ser como cuidadoras. Su participación tiene que ser como sujetos, porque son ciudadanas y porque las trasformaciones que se deriven tienen que beneficiar a las mujeres.