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En diálogos de paz: “Las FARC no quieren la paz de los sepulcros”
Entrevista con el director del semanario VOZ Carlos A. Lozano Guillén
Digna Irene Urrea / Miércoles 1ro de abril de 2015
 
Foto: Ximena Barrera

Carlos Lozano Guillén no solo es director del semanario Voz. Ha sido uno de los facilitadores de paz en gobiernos como el de Belisario Betancur y Andrés Pastrana; en los diálogos de paz del Caguán hizo parte de la Comisión de Notables, también participó en las fases exploratorias secretas con las FARC, primero en el gobierno de Álvaro Uribe Vélez y luego en la administración del presidente Juan Manuel Santos.

Lozano desde su juventud ha militado en el Partido Comunista. Cuenta que ingresó como dirigente de este movimiento en los años 60 y muchas veces fue expulsado del colegio San Simón en Ibagué (Tolima) por organizar huelgas y paros; posteriormente estudió en la Universidad Externado de Colombia en donde obtuvo el título de abogado.

Confidencial Colombia conversó con Lozano sobre el proceso de paz que se adelanta en La Habana, su participación en las fases exploratorias desarrolladas en los gobiernos Uribe y Santos; y su libro “Las FARC sí quieren la paz”, en donde revela detalles inéditos de los acercamientos entre este grupo guerrillero y el Estado.

Lozano cuenta que es tal vez en el gobierno de Pastrana, en los diálogos del Caguán, donde jugó un papel más significativo y más importante. Hizo parte de la Comisión de Notables que nombraron de común acuerdo el gobierno y las FARC. Esta fue una delegación en donde participaron sectores de izquierda y derecha para analizar el tema del conflicto y hacer propuestas que permitieran buscar una salida política.

Trabajó muy de cerca al equipo del gobierno y de las FARC, lo que le permitió publicar un libro con las entrevistas hechas en medio del proceso que tituló “Reportajes desde el Caguán”. Desde ese momento el abogado se convirtió en un elemento importante en los acercamientos entre el gobierno y grupos guerrilleros.

—¿Cómo le fue con Uribe en esa fase exploratoria y secreta?

—Fue muy duro y estableció (Uribe) como criterio la “seguridad democrática” entendida como la guerra para destruir a la guerrilla. Sin embargo él acudió también a buscar acercamientos con las FARC a través de Álvaro Leyva y yo. Pero luego de que nos utilizó, nos quiso fue meter a la cárcel.

Para la Feria del Libro sale una publicación que escribí sobre las FARC, en donde cuento que este grupo guerrillero sí quiere la paz en esta oportunidad y empiezo desde la época de Uribe diciendo cómo él nos utilizó, cómo nos quiso meter en todo esto y luego me quiso meter a la cárcel con Álvaro Leyva.

—¿Qué tan confidente es el libro? ¿Qué se devela en este sobre esos acercamientos secretos en la fase exploratoria entre el gobierno y las FARC?

—Hay cosas que no están en el libro de los acercamientos con el gobierno de Santos. En esta fase participé desde el comienzo, pero hay cosas que no me corresponde decirlas, pero sí saco algunas verdades.

Una parte la dedico a Uribe; de cómo nos utilizó, de cómo Frank Pearl, que era el alto comisionado para la paz, quiso a la carrera dejar andando un proceso para dejárselo a Santos, obviamente todo esto fracasó; y luego paso a la etapa actual. Allí planteo que yo era muy escéptico porque el presidente era heredero de la “seguridad democrática” y nunca pensé que él fuera a llegar tan lejos con el proceso.

Afortunadamente me equivoqué y llegó lejos. Lejos en medio de muchas contradicciones, debilidades y concepciones que todavía siguen. Nunca antes se ha llegado tan lejos en un proceso de paz y eso hay que reconocérselo a Santos, pero también hay que decir que él ha sido demasiado contradictorio.

—¿En qué ha sido contradictorio?

Por ejemplo en la creación de la Comisión Asesora para la Paz en al que aspira incluir a Uribe; no le veo sentido a eso. Uribe no quiere la paz, el Procurador tampoco. Entonces ¿para qué contar con ellos? Tener la idea de que hay que meter a todo el mundo para hacer la paz, al contrario lo que va hacer es fracasarla. Para eso está el Consejo Nacional de Paz que es mucho más amplio.

La paz se hace con los que quieren la paz, no con los enemigos de la paz. Lo que necesitamos es unir a los que la quieren, que fue lo que se hizo para la segunda vuelta presidencial, por ejemplo, esa es la deuda que tiene Santos con la Izquierda, la gran mayoría del sector izquierdo apoyó al Presidente y no porque estuviéramos de acuerdo con su política económica y social, sino solo para garantizar la continuidad del proceso de paz.

—¿Qué tan maduro está el proceso de paz teniendo en cuenta lo que usted acaba de mencionar?

—Creo que está muy avanzado. Ahora, lo que no creo es que ya esté en el punto de no retorno, como a veces sugiere el gobierno. El proceso no está al otro lado todavía, hay puntos pendientes muy importantes, por ejemplo el de la justicia que no es de poca monta definir, igual que la verdad y la reparación.

—Respecto a la justicia, Humberto de la Calle aseguró la semana pasada que no puede haber guerrilleros libres si hay militares privados de la libertad. ¿Cuál es el punto de equilibrio en este tema?

—No creo que la solución sea que los guerrilleros queden libres y los militares se vayan a la cárcel. Lo que hay que entender es que son problemas distintos, porque la rebelión es el derecho síntesis. La guerrilla se levantó en armas porque había una estrechez en la democracia. La rebelión es un derecho que tienen los pueblos.

Por otro lado están los agentes del Estado, que cometieron un delito, un falso positivo o una masacre cometida que no la hicieron por un acto altruista, sino que la hicieron como una expresión de arbitrariedad. Por eso a mí me parece que lo más importante que pueden hacer es establecer una comisión de la verdad, no con un criterio de unilateralidad como lo ve el gobierno para que las FARC le dén la cara las víctimas, sino para que sean todos los actores quienes responsan a los afectados por la guerra.

—¿Por qué más allá de la fase exploratoria secreta entre el gobierno de Uribe y las FARC no avanzó el proceso y el de Santos sí?

—Porque Uribe en el fondo no quería el diálogo, lo que él quería era ganar la guerra. Incluso, como lo dije anteriormente, nos utilizó a todos los que hicimos algún trabajo en esa fase. Porque mientras estábamos haciendo gestiones enviados por el gobierno, nos estaban chuzando los teléfonos o siguiendo. Uribe todo lo hizo en función de la guerra, me parece que Santos cambió aunque él le ha hecho el juego a la guerra y escogió la modalidad de dialogar en medio del conflicto. Por ejemplo en la fase secreta, y eso lo cuento en el libro, mientras se hablaba con Alfonso Cano, le montaron la cacería y lo mataron. Cuando esto pasó pensé que hasta ahí llegaba el proceso de paz, porque me pareció un acto de traición por parte del gobierno de Santos.

—Entonces en ese momento en que dieron de baja a Alfonso Cano, el jefe máximo de este grupo guerrillero, ¿por qué las FARC siguen adelante con las negociaciones?

—Porque las FARC sí quieren la paz —y así titulo el libro que va a salir ahora en la Feria—. En ese momento pensé que no iban a seguir, sin embargo siguieron. Esta es una demostración de que están comprometidas con la paz.

—¿O quizá con la muerte del jefe máximo se sintieron derrotados y esto los obligó a sentarse a negociar?

—El gobierno y algunos analistas señalaron que estaban derrotados y no tenían otro camino. Yo no creo esto. Me parece que las FARC se sentaron a la mesa por una razón esencial: porque la vía militar fracasó en este país como solución del conflicto. El gobierno duró seis décadas tratando de derrotar militarmente a la guerrilla y no lo logró, incluso Uribe con todo lo que hizo. Y por supuesto la guerrilla tampoco logró el poder por la vía de las armas.

—Pasando al tema de posconflicto y poniendo de ejemplo la desmovilización del M-19, pero también cuando empezaron su vida política como la inició Carlos Pizarro siendo candidato a la presidencia, ¿qué hacer y cuál es la responsabilidad del Estado para que no asesinen a los nuevos dirigentes que surjan de las FARC?

—Es justamente el desafío que tienen los postacuerdos y es que el punto final de la confrontación armada tiene que darse sobre las bases de una nueva democracia en Colombia y un orden político, que finalmente es lo que se está buscando en La Habana.

En la mesa hay 28 puntos que no se han discutido, que hacen parte de los tres primeros acuerdos que parcialmente se han acordado, y estos tienen que ver con el estatuto de la oposición, con las garantías políticas y con temas cruciales relacionados con la democracia. Si eso no se logra va a ser muy difícil la paz. El problema es que esto no se soluciona como cree el gobierno. Porque aquí lo importante es el compromiso político.

—Usted tiene una relación muy cercana con los delegados de las FARC. ¿Qué dicen ellos, qué ambiente puede percibir en los diálogos?

—Ellos están ahí por la paz, quieren la paz, pero no la paz de los sepulcros. No están desesperados por entregarse, sino que quieren una paz sobre la base de cambios. Y por eso mi libro se llama “Las FARC sí quieren la paz”.