Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Columna de opinión
¿Qué vale más?
A propósito las recientes muertes de soldados en el Cauca
Xiomara Torres / Jueves 16 de abril de 2015
 

Parece ser que en Colombia las empresas internacionales y los emporios de comunicación nacional al posicionar un tema como el conflicto armado en la opinión pública nacional ponderan el valor de la vida de los seres humanos que caen en la lona de la guerra. Unos muertos valen más que otros y ese no es el pensamiento que debe imperar en un país cansado de la guerra.

El pasado 25 de febrero en un informe de investigación titulado “Lo Que Hemos Ganado” publicado por la Fundación Paz y Reconciliación, se hicieron públicas las principales conclusiones que se pueden sacar alrededor de las ya más de cinco treguas unilaterales decretadas por las FARC-EP desde el 2014 a la fecha de publicación. La primera, la intensidad de la confrontación armada se ha reducido en un 40% en comparación al año 2013; la segunda, el 2014 a pesar de ser un año electoral fue uno de los más pacíficos; la tercera, la guerrilla de las FARC-EP cumplió en un 98% las diferentes treguas unilaterales anunciadas en el año 2014, esto dispersa dudas sobre la falta de mando desde la Habana; la cuarta, las Fuerzas Militares mantuvieron su accionar militar. (Ávila Martinez, 2015 )

El pasado 14 de abril murieron en acciones de combate 10 militares colombianos, un suboficial y nueve soldados, presuntamente por un ataque indiscriminado de la Columna Miller Perdomo de las FARC-EP, exactamente en el municipio Buenos Aires al norte del desangrado departamento del Cauca.

El presidente Juan Manuel Santos se pronunció desde la ciudad de Cali diciendo lo siguiente: “Que les quede claro a las Farc que no me voy a dejar presionar por hechos infames como este para tomar una decisión de cese al fuego bilateral". (eltiempo.com, 2015)

Lo paradójico del asunto es que quienes vienen presionando por un cese al fuego bilateral son las multitudes colombianas que no quieren seguir siendo simples daños colaterales de un conflicto que ya parece no tener sentido de ninguna de las dos partes, teniendo en cuenta que desde el año 2012 se vienen llegando a acuerdos para la construcción del posible fin del conflicto armado colombiano.

Y es que el presidente Juan Manuel Santos parece no atender a los clamores de paz, como el visto el pasado 9 de abril en diferentes ciudades de Colombia y el mundo en donde miles de colombianas y colombianos manifestaron su apoyo a un cese al fugo bilateral; a lo que el presidente Santos si parece atender con más esfuerzo y sonrisa es a los actos públicos mediáticos nacionales e internacionales que lo quieren hacer ver frente a la opinión pública como el presidente de la paz, cuando de parte del gobierno ha faltado seriamente voluntad para mermar los efectos del flagelo de la guerra, flagelo que no sólo afecta a los soldados y a sus familias, también a combatientes de los grupos armados ilegales y sus familiares y en general y con más fuerza a todos los ciudadanos y ciudadanas colombianas, especialmente de las áreas rurales del país.

El ahorro de vidas humanas desde el inicio de las treguas unilaterales por parte de las FARC-EP ha dejado el saldo más positivo en materia de disminución de bajas en el seno de ambos actores armados, FFMM y FARC-EP, de los últimos tiempos. Se logró comprobar que durante las treguas se salvaron de ser heridos o asesinados en acciones militares cerca de mil combatientes y 4.000 civiles. (Ávila Martinez, 2015 )

Si 5.000 vidas colombianas no cuentan como una razón suficiente para pensar y poner en marcha un cese al fuego bilateral, nos preguntamos hoy: ¿Cuántas vidas más tendremos que llorar y lamentar los colombianos? ¿Por qué mediáticamente se exalta la muerte de 10 soldados colombianos a modo de reproche a una de las fuerzas en pugna y no se toman medidas coherentes y serias con las evidentes motivaciones que mueven al país hacia la construcción de un verdadero proceso de paz?

En el conflicto colombiano los medios de comunicación masivos no pueden poner a los ciudadanos y ciudadanas a ponderar el valor de unas vidas por otras dependiendo del actor armado. Hace nada menos de seis días la fuerza pública encarnada en el Esmad asesinó a un joven indígena de 19 años que se mantenía en minga con su comunidad por la liberación de la Madre Tierra en el Cauca [1], epicentro de los hechos de ayer; a ese lamentable hecho no se le condenó de la misma manera, y acaso nos preguntamos: ¿Es que la muerte del indígena vale menos?

La Paz se consigue paso a paso caminando hacia la justicia social, hacia lo concreto, la garantía de los derechos, hacia una salud y educación dignas de un proyecto de país que busca la paz; cada paso lleva la sociedad hacia la conquista del bienestar y la mayor felicidad posible. Sin embargo, no existe una coherencia real entre los hechos y las palabras de quienes pretenden encaminar a Colombia hacia ese proyecto de país que se pretende construir y en el que no haya ni un muerto más por causa de la guerra.

[1Recordemos que las comunidades del Cauca históricamente han sido de las más golpeadas por el conflicto armado; los actores armados en pugna usan a las comunidades como escudo humano en muchos de los casos. Además, los intereses privados amparados por la fuerza pública, dejan víctimas en su avance por la colonización de los territorios indígenas especialmente.