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Sobre lo “revolucionario” de la Doctrina Monroe
Alfredo Valdivieso / Viernes 17 de abril de 2015
 

Un catabro me envió, con tufillo semiprovocador, el enlace de un escrito de un militante del Moir, publicado en una página de esa agrupación que se encabeza como Polo Democrático Alternativo, y en el que pretende, sin mayor argumentación, refutar al recién fallecido Eduardo Galeano en sus “Venas abiertas de América Latina” (no como dijo una jaca cercana a la caverna uribista, ‘Las venas rotas de AL’).

El argumento central para rebatir a Galeano es su noción de imperialista de los EE.UU., y la confusión sobre la política imperial, el colonialismo y el imperialismo. En eso estamos plenamente de acuerdo, aunque desde luego a este último se liga una nueva noción: el neocolonialismo. La política imperial surge con el nacimiento de los imperios en la historia humana, y busca esencialmente mediante la dominación militar o el halago, la seducción y hasta la “compra” de territorios, incorporar a otras naciones y pueblos o volverlos sus tributarios.

El colonialismo surge por esas mismas calendas con el establecimiento de “colonias” de súbditos del país dominante que ocupan partes de otro hasta que por su fortaleza lo copan de forma total o lo dominan hegemónicamente. Se convierte en política de todos los países dominantes desde el Imperio Romano hasta la terminación de la II Guerra Mundial (aunque se mantiene aún en nuestros días, no siendo desde luego lo predominante). Y claro, el imperialismo surge, de acuerdo con unas condiciones particulares que fueron magistralmente examinadas por Lenin en su obra clásica “El imperialismo, fase superior del capitalismo”. El surgimiento de este fenómeno, sin tenerse una fecha exacta, puede situarse en los finales del siglo XIX, siendo que algunos opinan que las Guerras de los Cipayos, las Guerra del Opio y otras expresiones de intervención militar colonialista se imbrican con el nacimiento del imperialismo y lo desarrollan.

El autor moirista del artículo señala categóricamente que “no es cualquier diferencia semántica… La dominación colonial se basaba en la invasión militar y la dominación imperialista se basaba en la dominación del capital financiero”. (Si bien eso es, o era, lo general, lo cierto es que el imperialismo para imponerse sobre los pueblos subyugados, desde hace muchas décadas, lo hace sobre la base de la invasión y dominación militar).

Estando en términos generales de acuerdo con los conceptos, a pesar de categóricas afirmaciones que no obedecen a la realidad, lo que a continuación expone sí es lo debatible. Pero es obre todo dudoso, en sus afirmaciones, de que Galeano “no captaba la historia del país norteamericano” y las supuestas bondades de la Doctrina Monroe.

Sobre esta, muy bien lo dijo el presidente mexicano Venustiano Carranza en su mensaje de 1919: “La Doctrina Monroe constituye un protectorado arbitrario impuesto a los pueblos que no lo pidieron y que no tienen ninguna necesidad de este”. Cabe recordar que la Doctrina fue expuesta por el presidente de los EE.UU., Jamen Monroe en su mensaje presidencial del 2 de diciembre de 1823. ¡Nótese la fecha! Más de cuatro años antes el Ejército Libertador había triunfado sobre el colonialismo español, en agosto 7 de 1819 en Boyacá. El triunfo y sus repercusiones, la concienciación de parte de los españoles de la inminente derrota y el inútil derramamiento de sangre en tierras americanas, produjo el levantamiento militar, comenzando 1820, de los coroneles Riego y Quiroga que impidió el envío de más tropas a Sudamérica y que impuso a los carniceros comandados por el mariscal de campo Pablo Morillo, la firma de un armisticio con Bolívar, y por exigencia de éste el tratado de regularización de la guerra. Pero además, cuando se produjo la exposición de la Doctrina, ya estaba liberada Nueva Granada y Venezuela, con ocasión del triunfo en Carabobo en 24 de junio de 1821. Por si fuera poco, el 28 de septiembre de ese mismo 1821 México alcanzó su independencia, tras larga guerra y ese mismo día, Panamá declaró su independencia y su anexión a la República de Colombia.

Pero ya se había dado la independencia de Argentina, se habían obtenido las victorias en Bomboná y Pichincha y se preparaba el triunfo en Junín –agosto– y Ayacucho –diciembre– de 1820. Es decir España había quedado reducida y su posibilidad de reconquista era absolutamente irrealizable, así se intentara la Santa Alianza, que si bien era un peligro, ahora es el espantajo para justificar la Doctrina Monroe.

Justamente por la preocupación de los intentos españoles y la más rancia reacción monárquica de parte de Europa, Simón Bolívar preparaba la toma y liberación de Cuba y Puerto Rico, en lo que luego lo secundaron los generales-presidentes de México, Santa Ana y Guadalupe Victoria. La independencia de la parte fundamental de Hispanoamérica se había logrado, sin la ayuda de los EE.UU., que al contrario habían declarado su “neutralidad” con el argumento, no estúpido sino calculado, de que el asunto de la independencia era una simple guerra civil.

Lo que no fue óbice para renegar de su “neutralidad” en muchas ocasiones, siendo una de las más celebres la de las goletas Tigre y Libertad. Recordemos brevemente: en julio de 1817 fueron capturadas en el río Orinoco –en días distintos– las dos goletas, cuando violando la tal neutralidad habían ingresado a socorrer con armas y comida (munición de boca, la llamaba Bolívar) a los españoles sitiados en Guayana y Angostura. Los “neutrales” norteamericanos enviaron su agente, Juan Bautista Irvine a reclamar, primero con amabilidad y luego con amenazas a Bolívar, por lo que éste se vio forzado a escribirle este inequívoca carta: “…protesto a usted que no permitiré que se ultraje ni desprecie el Gobierno y los derechos de Venezuela. Defendiéndolos contra la España ha desaparecido una gran parte de nuestra población y el resto que queda ansía por merecer igual suerte. Lo mismo es para Venezuela combatir contra España que contra el mundo entero, si todo el mundo la ofende”. (7 de octubre de 1818).

Y ya en agosto de ese mismo año, Bolívar había escrito de forma categórica a los gringos: "La imparcialidad que es la gran base de la neutralidad desaparece en el acto en que se socorre a una parte contra la voluntad bien expresada de la otra, que se opone justamente y que además no exige ser ella socorrida... hablo de la conducta de los Estados Unidos del Norte con respecto a los independientes del sur, y de las rigurosas leyes promulgadas, con el objeto de impedir toda especie de auxilios que pudiéramos procurarnos allí... míster Cobett ha demostrado plenamente en su semanario la parcialidad de los Estados Unidos a favor de la España en nuestra contienda... negar a una parte los elementos que no tienen y sin los cuales no pueden sostener su pretensión, cuando la contraria abunda en ellos es lo mismo que condenarla a que se someta y en nuestra guerra con España es destinarnos al suplicio, mandarnos a exterminar."

Pero… bueno, como esto no puede ser una monserga interminable, en una próxima entrega, examinaremos la Doctrina Monroe aplicada a la invasión, sedición, halago y asalto a Texas y otros territorios mexicanos, en aplicación de una política imperial y colonialista llevada a cabo desde 1827, es decir apenas cuatro años después de declarada la Doctrina por el presidente yanqui James Monroe, que inaugura una política colonial que encadena la posterior política imperialista.