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Bienvenido al santoral, compañero Monseñor Romero
César Jerez / Sábado 23 de mayo de 2015
 

Fundador y redactor de la Agencia Prensa Rural. Geólogo de la Academia Estatal Azerbaijana de Petróleos (exURSS). En Bakú obtuvo una maestría en geología industrial de petróleo y gas. Es profesor y traductor de idioma ruso. Realizó estudios de gestión y planificacion del desarrollo urbano y regional en la Escuela Superior de Administración Pública -ESAP de Bogotá. Desde 1998 es miembro de la ACVC. Actualmente coordina el equipo nacional dinamizador de Anzorc. Investiga y escribe para diversos medios de comunicación alternativa.

Soy un ateo practicante desde mis tiempos de pionero, me tocó presenciar como mis padres cambiaban el idealismo por el materialismo de reunión a reunión de célula. Pero los ateos vivimos rodeados de creyentes y la fe cristiana muchas veces se funde con la causa marxista por la libertad de los trabajadores, oprimidos y marginados.

En América, la fe cristiana de la mano de la teología de la liberación ha jugado un papel trascendental en los procesos de reivindicación política y cambio y muchas son las experiencias transformadoras orientadas por pastorales y comunidades eclesiales de base.

En El Salvador, Rutilio Grande fue el primer sacerdote asesinado por su compromiso con los campesinos de ese país, su martirio se saldó con el olvido y sus asesinos se cubrieron con el manto de la impunidad.

Rutilio Grande antecedió a Monseñor Romero en la opción por los pobres, su muerte violenta fue determinante en la conversión de Romero.

Los jesuitas asesinados en la UCA –conocidos como los mártires de la UCA— compartieron el camino de lucha, esperanza y muerte de Romero: Ignacio Ellacuría, Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Amando López y Juan Ramón Moreno.

Dice un testimonio que “fue el 24 de marzo de 1980 en la Capilla del hospital de la Divina Providencia, mientras celebraba la Eucaristía. Lo mataron de un disparo en el corazón con una bala explosiva, en el momento de iniciar el ofertorio. Yo estuve presente en ese momento de su asesinato en la Capilla, a unos cuatro metros de distancia del altar, cuando extendía el corporal para iniciar el ofertorio sonó el disparo y cuando sintió un impacto de la bala, instintivamente quiso agarrarse del altar esparciendo las hostias sobre el mismo, lo cual yo interpreté como que Dios le estaba diciendo: ‘Óscar ahora tú eres la víctima’ y en ese momento cayó a los pies de Cristo Crucificado bañado en su propia sangre por una hemorragia de nariz, boca y oído“

Un día antes de su asesinato, Romero hizo un enfático llamamiento al ejército salvadoreño:

"Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión".

Bienvenido al santoral Monseñor, compañero Óscar Romero.