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Todo por la paz. La inhumanidad nos amenaza
Imelda Daza Cotes / Lunes 25 de mayo de 2015
 

“Para la guerra nada”, se titula una de las más bellas canciones de la cantautora caleña Marta Gómez mientras que César López, el creador de la escopetarra, advierte en un CD de 17 cantos a la paz, que “Toda bala es perdida”. Ambos artistas buscan sensibilizar a la ciudadanía frente a la paz. Valdría la pena escucharlos más.

Por estos días se esfuman los vientos de paz y se abre otro ciclo de violencia feroz. El ruido de la guerra silencia los clamores por la paz; la barbarie se impone y vuelve a tocar a la puerta de hogares pobres que no pudieron ofrecerle a sus hijos una alternativa de vida distinta a la de hacerse soldados o guerrilleros; tampoco el Estado les brindó oportunidad alguna para desarrollarse como hombres y mujeres de paz. La persistente inequidad social hizo brotar esa guerra que hace que los padres tengan que enterrar a sus hijos, en vez de que sean los hijos quienes entierren a sus padres.

El regreso a la confrontación parece ser la salida oportuna de Santos ante las turbulencias provocadas por las muchas crisis que enfrenta: La caída de los precios del petróleo desajustó el presupuesto nacional y el PND; el déficit en la balanza comercial es inmanejable; los TLC arruinan a los productores nacionales. La crisis moral del establecimiento en general ha afectado la confianza ciudadana en el gobierno, la justicia enfrenta los peores escándalos; la educación y la salud siguen en crisis; las calamidades naturales/advertidas se enfrentan con soluciones en las que nadie cree. La megaminería continúa devastando el país, las comunidades se organizan para impedirlo mientras las regalías se quedan en bolsillos ajenos.
Es inaceptable el retorno a la guerra para disfrazar la realidad. Qué fácil les resulta a los “amos del país” decidir estas cosas desde la comodidad de sus viviendas, oficinas y casas de recreo, y todo por cuenta de los contribuyentes.

Igualmente inaceptable resulta la selectividad de las víctimas de la guerra, algunas se juzgan buenas y se aplauden, otras son malas y se condenan. ¿Hasta dónde la deshumanización?, ¿Con base en qué principios se construyen estas valoraciones? ¿En qué momento la gente aprendió a celebrar y a justificar el crimen y acto seguido invocar a Dios para pedir favores y misericordia?

Cabe una reflexión profunda, el humanismo ha hecho crisis y valores fundamentales, cimiento de toda sociedad civilizada, han sido trastocados. La inhumanidad nos amenaza. No se puede seguir como simple espectador mirando las imágenes de la guerra en pantallas cada vez más nítidas o eludiendo las mismas, creyendo que así se evita lo inevitable.

La guerra nos afecta, aunque estemos lejos, es una confrontación entre colombianos, ciudadanos de un mismo país, hijos de una misma tierra.
Se impone la sensatez del cese bilateral de fuegos guerreristas.