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Análisis
El referéndum griego y la lamentable actitud de la socialdemocracia europea
¿Crecimiento económico, para qué? ¿Para pagar intereses y deudas? Y, si este crecimiento no va a ser puramente inflacionario, nominal, si va a ser crecimiento económicamente real, ¿puede ser ecológicamente viable?
Joan Martínez Alier / Viernes 10 de julio de 2015
 

El referéndum en Grecia ha dado a escoger entre la democracia y la “deudacracia” que es un neologismo que significa el poder político de los acreedores. La deuda pública griega es de 170% de su PIB. Se podría pagar, sin arruinar ya totalmente a los griegos, solamente si el PIB nominal griego creciera durante unos largos años a algo así como el 7% anual combinando la subida de precios (en euros, claro) con un cierto aumento del PIB real. Pero los precios no suben en Europa.

Y además sabemos que, por debajo del PIB real, hay lo que podríamos llamar la economía real-real, la de la minería, la extracción del petróleo y el aumento de efecto invernadero. O sea, a lo que los economistas llaman el “PIB real” hay que descontarle bastante. Dejemos el tema ambiental de lado por el momento en este artículo. No ha estado en discusión ni en Atenas ni en Bruselas.

Economistas que no son ni ecologistas ni extremistas, como Krugman, Stiglitz, Amartya Sen y hasta Jeffrey Sachs, han argumentado a favor de Tsipras en las últimas semanas. Algunos están tan irritados con los cabezones alemanes que han dicho que ellos mismos votarían “no” en el referéndum. Ellos recuerdan lo que aprendieron del keynesianismo y también el precedente histórico de la negociación de la deuda alemana en 1953 con Herman Abs.

Parece que si organizas una gran tragedia y una enorme matanza como el Tercer Reich a partir de 1939, luego te pueden tratar financieramente mejor (para beneficio de todos) que si, siendo griego, te encuentras con una gran deuda que tiene algo más, en su origen, de comedia (Juegos Olímpicos, corrupción general…) que de gran tragedia. La comedia ha ido virando a la tragedia en Grecia, con una ola de suicidios, pensionistas tirados en las calles y angustia generalizada.

La catarsis del referéndum ha sido saludable para Grecia y para toda Europa. Y en este episodio histórico, la socialdemocracia europea está jugando un papel lamentable, no novedoso pero muy triste. El presidente del parlamento europeo, Martin Shulz, el viceprimer ministro alemán Sigmar Gabriel, el presidente François Hollande, son socialdemócratas. Y son malos economistas que además han perdido el sentido de la solidaridad. Ellos se han puesto a la cabeza de la “deudacracia” y contra la democracia.

La socialdemocracia europea, comparada con el fascismo, los conservadores más colonialistas (tipo Churchill) y con los estalinistas, tiene mucho a su favor en la historia de los últimos cien años. Pero hizo también grandes maldades. En 1914-18 los socialdemócratas alemanes y franceses se lanzaron a la guerra de la manera más absurda y perversa (ante las críticas no solo de Rosa Luxemburg y Lenin sino también de Bertrand Russell y muchos pacifistas), y más tarde Friedrich Ebert y Gustav Noske colaboraron en la eliminación física de sus oponentes de izquierda en Alemania. Vino la década de 1920, los fascismos, el Frente Popular en Francia en los años 1930, el abandono por Leon Blum de la República española.

Después la posguerra y el keynesianismo socialdemócrata, una época relativamente honorable puntuada por episodios como el increíble apoyo de Guy Mollet a la guerra de Argelia. Años más tarde, el lamentable apoyo de Tony Blair a la desastrosa guerra de Irak de 2003. Estos son episodios de vergüenza, como en tono menor lo fue el apoyo de Felipe González y sus colegas a los asesinatos de estado cometidos por los GAL. Y el apoyo de Zapatero al cambio en una noche del artículo 135 de la Constitución española, garantizando la prioridad del pago de la deuda en el presupuesto.

Lo de ahora, la irracionalidad de no dar una salida política a la deuda griega sabiendo que es tan impagable como la de Detroit o Puerto Rico o tantos otros casos que ha habido en la historia, la falta de respeto hacia el referéndum, eso es pura sumisión al capital financiero. Y es que además, nadie le podrá negar a Tsipras y a sus compañeros el mérito de haber puesto sobre la mesa los temas cruciales: ¿qué tipo de Unión Europea queremos? ¿Debe la política dominar sobre las finanzas?

Y de ahí avanzar después, más allá de Tsipras y de Krugman y Stiglitz, a discutir las dominantes doctrinas del crecimiento económico, incluidas las de los keynesianos. No podemos ya aceptar un sistema en que nos endeudamos para crecer (falsamente) y luego hay que crecer para pagar esas deudas. La crisis griega nos permite preguntar: ¿Crecimiento económico, para qué? ¿Para pagar intereses y deudas? Y, si este crecimiento no va a ser puramente inflacionario, nominal, si va a ser crecimiento económicamente real, ¿puede ser ecológicamente viable?