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Política colombiana
Del destape de las cloacas, un olor pestilente emana
Oto Higuita / Jueves 6 de agosto de 2015
 

El vertedero por el que se abre camino el fin del conflicto armado en Colombia hace que los desagües de la política y el pacto del silencio que han mantenido los grandes potentados del poder, empiece a agrietarse. Aquí no habrá deshielo sino una explosión de materia pestilente. El statu quo por generaciones ha descansado sobre montañas de crímenes, engaño, mentiras y manipulación de incautos, que son millones. ¿Quién resarcirá los millones de víctimas de la manipulación y el engaño? ¿Cuánto cuesta este daño generacional a la sociedad?

Hay que abrir totalmente los archivos de inteligencia, los acuerdos y consensos políticos que hicieron por décadas los arrogantes y poderosos de arriba, que rompa el silencio pactado sobre los crímenes de toda índole que se cometieron contra millones de ciudadanos. Que se abran los archivos que guardan los secretos de los grandes negociados para que las aguas putrefactas y materia pestilente de la corrupción, el robo de los recursos públicos, las prebendas de las que disfrutan las grandes empresas y grupos económicos criollos y extranjeros afloren libremente y empiece la descontaminación. Las generaciones de hoy y las del futuro lo agradecerán. Ya no quieren crecer más en medio de tanta suciedad. ¿Por qué temen que se abran los archivos de inteligencia sobre la guerra en Colombia, y se rompa el pacto del silencio entre los grandes potentados?

Los medios de comunicación masiva que construyeron un enemigo a imagen y semejanza de su patrón, criminal, mafioso, poderoso y adinerado, no están preparados para la explosión pestilente de las montañas acumuladas de mentiras y manipulaciones que han creado durante el tiempo que han existido, un siglo de engaños es una deuda gigantesca. ¿La pagarán con una nueva ética de la comunicación, ante los tiempos de cambio que se acercan?

Nadie está a salvo en esta tierra Colombia que como un árbol gigantesco ha dado frutos de todos los sabores, olores y formas. Los frutos de la guerra, los crímenes y masacres contra miles de inocentes, los miles de desaparecidos, secuestrados, amputados, bombardeados, torturados y encarcelados. Los frutos de la miseria, el desempleo, la destrucción de la naturaleza y de los pueblos que la habitan. Nadie está a salvo en esta tierra, pero todos se alimentarán del único fruto que falta por dar el árbol de esta tierra: el fruto de la paz que suplanta la agonizante guerra. ¿Dará ese deseado fruto?

Ahí no termina todo. En ninguna mesa de diálogos entre enemigos para acordar un armisticio o el fin de una guerra existe un solo ejemplo en la historia de la humanidad en que se haya logrado la paz absoluta. El diálogo como medio para la solución de conflictos abre el camino para que los pueblos continúen la búsqueda del buen vivir, que se conquista, nos dimos cuenta, no solo con las armas, sino también a través de las palabras, la batalla de ideas. ¿No merece el pueblo colombiano transitar del conflicto armado a la batalla de ideas, a la lucha política sin el recurso de las armas? ¿Cuándo murió la democracia en esta guerra? ¿Alguien lo sabe, lo recuerda?