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Salvador Allende, a 42 años de tu muerte, las juventudes seguimos en pie
John Heiver Rada Navarro / Sábado 12 de septiembre de 2015
 

Hoy (ayer) 11 de septiembre es un día indignación, de hacer memoria por nuestros mártires, pero también para afianzar nuestra lucha revolucionaria por lo que convencidamente hemos determinado como un objetivo, la transformación del actual sistema opresor que nos aliena llamado capitalismo. Esta premisa, este mandato y deber militante se convierte en un proyecto de vida para los que hemos decidido entregar nuestras vidas por la causa de la justicia, la igualdad, la dignidad de nuestros hermanos y hermanas marginados, explotados e injustamente condenados al hambre y la miseria por el deseo ambicioso de una clase social que se alimenta del sufrimiento, el trabajo esclavo y la humillación de la clase trabajadora. Cristianos o no cristianos, marxistas o no marxistas debemos luchar hasta cumplir con el mandato y el deber militante que la historia nos ha asignado, esta es una enseñanza que el presidente mártir Salvador Allende nos dejó y que después de 42 años de su asesinato a manos de los militares fascistas y orientados por el imperio norteamericano, sus postulados siguen vigentes.

A las juventudes nos enseñó que hay “jóvenes viejos y viejos jóvenes”, que los jóvenes viejos son aquellos que no se preocupan ni les importa los millones de hermanos que no pueden comprar la salud, de los millones de niños que no pueden ir a la escuela, los cientos de miles de cesantes que deambulan por las calles y los cientos de millones de seres humanos que son condenados al hambre y la miseria en el mundo. A los profesionales nos llamó a comprometernos con el cambio social y no con la burocracia para engordar en los cargos públicos. A los universitarios los llamó a cerrar filas con la exclusión de los hijos de campesinos y los hijos de los obreros de las universidades públicas, que son pagadas por la mayoría de los contribuyentes, y que ni tan siquiera logran arrimar a sus puertas.

Los jóvenes colombianos, los jóvenes latinoamericanos y todos los movimientos sociales y políticos progresistas tenemos un papel histórico que cumplir en nuestra gran patria. Nosotros llevamos, para ponerlo en términos cristianos, sobre nuestras espaldas, la cruz de ser quizá la última generación capaz de subvertir el actual orden social vigente. Somos, los que tenemos la gran responsabilidad de transformar las humillantes condiciones en la que se encuentra nuestro pueblo. Los millones de hermanos nuestros, viviendo en la pobreza absoluta; los cientos de miles de niños que mueren en este rico pero secuestrado país (por la oligarquía, siguiendo las órdenes del poder imperial); los millones de hombres y mujeres explotadas en todos los órdenes; los millones de campesinos e indígenas masacrados y desplazados por la bala de los tiranos; todos ellos, requieren de nuestro concurso convencido en la lucha frontal contra el actual estado de cosas. Tenemos el compromiso, no sólo con ellos, sino también, con nosotros mismos por cuanto somos parte del pueblo, somos hijos de campesinos, de obreros, de indígenas, de afros, etc., y a nosotros también nos masacran las balas del tirano, también nos encarcelan y secuestran nuestra voz.

Por estas y muchas razones más, nuestro papel debe ser, el de subversores sociales capaces de hacer cambiar lo que deba ser cambiado y capaces de conducir la línea de la historia hacia los terrenos de la felicidad, la paz con justicia social y la construcción de una nueva Colombia; porque “ser joven y no ser revolucionario, es una contradicción hasta biológica” (Salvador Allende). Es una lucha ardua pero hay que seguirla dando y no hay que temerle ni al triunfo ni a la muerte.

¡Viva la memoria del compañero presidente Salvador Allende!