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Ruralidad latinoamericana
Enriquecedor intercambio entre investigadores y líderes campesinos en el marco de la Séptima Conferencia Latinoamericana y del Caribe de Ciencias Sociales realizada en Medellín
Bibiana Ramírez / Viernes 20 de noviembre de 2015
 
Las fincas campesinas se convirtieron en aulas para estudiar la realidad latinoamericana. Foto Bibiana Ramírez.

Como antesala a las conferencias del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso) en Medellín, se reunió el Grupo de Trabajo Desarrollo Rural sobre disputas territoriales, campesinos y decolonialidad, en una escuela de estudios críticos al desarrollo rural. Durante tres días los diferentes países mostraron sus experiencias en el trabajo rural y analizaron la problemática común en toda Latinoamérica.

“Nos planteamos una escuela que conjugue la participación de dirigentes de movimientos sociales, estudiantes e intelectuales que trabajan sobre los procesos de cambio en el mundo rural. Lo central es poner a debate las experiencias e intentar avanzar en una mirada regional y comparada sobre el desarrollo del capitalismo en el campo, la importancia del mundo rural y las alternativas que nos ofrecen los procesos sociales en curso”, dice Luciano Concheira, miembro del consejo directivo de Clacso.

Aquí el gran avance fue la interacción entre los investigadores, académicos y los sujetos de investigación “que son los transformadores de las realidades de nuestro continente. Nos hemos escuchado, plantado nuestras diferencias, hemos puesto en juego a nuestra América, nos volvemos a proponer tener utopías posibles, construcciones de proyectos alternativos generales y recuperar ese sentido estratégico: se trata de atrevernos a cambiar esta realidad latinoamericana”, continúa Luciano.

Experiencias continentales

En América Latina hay un contexto muy general de las problemáticas. Lo que conocemos es una información fragmentada de las realidades y propuestas que tienen los diferentes países. Se habló de reincorporar la naturaleza en manos de indígenas y campesinos, porque hay una problemática común de apropiación de los recursos naturales.

Benito, indígena del Bajo Cauca antioqueño, habla de la situación de sus comunidades en la actualidad: “Alimentación teníamos, teníamos autonomía. Cuando niño teníamos fauna, flora, escogíamos qué comer, cómo trabajar. Hoy eso ya no se da, no se puede sacar nada. Aunque estemos ahí, somos perseguidos. Los indígenas somos los que nos oponemos a la extracción de los recursos”.

En Guatemala se habla de una demagogia en el poder, de una hegemonía casi absoluta del capital, pero al mismo tiempo se avanza hacia una asamblea nacional constituyente. La gran lucha allí es contra el extractivismo, “ya se han hecho 74 consultas en contra de la minería, pero no se ha logrado un impacto necesario para frenarla”, dice Mario Sosa, antropólogo e investigador.

En Ecuador el oficialismo no reconoce que hay un problema de reconcentración de la tierra. En Brasil hay una disputa de poder para garantizar las conquistas de unos grupos políticos que quieren recuperar las pérdidas. En Argentina el cultivo de transgénicos ha avanzado sobre los territorios indígenas y campesinos generando crisis social. En Cuba es importante la contribución del sector agropecuario a la solución de problemas fundamentales de la economía nacional.

Los campesinos colombianos pedían a los demás países, sobre todo a Bolivia, que les dieran los métodos que ellos han utilizado en sus luchas, pero “el proceso boliviano nos muestra que no hay recetas. El indígena y el campesino han logrado desplazar el poder, pero nos hemos enfrentado duro con él. La restitución de la tierra constituye la reconstrucción del sujeto social”, dice Carlos Vacaflores, académico boliviano.

Finalmente se hizo una salida de campo para conocer la experiencia de los distritos agrarios en el oriente antioqueño. Se recorrieron algunas fincas y se socializó con los campesinos de esta región. La conclusión de los colombianos frente a todas estas experiencias latinoamericanas de lucha es que aquí la tarea es larga aunque se tenga alguna esperanza con los diálogos en La Habana. “Los campesinos seguimos siendo los esclavos de Colombia, nos aplican la ley del embudo, nos tienen aguantando hambre y nos sacan de nuestras tierras. Es una guerra que no termina y necesitamos del apoyo de nuestros hermanos latinoamericanos”.