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Más sobre la desigualdad
Libardo García Gallego / Lunes 25 de enero de 2016
 

El mundo capitalista se mueve dentro de la competencia. Para quienes prefieren este sistema, la competencia es la condición sine qua non para el progreso de las personas, de las empresas y de los países. Según ellos somos muchos los humanos irracionales, perezosos, poco o nada creativos, carentes de astucia, de recursos y de inteligencia, y con nosotros el mundo permanecería estático, sin desarrollo. Para lo único que servimos es para el trabajo manual, para levantar bultos, limpiar los cultivos, recolectar las cosechas y para infinidad de trabajos que no requieren de iniciativas.

Según ese modo de interpretar el desarrollo, lo que genera riqueza es el capital y no el trabajo, por eso su proyecto vital es hacer crecer sus capitales a como dé lugar: heredando, robando, engañando, esclavizando, pagando mal. En este propósito no descansan sino con la muerte. Así vemos cómo las multinacionales van mermando en cantidad, los países de menor desarrollo se van quebrando, la cantidad de millonarios va disminuyendo mientras la de pobres va creciendo. Nadie sabe hasta dónde llegará este proceso de acumulación de las riquezas planetarias en el menor número de personas y monopolios.

A propósito, analicemos brevemente tres ejemplos:

1. “Ser pilo paga”, un programa creado por el Estado colombiano para conceder becas de estudio a los niños y jóvenes más competitivos, de acuerdo con unas pruebas hechas para la memorización y para determinadas actividades, mas no para premiar la formación integral de los estudiantes. Aceptando este concurso como una forma de motivación con el fin de mejorar el nivel educativo, sería bastante mejor que se invirtiera en la capacitación pedagógica de los docentes, en muchos psicólogos y médicos especializados, sobre todo en problemas de la niñez y la adolescencia; en el nombramiento de los docentes necesarios para disminuir por lo menos a la mitad el número de alumnos por grupo, en internados bien administrados, en suficientes y buenos restaurantes escolares, en campos deportivos con buenos entrenadores y adecuadas instalaciones. En fin, sería preferible invertir en toda la población estudiantil que en premiar a unos pocos campeones en las pruebas del saber o del deporte; es decir, invertir en educación gratuita de óptima calidad.

2. “El deporte competitivo”, mal llamado profesional, no está pensado para el mantenimiento o del cuerpo humano sino para el mercado, para los records, para las apuestas. En esto consiste el profesionalismo. Los mejores biotipos en cada deporte son las mercancías más solicitadas y en poco tiempo llegan a cotizarse a la altura de grandes multimillonarios. El deporte aficionado, el que sí es para el mejoramiento físico, no le interesa a los mercaderes del deporte. Este no es financiado ni estimulado por el gobierno, como debería ser, y por lo regular su práctica depende de la voluntad personal y de la capacidad económica de cada quien. El Estado no financia entrenadores ni construye campos deportivos para todas las disciplinas y para que toda la población haga sus prácticas.

3. El Baloto, una rifa de capitalistas de alto coturno, me dicen que españoles, recauda enormes cantidades de dinero para premiar a uno o dos ganadores con abultadas sumas de dinero. Se enriquece uno solo a costa de miles de ilusos aspirantes a vivir ostentosa y epulónicamente. Este juego ha golpeado a las loterías regionales, las cuales distribuyen menos dinero pero en más apostadores, más democráticas.

De acuerdo con lo anterior, parece que la mayoría de los humanos prefieren la concentración a la distribución, la dictadura a la democratización, quizás por eso rechazan el socialismo, huyen de Cuba, se derrumbó la URSS, perdió el PSUV. Se aplaude solamente a los triunfadores, a los campeones, ni siquiera se reconocen los méritos de los subcampeones como si estos fueran menos personas. La igualdad física no es posible, la igualdad social sí lo es, pero los medios burgueses nos han hecho creer que la igualdad social también es imposible y que por ello el capitalismo es la única alternativa de organización social.

Aunque en minoría, otros seguimos apostándole a otro mundo posible, donde todos los seres humanos seamos tratados dignamente. Por el momento, esa utopía es el socialismo, quizás con adecuaciones.