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Columna de opinión
100 días: de doctor a impostor
Andrés Camacho / Miércoles 4 de mayo de 2016
 

En un reconocido artículo titulado “El fracaso y el triunfo del neoliberalismo” Atilio Boron señalaba, con análisis de casos, cómo el neoliberalismo no es una forma de desarrollo, en ningún caso ha significado el fortalecimiento de economías nacionales y por el contrario es evidencia de la crisis del capitalismo. También ofrece en su escrito un análisis sobre el triunfo ideológico del neoliberalismo, triunfo que se manifiesta por ejemplo en la dificultad que tiene la gente del común, la sociedad e incluso los movimientos sociales para descifrar las claves de ese fracaso económico; reflexiona sobre el éxito que este ha tenido en conquistar la cotidianidad, en imponer categorías e incluso conquistar un espacio cultural. A propósito del escándalo sobre el título de doctorado que nunca tuvo Peñalosa se ha desatado una interesante discusión entre mis amistades: el neoliberalismo nos ha puesto en una carrera desenfrenada de títulos y lo político ha sido vaciado de contenido para ser reemplazado por la técnica, discusión que me hace recordar el triunfo del neoliberalismo del cual nos hablaba Atilio Boron. El neoliberalismo nos ha incorporado su concepto de “competencia” de “eficiencia” de “sabiduría”, nos ha empujado a un mercado laboral donde no importa el conocimiento sino los títulos y a una política de la tecnocracia y no de la ética.

Estoy convencido de que esa fue una de las maneras a través de la cuales Peñalosa logró ser alcalde, los medios masivos de comunicación repitieron una y miles veces “Bogotá necesita un gerente”, y en la campaña apareció su “gerente”, vendieron a la gente la imagen de Peñalosa como un tecnócrata más que como un político, del urbanista súper calificado, de un personaje respaldado por títulos, reconocimientos y un doctorado. Por ello desenmascarar la farsa de su título no es sólo un ejercicio ético, es también una forma de desenmascarar al neoliberalismo que hoy gobierna la ciudad. En estos 100 días de gobierno de Peñalosa no sólo ha caído ese imaginario de tecnócrata, también se ha demostrado que es un impostor, un impostor no solo porque sus pergaminos resultaron falsos, también porque sus decisiones demuestran que aquellas “cualidades” que vendieron como sus fortalezas resultaron siendo una mentira, y para ello me voy a referir solo a tres de los aspectos centrales del debate sobre Bogotá:

1. Plan de Ordenamiento Territorial: El POT es la norma que define cómo puede la ciudad hacer uso de su suelo y dónde están las áreas protegidas, en qué condiciones se puede ubicar vivienda, actividades productivas, culturales y de esparcimiento [1]. Si bien Peñalosa aún no presenta su propuesta de POT, tenemos algunas claves que en estos 100 días permiten proyectar la intencionalidad que este tendrá. El anuncio de “urbanizar” la Reserva Thomas van der Hammen devela la intencionalidad de su POT, su posición frente al crecimiento de la ciudad, la ubicación de viviendas y su postura frente a las áreas protegidas. Su propuesta de ciudad plantea un crecimiento poblacional de 20 millones de habitantes, cifra que se alcanzaría en unos 40 a 50 años manteniendo el ritmo actual de crecimiento. Cabe preguntarse, ¿Peñalosa pretende presentar un POT proyectado a 50 años? Recordemos que el POT en su contenido estructural tiene una vigencia de tres periodos constitucionales, por esta vía, sin sustento técnico, Peñalosa pretende imponer la construcción de la ciudad hacia los bordes, lo cual le permite asegurarle jugosas ganancias a sus patrocinadores y, por otra parte explica porqué la Reserva TVDH, los cerros y la estructura ecológica del borde de la ciudad se convierten en los blancos de su administración.

Preocupa entonces que los tecnócratas de la administración Peñalosa hagan anuncios sin sustento técnico, sin una discusión previa y rigurosa sobre el POT, desconociendo por ejemplo para el caso de la Reserva TVDH los estudios científicos, estudios doctorales e investigaciones diversas, así como la normatividad emitida para su protección, como la resolución 0475 de 2000 del Ministerio de Ambiente, el Plan de Manejo Ambiental (acuerdo 021) de 2014, y la resolución 0835 por medio de la cual la reserva fue declarada suelo de interés público.

2. Movilidad: en la primera alcaldía de Enrique Peñalosa, cuando la empresa japonesa Japan International Coperation Agency (JICA) estructuró el Plan Maestro de Transporte Urbano en el cual se incluyó la primera línea del metro, este prefirió la implementación del proyecto Transmilenio. En esta oportunidad, en su segunda alcaldía, cuando se completan ocho años de los más recientes y avanzados estudios para el metro de Bogotá, la historia se repite. Una de sus primeras decisiones fue suspender el proyecto Metro, pero ¿cuál es el sustento técnico para la suspensión?, aquellos elegidos por su “formación académica y su experiencia profesional” han tomado en estos 100 días decisiones sin sustento, decisiones que afectan la vida cotidiana de la ciudadanía. ¿Dónde están los estudios frente a la conveniencia o no de un metro elevado?, simplemente no existen, y producto de ello es muy posible que Bogotá se quede sin metro una década más.

Adicionalmente Peñalosa inició la aplicación del alza en las tarifas para Transmilenio. La medida está justificada en el supuesto mejoramiento del sistema de transporte público, hecho que contrasta con el mal servicio, las filas y la falta de buses y de frecuencias que han ocasionado innumerables protestas de usuarios en portales y estaciones. Otro de los argumentos es la necesidad de brindar sostenibilidad y “viabilidad” al sistema; sin embargo la rentabilidad de los operadores del sistema ha aumentado casi el doble del promedio, enriqueciendo sin pausa a las firmas más grandes del país, es decir que el alza termina favoreciendo los intereses privados sobre los usuarios y el Distrito. Cabe recordar que de cada 100 pesos recaudados por el sistema, el Distrito solo recibe 5, mientras que los costos de la operación, el mantenimiento vial, las comunicaciones, la seguridad y el parqueo son asumidos por la administración distrital.

3. Gestión y administración pública: Según el Departamento Nacional de Planeación (DNP), la Administración Pública es todo un conjunto de herramientas que permite el buen uso de los recursos y la capacidad del Estado para producir resultados en pro de los intereses ciudadanos, mientras que la Gestión Pública mide los resultados y el cumplimiento de una serie de principios en el marco de la administración. Dicho de otro modo, estos dos conceptos definen lo que es la gerencia en lo público. Entonces ese perfil “gerencial” que fue vendido como la mayor virtud de Peñalosa debería aplicarse en lo público; sin embargo estos 100 días demuestran todo lo contrario. Ellos dirán que están haciendo uso de la “racionalización” de los recursos para garantizar una buena “gestión” pero, desde el punto de vista de su gestión, los indicadores sociales, que por ejemplo en los últimos años tuvieron una mejoría sustancial, hoy se encuentran en riesgo debido a sus determinaciones.

La política pública para la atención y garantía del derecho a la salud mediante la cual se logró casi la eliminación de la mortalidad infantil en Bogotá, o el aumento exponencial de la cobertura en salud; hoy sufren un revés con profundas consecuencias. El Concejo de Bogotá aprobó la iniciativa del alcalde Peñalosa para modificar el modelo de salud en Bogotá a través de una reorganización que busca, desde la justificación demagógica de la “eficiencia”, reducir los costos del sector salud, para lo cual se habla de una red matriz y subredes hospitalarias.

Así mismo, bajo su idea de “gerencia”, ha anunciado en reiteradas ocasiones su intención de privatizar la Empresa de Telecomunicaciones de Bogotá (ETB). Según el “gerente”, el valor de la ETB es 2,2 billones de pesos, valor al que aspiran con su posible venta. Curiosamente no encuentran valor en los recursos provenientes de su operación, o en la infraestructura robusta que la ETB ha construido y que la hacen llamativa para los “inversionistas”. Estos anuncios han generado pánico financiero y deterioro patrimonial de la empresa, su intención con ello es llevar la ETB a la quiebra y presionar de esta forma su venta. Nada distinto ocurre con otras empresas del Distrito en las cuales están aumentando cargas laborales mientras se reduce su presupuesto, se retrasa la compra de herramientas básicas para la buena gestión, tal como ocurre con la Empresa de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Bogotá, a la que también quieren desmembrar, o con la Empresa de Energía de Bogotá, para la cual ya se aprobó la enajenación de sus acciones en Isagen. En resumidas cuentas, esas dotes de gerente terminaron siendo más las de un agente liquidador que las de un buen administrador.

Estos 100 días de la administración Peñalosa desautorizan la denominación mediática que hace de este un “gerente” y “urbanista”, si tomamos en cuenta no solo la inexistencia de su doctorado sino también su gestión política, o al menos su falta de intención de administrar en función de los intereses de la ciudadanía. Queda demostrado que estamos ante una persona de dudosa transparencia, construyendo su imagen alrededor de una mentira repetida por 25 años. En estos 100 días Peñalosa pasó de ser Doctor a Impostor, y su eslogan “Bogotá mejor para todos” una trágica paradoja que acaba de comenzar.

@andrescamachomp

Publicado en: Palabras al margen