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La historia a contrapelo
Paz y conflictividad social
La conflictividad es connatural a las relaciones sociales y en las condiciones de la historia colombiana será aún más intensa. La paz real en nuestro país no significa la abolición de la conflictividad social sino todo lo contrario, su incremento.
Sergio De Zubiría Samper / Viernes 10 de junio de 2016
 
Bloqueo de campesinos en norte de Antioquia.

En su Opúsculo sobre La Paz Perpetua (1795), Kant había advertido con tono irónico, sobre los peligros de confundir la experiencia de la paz con los cementerios; lo que en el lenguaje común denominamos la “paz de los sepulcros” o “pax romana”. Una visión de la “paz” como abolición de la conflictividad humana e impuesta por los vencedores como un mero armisticio para reiniciar una nueva guerra. Algo así como una “paz armada”, semejante a un cementerio, porque todo lo que sea diferente está muerto, inerte.

La noción ideológica de “post-conflicto” tiene bastantes similitudes con estas connotaciones prefiguradas por el filósofo de Königsberg. En primer lugar, el término “post-conflicto” insinúa que con la firma de un Acuerdo Final entre gobierno e insurgencias se terminan todos los géneros de conflictos hasta ahora existentes. Empezaríamos a vivir en una especie de paraíso terrenal, sin conflictos y todos felices.

En segundo lugar, sugiere que el silenciamiento o dejación de las armas ya es la hora definitiva o culminante de la paz. Sabemos que la injusticia social puede persistir y agravarse aún con las armas silenciadas.

En tercer lugar, esta noción pretende crear la sensación de que el Acuerdo Final es el punto definitivo de llegada o realización efectiva de la paz; algo así como que una vez firmado el Acuerdo ya estamos en la “paz”. Una postura crítica sobre esta visión ideológica puede anticipar que los problemas y conflictos se intensifican una vez logrado el Acuerdo.

El reinicio este año del paro agrario, étnico y popular, es una evidencia de la persistencia del conflicto social. La tensión irresuelta entre el modelo de concentración de la propiedad rural, promovido históricamente por las clases en el poder, entra en contradicción con las luchas agrarias por la tierra y la resistencia indígena, afrodescendiente y campesina. La conflictividad es connatural a las relaciones sociales y en las condiciones de la historia colombiana será aún más intensa. La paz real en nuestro país no significa la abolición de la conflictividad social sino todo lo contrario, su incremento.

Son profundos los motivos para el ascenso de la conflictividad social luego de la firma de un posible Acuerdo Final. Primero, por el aplazamiento histórico de múltiples reformas sociales que las clases dominantes han denegado por la defensa exclusiva de sus intereses. Ha sido un bloque dominante en el poder que le tiene pánico a las reformas, a la democracia y al pueblo.

Segundo, porque en nuestro país han perdido valor la palabra y los compromisos, predominando ante tantos acuerdos incumplidos la desconfianza y la incertidumbre.

Tercero, porque al mismo tiempo que se logran ciertos acuerdos sociales en La Habana, la derecha neoliberal no desiste en imponer nuevas contra-reformas que golpean al pueblo. La tasa de ganancia del capital no entiende de paz social, sino exclusivamente de intereses.