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Mirador
Conspirador de oficio
Carlos A. Lozano Guillén / Miércoles 11 de marzo de 2009
 

«Al segundo encuentro arribó con el actual ministro Juan Manuel Santos Calderón y su periodista Germán Santamaría, el esmeraldero Víctor Carranza, Hernán Gómez y dos personas más. (…) Yo tenía claro que de todos los presentes el único hombre respetable para liderar la propuesta públicamente era el señor Juan Manuel Santos Calderón. Él se enderezó, nos miró y creo que hasta ese momento se dio cuenta que estaba rodeado de bandidos».

«Juan Manuel Santos Calderón aceptó ser la carta de presentación y dijo: Esto permanecerá en privado inicialmente y luego se publicará». (…) «Sólo cumplió con lo acordado Juan Manuel Santos Calderón jugándosela en una rueda de prensa (…): Presidente (Samper), la paz está de un cacho ¡apártese! ». «Horas más tarde, el pobre Juan Manuel Santos estaba ridiculizado y solo».

«Juan Manuel Santos Calderón esperaba jugar un papel determinante en el inicio y desarrollo de las conversaciones con las FARC y las Autodefensas. Carranza buscaba ser de alguna forma intermediario y pescar en río revuelto. Yo era un imbécil convencido de las intenciones altruistas que en un principio motivaron la conspiración (subrayado de C.L.)».

Las anteriores citas textuales son extraídas del libro Mi Confesión. Carlos Castaño revela sus secretos (págs. 233 a 240, capítulo «Días de conspiración ») del periodista Mauricio Aranguren Molina y que la Editorial Oveja Negra publicó en noviembre de 2001, antes de la ruptura de los diálogos del Caguán en el gobierno de Andrés Pastrana, del cual Juan Manuel Santos fue ministro de Hacienda. Hacen alusión a la conspiración que un grupo de personalidades del Establecimiento adelantó contra el gobierno del presidente Ernesto Samper Pizano, al que pretendía derrocar con la colaboración de militares activos y en retiro, la embajada de los Estados Unidos en Bogotá y mediante pactos con las «AUC» y las guerrillas.

De las cínicas declaraciones de Castaño se desprende que Santos fue el que condujo la conspiración y que no vaciló en pactar acuerdos con el capo paramilitar, quien dice en el largo reportaje que el único que cumplió con lo acordado fue Santos Calderón.

Al tiempo, Santos se entrevistaba en Colombia con miembros del COCE del ELN y en Costa Rica con Raúl Reyes, con quien bebió costoso y fino vino, según sus propias palabras, en la búsqueda de vincular a los insurgentes en la conspiración. El anzuelo era que derribando al gobierno de Samper se podría pactar la paz con los irregulares. «La paz está de un cacho», repetía. El documento de Castaño es evidente (prueba reina), como también lo es la declaración de Mancuso ante Justicia y Paz. Con todo, no hay ninguna investigación en marcha y el ahora ministro de Defensa sigue conspirando contra la paz y los gobiernos de Ecuador y Venezuela. Ese es su oficio.