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Opinión
Revolución Bolivariana y proceso de paz en Colombia
Parte 1
Danna Urdaneta / Viernes 4 de noviembre de 2016
 

Desde la Revolución Cubana, el auge guerrillero en Centroamérica, Venezuela, el Cono Sur y, ya entrando el siglo XXI, la Revolución Bolivariana empujando el llamado ciclo progresista en la región; Latinoamérica inclina la balanza de la multipolaridad en un grito antiimperialista de diferentes matices. Con la muerte del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, paralelo a los diferentes intentos golpistas hacia gobiernos democráticos en la región, comienzan las nuevas condiciones de lucha popular y de resistencia fuera del poder constituido.

En una primera etapa, mientras los pueblos ascienden al poder, las oligarquías combinan todas las formas de lucha para defender sus intereses de clase; parece que las élites son las primeras en adaptarse a las nuevas condiciones que se generaron en la región. Luego, 18 años después, la correlación de fuerzas políticas, económicas, militares y sociales cambian y las FARC-EP deciden luchar por la paz con justicia social sin las armas que por 52 años fueron garantes de la vida en las regiones olvidadas y masacradas por el terrorismo de Estado. Las mismas armas con las que nunca ningún gobierno pudo derrotarlas, ni los dos gobiernos de Uribe ni los dos siguientes de Santos, hasta ahora.

Con las bases militares en Colombia, ubicadas estratégicamente en el país vecino a Venezuela, es difícil hablar de garantías políticas para la oposición democrática en los acuerdos de paz cuando la soberanía sólo está en el papel. El fin de la resistencia armada en la región abre una oportunidad histórica a todo nivel para el pueblo, pero también para burgueses y empresarios. Es de estas selvas vírgenes de donde se extraerán los recursos naturales si el cese al fuego y hostilidades bilateral y definitivo se mantiene en el tiempo. Sin resistencia armada, entran las trasnacionales. Pero también, sin resistencia armada, no hay cómo estigmatizar a líderes sociales como “terroristas”. Sin resistencia armada tampoco hay razones para bombardeos y, aparentemente, no hay razones para la persecución política.

Al tiempo, en los países donde ha habido golpes de Estado suaves, blandos, parlamentarios, institucionales, violentos, etcétera, se repiten las formas de persecución de las viejas dictaduras -ahora con fachadas democráticas- que jamás pensamos que volverían. Ahora y por mucho tiempo en Venezuela y Colombia la estabilidad depende de un gran pacto nacional que agrupe a todos los sectores revolucionarios, progresistas y demócratas de lado y lado para preservar un mínimo de garantías políticas que nos permita frenar una intervención de cualquier potencia extranjera.

La clave está ahora en cuáles luchas antisistémicas podremos encontrarnos el movimiento popular para generar espacios de unidad regionales, paralelos a los ya existentes que son representados por estos gobiernos antipopulares. Estas nuevas condiciones deben darnos luces de prudencia y sabiduría para que, sin dejar a un lado los principios, podamos abrir de manera táctica el horizonte político que nos garantice el espacio de maniobra necesario para resistir. La experiencia de resistencia popular en Colombia, las ventajas del chavismo en Venezuela y los diferentes laboratorios de violencia económica, social y política armados en la región son las claves que dirán cuál es la lucha en la que nos encontraremos próximamente como pueblo.

Vemos con tristeza, miedo, decepción y desesperanza estos escenarios, que para la nueva generación de revolucionarios nunca antes fue vivido, pero no dilucidamos las lecciones que nos deja esta etapa de lucha democrática e institucional:

  1. Sí podemos, como pueblo, tomarnos el poder por la vía democrática.
  2. El pueblo se moviliza en la medida de las agresiones.
  3. La amenaza “castrochavista” como estigma internacional sigue latente.
  4. El antiimperialismo es nuestro gran punto de encuentro.
  5. Sin el ejercicio de la autocrítica los proyectos también se caen.
  6. Los golpes de Estado se pueden revertir (Venezuela).
  7. Los corruptos deben ir a la cárcel.
  8. Los movimientos sociales debemos desburocratizarnos y despaternalizarnos.
  9. Ser radical no nos debe quitar la mirada estratégica.
  10. Lo estratégico o coyuntural-electorero no puede ser más un chantaje.

Publicado en: Aporrea