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Wilson Saavedra de las FARC: “La paz es un derecho del pueblo”
“Para acabar la corrupción en Colombia tenemos que reformar el régimen. Hay que transformar el régimen. Y eso no se da de un día para otro. Es un proceso en el que el pueblo adquiera conciencia y sepa elegir a sus gobernantes, donde el pueblo no venda, ni regale el voto por un bulto de cemento”.
Nelson Lombana Silva / Domingo 20 de noviembre de 2016
 
Comandante del Bloque Occidental Alfonso Cano: Wilson Saavedra. Foto Nelosi

Wilson Saavedra, comandante del Bloque Occidental Alfonso Cano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP), hace más de 31 años hace parte de esta organización guerrillera que actualmente se encuentra en proceso de paz con el Gobierno nacional de Juan Manuel Santos Calderón.

Estuvo pendiente de las diversas actividades culturales, religiosas y políticas que se realizaron durante los días 30 y 31 de octubre en el marco de la gran Vigilia Nacional por la Paz, programada y convocada precisamente por esta organización política y militar que cuenta con profundo arraigo popular sobre todo al interior de los campesinos e indígenas de Colombia. Además, reconocimiento internacional.

A pesar de las múltiples ocupaciones, el comandante Wilson Saavedra concedió declaraciones a distintos medios de comunicación que se hicieron presentes, entre ellos la página web www.pacocol.org y el semanario VOZ, la verdad del pueblo. En este reportaje el comandante opina sobre varios temas, todos relacionados de alguna manera con la paz. Realmente es un enamorado de ella, se siente optimista frente al actual proceso y llama al pueblo a ser protagonista de primer orden. “Somos optimistas desde 1964”, señala.

Analiza con profundidad los resultados del plebiscito del 2 de octubre. Señala que este evento no tuvo despliegue propagandístico de parte del Estado, ni de los partidos de la Unidad Nacional que supuestamente apoyan el proceso. “Fue un apoyo de palabra, pero no un apoyo en la práctica”, manifiesta. Se inclina en creer que hubo más oportunismo por parte del mismo Gobierno, por cuanto el plebiscito constitucionalmente era innecesario. “Creo que el presidente Santos no estaba preparado para el sí, podría estar esperanzado en que ganara el no”, anota.

Le preguntamos sobre la tendencia de la burguesía colombiana de pretender polarizar el país entre Santos y Uribe, a lo cual contestó enfáticamente que “es una táctica de la politiquería”. Su interés es minimizar la verdadera oposición que encarna la izquierda.

El reportaje completo realizado en la vereda La Mesa Río Loro del municipio Guadalajara de Buga (Valle) es el siguiente:

—Comandante Wilson Saavedra, ¿qué buscan las FARC-EP con la organización de la Vigilia Nacional por la Paz?

—Con este evento lo que buscamos es crear sensibilidad en el pueblo colombiano en torno a la paz, hacer congregaciones de todas las comunidades con delegaciones de campesinos, organizaciones sociales, afros, indígenas, para estar dos días: 30 y 31 de octubre, con miras a que en esta vigilia todos nos miremos como hermanos, todos miremos cómo aportarle a este país para construir una paz estable y duradera.

Que sea un momento de reflexión, para que, a partir de acá, salgamos todos con aire nuevo de unidad que es lo que necesita este pueblo, unidad para poder alcanzar los objetivos que nos hemos trazado, no solamente las FARC, sino todo el pueblo colombiano que ha luchado por conquistar un futuro mejor.

—Generalmente los medios masivos de comunicación dicen que las FARC no están muy interesadas en la paz, pero hechos como estos están demostrando lo contrario. ¿Cómo explicar esta postura mediática?

—El tema parte de la desinformación que ha habido. El pueblo sí tiene sentimiento de paz, el pueblo sí quiere que en Colombia haya un cambio, pero desafortunadamente la manipulación muestra lo contrario y hace que una mentira repetida varias veces, cientos de veces, termine siendo casi una verdad. Ese es el trabajo de los medios.

Los medios alternativos han hecho también el trabajo de contarle a este pueblo lo que realmente ocurre en las regiones. Puede ver usted por ejemplo qué ocurre en esta vereda La Mesa Río Loro, donde nos encontramos, cómo está llegando masivamente la gente y esa gente no está llegando porque la obligamos o porque se lanzó una directriz de que tiene que venir: fue una convocatoria pública para las vigilias. En cientos de veredas y corregimientos a nivel nacional se está realizando lo mismo: vigilias por la paz de Colombia.

Las comunidades han acatado la invitación de manera voluntaria y se están acercando a los diferentes sitios a compartir en este momento de recogimiento, de análisis, de pensar en las futuras generaciones, de qué es lo que va a ocurrir con esta patria que tanto amamos y por la que tanto hemos trabajado.

—Las FARC-EP han participado de varios intentos de paz: Tlaxcala, El Caguán y otros. El actual es quizás el más avanzado. ¿Es usted optimista? ¿Habrá paz ahora sí?

—Creo que las FARC somos optimistas de alcanzar una solución política del conflicto desde 1964, porque el alzamiento armado en Colombia no fue capricho de nadie, ni tampoco de nuestros queridos y recordados marquetalianos, sino una necesidad histórica encaminada a preservar la vida, y eso obligó a tomar las armas para defender la vida porque no había otra oportunidad para hacerlo.

Siempre hemos tenido el optimismo. Hay que decir que este proceso de paz sí ha tenido un alcance significativo que no han tenido procesos anteriores. Debemos hablar de las voluntades de diferentes procesos, momentos históricos y políticos del país, pero este especialmente es un momento histórico, porque este proceso llegó a un fin de que sí es posible la solución política del conflicto con cambios en la institucionalidad, con cambios y garantías para ejercer la política libremente sin el temor de ser asesinado, desaparecido, perseguido, mínimamente encarcelado.

Somos optimistas, queremos seguir trabajando duramente por la paz, independientemente de los resultados electorales del plebiscito porque eso no es una parte definitoria, creo que la paz no se le consulta a nadie si la quiere o no la quiere o si es necesaria; la paz es un derecho del pueblo, un derecho mayoritario. No depende de un resultado electoral, ni mucho menos depender el proceso de paz y los deseos de paz del pueblo de unas personas politiqueras que quieren adueñarse de la paz e imponerla a su gusto.

—Precisamente, ¿por qué se perdió el plebiscito del 2 de octubre?

—Creo que eso tiene muchas miradas. Podemos decir que el plebiscito merece un análisis a fondo, partiendo del mismo Gobierno, porque a diferencia de otros procesos electorales y campañas electorales para alcaldías, concejos, gobernaciones, senado, presidencia, ésta no tuvo ese despliegue propagandístico de parte del Estado, ni de los partidos que están acogidos en la Unidad Nacional apoyando el proceso de paz y que supuestamente apoyaban el sí. Fue un apoyo de palabra, pero no un apoyo en la práctica.

Eso es un aparte del análisis que puede haber. Puede haber otros análisis, que es el oportunismo que se utilizó con el plebiscito. A la luz de los acuerdos, a la luz del mandato que le dio el pueblo colombiano en la reelección del presidente Santos, el plebiscito era innecesario.

—¿Podría decirse que el presidente quedó solo y sin el apoyo de su Unidad Nacional?

—No. No creo. No es que haya quedado solo, creo que el presidente Santos no estaba preparado para el sí, podría estar esperanzado en que ganara el no, porque en el poder y en la política, que ellos la conocen muy bien, pueden tener diferentes miradas con respecto al acuerdo final que es la clave.

Porque el acuerdo final, para un sector de la oligarquía, del empresariado, de los terratenientes, no gustó. El presidente de la República, independientemente de la voluntad de paz que pueda tener de sacar adelante el proceso y todo, es un representante de esa clase en el poder y no puede jugar solo.

—Se ha querido polarizar el país entre Santos y Uribe. ¿Usted cree que es correcta esta polarización?

—Creo que es una de las tácticas de la política, pero, sobre todo, de la politiquería. Mostrarle al pueblo una contienda entre dos corrientes ideológicas del mismo lado, que pueden tener algunas diferencias como personas o en algunos conceptos de opinión, pero ideológicamente están del mismo lado. Allí no hay ningún enfrentamiento. Se ha querido mostrar eso para manejar el tema de la oposición. Hoy en día en Colombia ya no es la izquierda, sino un sector de la derecha contra la misma derecha. Son manejos mediáticos para confundir a la gente.

Creo que el tema que hay que pararle bolas, hay que estudiar, y que los medios alternativos y los tradicionales ojalá lo hicieran, es mirar más bien ese potencial de gente que no votó. Fue más del 60 por ciento, que equivale a cerca de 22 millones de colombianos que no ejercieron el derecho al voto el 2 de octubre. Esos serían los plenos ganadores.

O sea, el plebiscito realmente con un umbral de 4’500.000 creo que era muy factible para ambos lados: para el no y para el sí. Pero la abstención fue mayor.

—Pero nadie esperaba que ganara el no…

—Creo que el sí es una realidad, creo que el clamor por la paz generó cierto triunfalismo en las organizaciones sociales, en los estudiantes, en muchos sectores del pueblo colombiano. Se creyó que el sí iba a pasar avasallador. No fue así. Lo que le decía anteriormente: el mismo Estado no generó una estrategia de campaña para beneficiar el sí. El presidente se dedicó a decir: Si gana el sí, tendremos un país sin guerrilla. Y es una lógica que mucha gente votó, no porque esté en contra de la paz, sino que mucha gente no quiere realmente que las FARC desaparezcan en Colombia, porque no han entendido, porque desafortunadamente la pedagogía por la paz no hemos podido hacerla de manera libre, para que la gente entienda los alcances del acuerdo.

Es que el acuerdo de La Habana tiene unos alcances enormes en cambios en la problemática social del país.

—El pueblo colombiano prácticamente votó a ciegas. Un pueblo que casi no lee, un mes corto para leer 297 páginas de un documento farragoso. No entiende uno cómo un Gobierno improvisa un plebiscito sin ninguna necesidad. ¿Qué vislumbra usted en el fondo, comandante?

—Uno de los temas que nosotros siempre planteamos es que se nos permitiera hacer pedagogía con algo de garantías porque estábamos dialogando en medio de la confrontación, no existía el cese bilateral de fuego en firme, entonces no podíamos hacer pedagogía libremente con las comunidades en los barrios, en los municipios, en los corregimientos, para que la gente entendiera lo del acuerdo.

Usted dice algo muy real. Hoy en día la gente tiene una pereza enorme por la lectura y 297 páginas que contempla el acuerdo de La Habana, pues la gente del común muy poco las iba a leer. Es ahí donde faltó interés del Gobierno en hacer un despliegue de pedagogías claras, concretas, resumidas, para que el pueblo las entendiera. Eso debería haberlo hecho por todos los medios de comunicación y no se hizo.

Por eso le digo que las campañas electorales que han existido anteriormente para senado, cámara, alcaldías, etc., sí han tenido un despliegue enorme y le han puesto dinero. En esta no.

—Este proceso está cruzado por una oligarquía temerosa a los cambios por mínimos que estos sean. No quiere ceder absolutamente nada. De otro lado la campaña denigrante contra la guerrilla que se iba a tomar el poder para expropiar e imponer una dictadura. ¿Usted no cree que todo eso jugó papel importante en el elector al momento de votar?

—Creo que esa campaña mediática que ha habido por todos los medios del “castrochavismo”, de que si las FARC pasamos a hacer un movimiento político legal, queremos instaurar en Colombia una dictadura. Todo eso es falso. Eso es falso.

Eso es falso, porque nosotros somos una organización revolucionaria, luchamos por unos cambios en el país, no queremos implantar dictaduras, no estamos en contra de la propiedad privada, queremos una sociedad donde quepamos todos en igualdad de condiciones.

El que quiera seguir de un tope hacia arriba lo puede hacer sin ningún problema. ¿Qué es lo que ocurre ahí? Que ese tipo de personas que tienen ese avance en la economía, pues que le pague más impuestos al Estado. Hoy en día, el campesinado está ahogado de impuestos y para las grandes multinacionales y el empresariado los impuestos son más poquitos o iguales a los que paga un campesino.

Eso es una realidad. Muchos dirán que es carreta (mentira). Pero no: es la realidad. Hacen las leyes y todo para que las transnacionales tengan los impuestos más bajos con el cuento de la inversión, el trabajo que brinda, etc. Ese tipo de impuestos no lo están pagando como debiera ser.

Nosotros planteamos una sociedad con un tope en el que estemos todos en igualdad de condiciones, de acuerdo a sus capacidades económicas. Queremos una sociedad con educación, salud, vivienda, trabajo digno. Que la salud y la educación no sean un negocio, ni un privilegio.

—Es decir, ¿las FARC-EP buscan una paz con justicia social y no simplemente la paz por la paz?

—La palabra paz, que aún está de moda en este momento y que todos quieren hablar de paz y de paz, pero hay que profundizar en qué tipo de paz. Puede haber una paz espiritual y eso ya es paz. Pero aquí queremos una paz con apellido: una paz con justicia social. Una paz donde se garanticen los cambios sociales en el país, donde no mueran más niños de hambre, donde los recursos naturales sean nuestros, sean nacionalizados para que de allí podamos sacar nuestros recursos para sostener a los colombianos. Que la educación no sea un negocio, que haya trabajo digno. Ese es el tipo de paz que nosotros queremos.

—¿Si hay paz, se acaba la guerrilla en Colombia?

—Como decía el camarada Jacobo Arenas en su época: Si en Colombia llegan a haber los cambios por los que nosotros hemos luchado tanto y hemos entregado la vida y muchos de nuestros compañeros han muerto, y esos cambios se logran, pues para qué una guerrilla, para qué un grupo armado, si no hay por qué luchar porque todas las necesidades están satisfechas.

—Se proyectan algunos cambios al acuerdo final, ¿cómo los analiza usted?

—Hay un comunicado del 28 de octubre conjunto, o sea: de las FARC y del Gobierno, y allí lo que se dice es que el acuerdo no sufre alteraciones mayores, aumentarán algunas aclaraciones y especificaciones de algunos puntos como para dar más claridad, pero cambiar el acuerdo significaría renegociar el acuerdo en su totalidad, renegociar la agenda de los seis puntos que fue pactada en el 2012. No tendría ninguna lógica continuar cinco años más en un proceso de diálogo para volver a rearmar un acuerdo que ya está firmado y está depositado en la confederación de Suiza como acuerdo especial. No tendría ninguna lógica.

Lo que hay que hacer es que el acuerdo se entienda, se lea, se permitan las garantías para dar a conocer el acuerdo a la gente del común, al trabajador, al obrero, al taxista, al carretillero, al mototaxista, al campesino, al profesor. Mejor dicho: que se despegue una pedagogía nacional, ojalá que el mismo Estado garantizara que en las escuelas se estudiara el acuerdo de La Habana para que la juventud, los padres de familia, vean el alcance del acuerdo, lo entiendan.

El acuerdo no es para generar impunidad, ni mucho menos para darle puestos políticos a las FARC. Eso no es el acuerdo. El acuerdo es para hacer cambios en la vida social y política de la gente.

—Comandante: ¿cómo se imagina usted sin fusil en mano haciendo política?

—Se puede uno imaginar muchas cosas. Pero también puede haber muchas prevenciones. Pero creo que el cambio no es ni muy difícil, ni muy extraño, porque durante todo el tiempo las FARC hemos hecho política, hemos convivido con las masas, hemos estado con la gente en las veredas, en los corregimientos, hemos convivido con ellas, nos conocen y sabemos cómo viven ellas, cómo vive un campesino de estrato cero, sabemos cómo vive un campesino sin tener qué desayunar, un campesino ganándose $10 mil al día, sin energía eléctrica, sin acueducto, sin acceso a la salud. Nosotros conocemos ese tipo de vivencias. Entonces seguramente no será muy difícil.

Todo se encarna en el acuerdo de La Habana, parte de participación política en lo que tiene que ver con seguridad y la vaina del paramilitarismo. Porque, independientemente que uno tenga el fusil o no tenga el fusil, en Colombia hay un paramilitarismo y ese paramilitarismo es el que ha impedido que se ejerza la política libremente, las personas que piensan distinto, que tienen un planteamiento distinto al que tienen las oligarquías, muchas han sido asesinadas.

—Generalmente se ha dicho que el principal problema en Colombia es la guerrilla. Sin embargo, estudiosos señalan que realmente el problema es la corrupción. ¿Cómo la va a combatir la guerrilla ya como partido político?

—Creo que uno de los temas que vende el sistema como sofisma contra nosotros es que nosotros somos el peligro para la sociedad o que somos los culpables de todos los males. La guerrilla de las FARC nació el 27 de mayo de 1964. Si se echa la mirada hacia atrás, a 1948, que comenzó el período aciago de la violencia hasta concluir el Frente Nacional, las FARC no existían y había miseria, pobreza absoluta, persecución política, asesinatos selectivos y las FARC no existían.

Entonces, el tema no es porque las FARC existan. Por eso, la Comisión Histórica del Conflicto, en su informe de 809 páginas, inclusive los relatores propuestos por la delegación del Gobierno, todos coinciden, creo salvo tres, el resto coincide en que en Colombia sí hay culpabilidad del Estado en el conflicto interno, en el desate de la guerra, del empresariado, de los ganaderos, de la clase política, porque ha habido lo que dice usted: corrupción.

Para acabar la corrupción en Colombia tenemos que reformar el régimen. Hay que transformar el régimen. Y eso no se da de un día para otro. Es un proceso en el que el pueblo adquiera conciencia y sepa elegir a sus gobernantes, donde el pueblo no venda, ni regale el voto por un bulto de cemento. Eso es triste, que los políticos, los dirigentes políticos de los partidos tradicionales, que solo buscan el poder para llenarse sus bolsillos de dinero, para hacer chanchullos, a la gente la engañan.

Y la gente por falta de información y formación política, terminan engañados unos, otros vendiendo su voto por un bulto de cemento, un rollo de manguera, una teja de zinc. Todos los gobiernos que ha habido han continuado con lo mismo y la gente igual, vendiendo su voto al mejor postor por una limosna.

Tenemos que hacer un trabajo de concientización para que el pueblo entienda que esa no es la solución, que los $30 mil que recibe a través de Familias en Acción no son la solución a la pobreza y a la miseria. Esa no es la solución. No podemos estar hablando de que con eso vamos a solucionar un problema de salud o de vivienda. No, aquí hay que reformar el régimen, hay que estructurar el régimen y hay que hacer que los recursos naturales sean nacionalizados para así poder producir en beneficio del pueblo.

—Comandante: Pero, ustedes van a salir a hacer política a un escenario sin medios de comunicación, con el sambenito de que son criminales, van a enfrentar una parafernalia del régimen corrupta y adinerada. ¿Cómo sería posible para las FARC exponer su plataforma a todo el pueblo colombiano en esas condiciones concretas?

—Eso son los riesgos que hay que correr. Si todo termina bien, nosotros pasaríamos a una organización legal de carácter meramente político, porque haríamos dejación de las armas, llevaremos la fuerza de las palabras y arrancaremos con la batalla de las ideas; que el acuerdo de La Habana nos da unas mínimas garantías de unas emisoras, un canal de televisión, podríamos tener algunos periódicos para tratar de informar al pueblo y decirle qué es lo que nosotros hemos venido planteando.

O sea, que nosotros no somos ese “monstruo” que han vendido por los medios de comunicación todo el tiempo. Nosotros también somos humanos, nosotros también tenemos familia, nosotros como revolucionarios, como comunistas que somos, tenemos un principio de humanidad. Nosotros no hacemos la guerra por hacerla, ni hacemos la guerra porque nos guste. Fue una necesidad.

Llegaremos a un escenario sin armas a ejercer la política de manera legal: expresando nuestro humanismo, nuestro sentimiento de amor por el pueblo. Vamos a rescatar los valores que se han perdido, a rescatar la fraternidad, el compañerismo, la solidaridad que hoy no hay en la clase dirigente que gobierna a Colombia.

—Es decir, comandante: ¿entrarían ustedes a ayudar a humanizar y a dignificar la política como ciencia y como arte?

—Podríamos decir que sí, porque nuestros planteamientos son esencialmente humanos. Nuestros planteamientos políticos no son con intereses personales, mucho menos buscando lucro particular. De hecho en las FARC-EP ningún guerrillero gana sueldo. Nosotros nos unimos a la lucha voluntariamente. Cada combatiente que ingresa, ingresa voluntariamente y voluntariamente acepta nuestros lineamientos políticos y acepta luchar por ellos y entregar la vida por esos bellos ideales.

Entonces, como somos humanos, como nuestra política es humana porque no tiene nada de lucro personal, ni de avaricia, ese mensaje será el que llevaremos al pueblo, enseñándoles que hay que aprender a elegir a nuestros gobernantes. No podemos seguir en el mismo círculo vicioso eligiendo a los mismos y van pasando las generaciones y los mismos y los mismos y la gente sigue muriéndose de hambre o muriéndose en la puerta de un hospital, niños desnutridos, por ejemplo en La Guajira, departamento que tiene tanta riqueza como el carbón. El Chocó, uno de los departamentos más ricos, pero con la población más pobre.

Nosotros tenemos que seguir siendo humanos y eso hay que enseñárselo a esos señores que han gobernado el país por tantos años. Ellos no han sido humanos, no han tenido sentimiento hacia el pueblo.

—Al salir a la luz pública se convierten la FARC en otro factor de unidad, en una izquierda bastante polarizada e incluso fragmentada. ¿Qué análisis viene haciendo las FARC de la realidad concreta de la izquierda? Es más: ¿Cómo hacer que la izquierda pase de ser oposición a ser opción de poder?

—Es un trabajo muy duro que hay que realizar porque realmente en Colombia hay muchos sectores democráticos, pero hay que decirlo con franqueza: están desunidos. Por eso estas vigilias por la paz de Colombia nos deben dejar una enseñanza, porque en estas vigilias nos encontramos católicos, evangélicos de distintas confederaciones de fe, todos nos encontramos a hablar de eso: de la paz. No de otra cosa, respetando el culto religioso de cada quien, respetando su color político, lo importante es que pensemos en una Colombia nueva, que pensemos en una Colombia amable, con soberanía nacional, donde todos tengamos oportunidades independientemente de la raza o el color político.

—Camarada: ¿cuántos años en la lucha armada?

—Ya pasé de 31.

—¿Sabores, sinsabores, sustos, alegrías?

—Podemos decir que la vida guerrillera es muy hermosa. Yo ingresé muy niño a las FARC y uno aprende a convivir con todas las peripecias que se pasan en el camino, con todas las vicisitudes que hay. Momentos de amargura de ver caer compañeros en combate, de ver morir guerrilleros y guerrilleras por esta causa; momentos de felicidad también de compartir con nuestros guerrilleros, nuestros camaradas y también de tristeza cuando en determinadas fechas no los tenemos. Todo eso se combina en algo que lo llena a uno de motivos para continuar adelante, de que toda esta gente, todos estos camaradas que nos han acompañado y que hoy no están lo llenan a uno de fortaleza, de ejemplo, de dignidad para continuar la lucha.

—Caminar por montañas, trochas, atravesar ríos, cruzar páramos, altas temperaturas…

—Claro. Lógico, uno en la FARC hoy está aquí, mañana en otro lugar, también nos trasladan de frente, de diferentes departamentos, cambios bruscos, del clima caliente a lo frío, de caminar por trochas, por la sabana, por las cordilleras, por caminos, por las carreteras. O sea, nosotros nos hemos andado todas las zonas rurales de Colombia y eso es lo maravilloso, porque conocemos el país, el país que no conoce mucha gente que quisiera conocerlo.

He aquí este lugar de la Mesa Río Loro, donde nos encontramos, está llegando mucha gente que no conocía este paraje, paraje hermoso, un paraje del Valle del Cauca, del municipio de Guadalajara de Buga, que se encuentra a escasos cinco kilómetros de donde está ubicada la hidroeléctrica del alto y bajo Tuluá, pero acá no hay energía, acá no existe el acueducto, acá las vías carreteables están en pésimas condiciones, pero es un paisaje hermoso, estamos en la “pata”, se puede decir, del Páramo de las Hermosas. Ese tipo de país que no conocen muchos y que así hay muchos parajes en Colombia: desconocidos, pero que nosotros sí los conocemos.

—Comandante: ¿cómo se pasa de guerrillero de base a comandante en las FARC-EP?

—El reglamento nuestro contempla algunos requisitos para ser comandante. Ahí están estipulados. Son las cualidades que debe tener el combatiente para surgir. Aquí no existe el amiguismo, por recomendación o porque es hijo de fulano o perencejo. No. Acá la cuestión de los méritos se da a través de la lucha. Es el reconocimiento a la labor y al trabajo del combatiente es lo que se tiene en cuenta para asumir responsabilidades. Puede ser comandante, puede ser ecónomo, puede ser radista, puede ser enfermero, cumplir misiones especiales. O sea, todo ese tipo de reconocimientos por su labor como guerrillero íntegro.

—Para usted, comandante: ¿qué es ser guerrillero?

—Ser guerrillero creo que es uno de los escalones más altos de la lucha. Ser guerrillero revolucionario fariano es uno de los escalones más altos de la lucha. Eso nos llena de orgullo porque es una lucha por el pueblo y nosotros nos debemos al pueblo. Nosotros los guerrilleros somos transformadores sociales, porque tenemos pensamientos de cambio, porque queremos transformar esta sociedad para que todos vivamos en armonía, que todos vivamos así sea lo mínimo, pero que tengamos paz y no suframos necesidades, buscamos una sociedad donde la salud y la educación la tenga el niño, la tenga el anciano, la tenga la madre, el padre, la tengamos todos, independientemente de quien sea.

Esa sociedad buscamos. Y para uno de guerrillero ese compromiso nos enorgullece porque estamos luchando por esos ideales, es decir, por un cambio social.

—Finalmente, ¿cuál sería su mensaje a la comunidad nacional e internacional?

—Desde Colombia, esta Colombia hermosa, martirizada por tantos años de guerra por culpa de un poder mezquino, decirle que aquí nos encontramos luchando por alcanzar una Colombia nueva, que las FARC estamos firmes, convencidos de que la paz en Colombia sí es posible, solo se necesita una oportunidad más, se necesita una voluntad de las partes. Nosotros la garantizamos que la tenemos, tenemos todo el optimismo y toda la fuerza para que este proceso termine satisfactoriamente y tener una Colombia distinta y poder intercambiar con la comunidad internacional, que venga y nos conozca.

Nuestras puertas están abiertas. Mientras esté el proceso de diálogo y el cese bilateral de fuego, nuestros campamentos están abiertos para que vengan y miren nuestra forma de vida, vengan y nos conozcan en persona, quiénes somos, que no somos el “monstruo”, no somos las personas enemigas del pueblo. Eso le podríamos decir tanto a la comunidad nacional como internacional. La invitación a que nos visiten, a que estén acá en cualquier frente guerrillero a nivel nacional, para que sepan qué piensa un guerrillero sobre la lucha.