Columna de opinión
Desde mi ocaso
/ Jueves 9 de marzo de 2017
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El terciopelo de mi piel se eriza con apertura hacia el combate. Fulgor de fuego que encandece mis falanges en las labores más hostiles que los hombres temen ejecutar, de las cuales para ellos son todas débiles, mañosas, escuetas…Simplemente me envidian cuando ven que mis delicadas manos se deslizan sobre la vida y embellecen sin precedentes los tejidos de la realidad. Ellos no saben que tras cada pinchazo de mis manos que tejen, roja sangre brota como cause de indomable afluente de luz. Tampoco saben que con cada ciclo que detono la naturaleza brota ante sus ojos llenos de frutos que florecen en la lucha. Nunca entienden, ¡oh hombres! la pujanza inmanente que me mantiene sumergida entre la risa y el llanto de los acordes de mi dulzura.
El viento acompaña mi condición y me hace libre. Con el tiempo en mi contra, mi beldad se remoza como periodo imperioso para un ocaso perfecto. La tez de mi semblante recoge la historia de cada contienda soportada en mi cuerpo por el peso de mis hazañas, de la vida que me hace heroína, del objeto de mi narrativa. En cada pliegue que mi piel ha tomado como fonema se ha escrito la historia de la lucha de clases. El océano dialéctico en el que habito me permite relatar la salvaje estridencia que soporté con el paso de cada parpadeo. Sólo me permito sentir cada fragmento de mi existencia como imagen poética que figura en el Partenón de mi vida. Sólo yo recibo la ofrenda, el fusil, el overol, la segueta, la pala, el martillo, la hoz, la máquina, el ordenador, la vida, la luz. Sólo yo convierto mis extremidades en las herramientas para continuar con el combate. Sólo yo doy vida y la hago realidad pura ante sus ojos. Sólo soy lo que quieren y temen ser: soy mujer…
Ocaso de mis generaciones: aguardo tu llegada cargada de fuerza para persistir soportando las aventuras de mi historia. Esperando como la muerte cosquillea mis mejillas y me sonroja, esperando el último movimiento de mi sonata, esperando el último acorde que se hace hecatombe de amor; sólo aguardando cuando los recuerdos me hagan brotar en vida desde los libros para conducir a cada una de ustedes que hoy combaten. Porque el fuego lioso de la lucha se ampare siempre eterno delante de nuestros actos. Porque la mujer que se haga historia sea comprendida de memoria y acción. Porque la vida misma sea entregada a cada causa conforme a su delicadeza. Porque lucho aun desde mi paciente edad. Porque la mujer sea el baluarte de la libertad.