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De inequidades, exclusiones, pilos y otros demonios
Susana Barradas / Viernes 19 de mayo de 2017
 

Una propuesta como Ser Pilo Paga no cuenta con los mínimos esperados desde los fundamentos de una justicia social, ni con la evidencia de efectividad suficiente para aspirar a ser política de Estado.

Se conoció esta semana que el programa Ser Pilo Paga será convertido en política de Estado [1]. Se anunció, además, la intención de realizar unos ajustes a las condiciones actuales de los créditos del Icetex, de tal suerte que quienes llegaran a ser beneficiarios de éstos, comenzarían a pagar su deuda sólo después de iniciar una relación laboral y con unas cuotas fijadas según el valor de sus ingresos [2]. Lo anterior, se supone, representaría una estrategia para garantizar un mayor acceso y cobertura en la enseñanza superior universitaria, en un país con un sistema de financiación pública rudimentario. Si bien las limitaciones e incluso la toxicidad para la democracia de los créditos-beca y programas como Ser Pilo Paga han sido ampliamente expuestos en los medios en los últimos tres años, tal no ha redundado en un espacio de debate nacional sobre el tema. Precisamente por eso se redobla ahora el desasosiego en vista de esta nueva avanzada.

Un artículo de Julián de Zubiría en la Revista Semana [3] pone de presente varias de esas inquietudes. Allí se advierte que el programa Ser Pilo Paga no sólo no permitirá disminuir las inequidades de acceso a la educación universitaria, sino que además contribuirá a mermar los recursos de las universidades públicas, y a quitarle paulatinamente la oportunidad de formar a varios de los mejores estudiantes del país. En últimas, a agrandar las desigualdades ya existentes. Para dar una idea de esto, actualmente el 82% de los beneficiarios de este programa estudia en universidades privadas, mientras que sólo el 18% adelanta su formación en universidades públicas [4]. Lo anterior significa que lo que se gasta el Estado para financiar a los 40.000 estudiantes del programa Ser Pilo Paga en universidades privadas sería suficiente para financiar a 200.000 estudiantes en universidades públicas del país [5]. ¿No es ésta una señal de alarma suficiente para poner en tela de juicio, de manera abierta y transparente, la conveniencia de seguir empleando recursos públicos en programas de este tipo? ¿Contribuirán realmente estas políticas a generar mayor igualdad y a reducir las inequidades en el acceso y permanencia de los estudiantes en la educación universitaria?

En el libro “La seudorrevolución educativa: desigualdades, capitalismo y control en la educación superior en Colombia” [6] el autor y también columnista, Andrés Felipe Mora, se refiere a las políticas educativas en el país como artífices en la profundización de desigualdades, ya que la manera en que plantean el acceso de los estudiantes a la educación superior no tiene en cuenta sus contextos previos de desventaja social (clase, género, pertenencia étnica, zona geográfica, etc.). Además, el hecho de que la lógica de ingreso tenga un carácter restrictivo -i.e., no todos aquellos que cumplan con los requisitos para ingresar a la educación superior podrán efectivamente garantizar su cupo-, es un elemento más que suficiente para contribuir a nuevas exclusiones; y que estaría también en la base de la reproducción de lógicas meritocráticas [7].

El programa Ser Pilo Paga es un buen ejemplo de eso. Es decir, parte de la creencia en una justicia meritocrática que obvia las circunstancias de origen y desarrollo de los sujetos, y plantea que si se garantiza una igualdad de oportunidades (que definitivamente tampoco se podría decir que la está brindando Ser Pilo Paga, ya que el programa cubre tan solo el 2% del total de estudiantes que se gradúan anualmente de la educación media [8]), los sujetos van a ser capaces de evadir sus inequidades iniciales y así lograr un ascenso social6. Sin embargo, como lo sostiene Mora en su libro, los resultados y el desempeño en el marco de procesos educativos dependen menos de factores bajo el control de los sujetos o de su responsabilidad individual, que de sus circunstancias económicas, educativas, culturales y sociales iniciales [9]. Es decir, aquellos factores y desigualdades situados “río arriba” [10] que, sumados a las desigualdades del sistema educativo, hacen inviable la defensa a ultranza del modelo de igualdad de oportunidades (frente a un modelo de igualdad de posiciones) [11]. No es difícil imaginar que esto adquiere dimensiones inimaginables en un país como Colombia.

Lo anterior parece ser suficiente para afirmar que una propuesta como Ser Pilo Paga no cuenta con los mínimos esperados desde los fundamentos de una justicia social, ni con la evidencia de efectividad suficiente para aspirar a ser política de Estado. Esto es verdad en la medida que la propuesta que encierra Ser Pilo Paga no contribuye de ninguna manera ni a cuestionar ni a cambiar la estructura del sistema de educación que conocemos hoy en el país. La esencia misma del programa se podría resumir en las siguientes palabras de Dubet: “a lo sumo, se aceptará que ciertos dispositivos específicos permitan a algunos alumnos humildes incorporarse a las formaciones elitistas, a condición de no poner en entredicho el orden de las jerarquías del sistema”(p. 35) [12].

Quizás sea tiempo de revivir el movimiento estudiantil.

Publicado en: Palabras al margen

[6Mora, A. F. (2016). La seudorrevolución educativa: desigualdades, capitalismo y control en la educación superior en Colombia. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

[7Mora, A. F. (2016). La seudorrevolución educativa: desigualdades, capitalismo y control en la educación superior en Colombia. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

[9Mora, A. F. (2016). La seudorrevolución educativa: desigualdades, capitalismo y control en la educación superior en Colombia. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana.

[10Dubet, F. (2011). Repensar la justicia social: contra el mito de la igualdad de oportunidades. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.

[11Lo que está en causa aquí no es un enfrentamiento entre los dos modelos, sino la conveniencia de priorizar el segundo con el propósito de disminuir las brechas sociales. Partiendo de los planteamientos de Dubet, la igualdad de posiciones busca reducir las distancias entre las distintas posiciones en una estructura social. Es, por lo tanto, un principio que apunta a igualar las condiciones de vida de las personas.

[12Dubet, F. (2015). ¿Por qué preferimos la desigualdad? (aunque digamos lo contrario). Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.