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Opinión
Obstáculos fundamentales a la paz
Libardo García Gallego / Domingo 18 de junio de 2017
 

1. El derecho a la propiedad privada. Para la burguesía, los explotadores de la fuerza de trabajo, después del derecho a la vida, éste es el principal derecho humano. Son enemigos de la nacionalización de las tierras y se niegan a compartir sus propiedades con los demás humanos. Argumentan tercamente que todo lo que poseen ha sido adquirido mediante el sudor de su frente, sin robar a nadie, de acuerdo con la Constitución y las leyes; alegan, además, que ellos no son culpables de la pobreza, y que quienes lo son es por causa de sus vicios, de la pereza, del consumismo compulsivo, de los malos negocios y de la voluntad divina.

Junto al derecho a la propiedad reclaman el derecho a la herencia, es decir, que cuando muere un propietario sus riquezas pasan a manos de sus herederos naturales o testamentarios. Jamás reconocen que sus riquezas fueron obtenidas gracias a la fuerza de trabajo no pagada, o plusvalía, o que engañaron con ventajismos a otras personas o que las despojaron de sus propiedades. En la raíz de todos estos “derechos” ha habido violencia, guerras, invasiones, leyes fabricadas por ellos mismos para proteger sus bienes mal habidos.

En Colombia es fácil lo anterior. Los voceros del Centro Democrático, entre ellos Lafaurie, defienden el derecho a las tierras usurpadas a los campesinos pobres o compradas a precio de huevo mediante muerte, amenazas y chantajes a sus poseedores con el argumento de que fueron “adquiridas de buena fe”. Esta es la principal razón para boicotear los Acuerdos de La Habana.

La propiedad privada sobre algunos bienes (p.ej. vivienda, vehículo, una empresa) no amerita rechazo; lo que sí debe limitarse es la magnitud de la propiedad privada sobre los medios de producción (haciendas, fábricas, bancos). De igual manera las herencias deben distribuirse entre los herederos y el Estado.

2. Los derechos a la educación y la salud. Cuando se invocan estos derechos se alude a la cobertura total y gratuita así como a la excelente calidad de los mismos. El Estado tiene la obligación de garantizarlos, creando la infraestructura indispensable y capacitando integralmente a maestros y personal de salud. Es inadmisible que un Estado que recauda sumas gigantescas en su erario prefiera robárselas y no invertirlas adecuadamente en estos derechos.

Los educadores deben ser los mejores profesionales, los mejor preparados y mejor pagados en cada región; la profesión docente no puede ser un escampadero para vegetar y combinar con otras profesiones. Unidos a la educación van los derechos a la libertad de pensamiento, al libre desarrollo de la personalidad y a la libertad de culto. Los docentes bien calificados son la clave en la formación de seres autónomos, conocedores a profundidad de las diferentes vertientes filosóficas, religiosas, políticas.

Lo mismo debe ocurrir con la salud que precisa de un seguimiento permanente a cada individuo, desde el momento prenatal. Con los adelantos científicos de la actualidad no puede tolerarse el desconocimiento de las amenazas genéticas, de las deficiencias orgánicas y nutricionales. La prevención y control desde los primeros años de vida garantiza la buena salud en la adultez.

La educación y la salud son derechos que no deben ser asumidos por empresas privadas para obtener alta rentabilidad.

3. Derecho a las libertad de opinión, de expresión y difusión de ideas. Suele decirse que en Colombia toda persona puede hablar libremente sin que por ello sea sancionada o estigmatizada. Sin embargo muchos son asesinados por los sicarios de la extrema derecha para quienes ser líder sindical, defensor de los derechos humanos o activista demócrata significa ser un terrorista inmerecedor de la vida. Otros menos sectarios aceptan que cualquiera puede escribir o hablar libremente siempre y cuando posea los medios para hacerlo. ¿Pero si los medios son propiedad de oligopolios que no permiten publicar nada inconveniente para ellos, entonces a través de qué medios pueden expresarse los opositores democráticos o de izquierda si carecen de capacidad económica? Hasta pintar un grafiti o escribir una consigna en un muro puede ser causal de muerte.

Para salvar este obstáculo se requiere, además de garantías constitucionales, de voluntad política, que el Estado financie los medios (emisoras, periódicos, revistas, televisión) en igualdad de condiciones a los medios burgueses, para que la oposición pueda escribir y hablar sin ningún tipo de restricciones, salvo las impuestas por la ética periodística.

4. Derecho al trabajo digno. El Gobierno fabrica información de acuerdo con la metodología del sistema socioeconómico capitalista neoliberal reinante en el país. Es así como las estadísticas sobre desempleo que presenta el DANE dicen que estamos muy bien, que hay excelentes ofertas de empleo, que se ha reducido ostensiblemente la miseria y la pobreza y que no es el 70% de los colombianos los que viven en malas condiciones sino sólo el 7%. Así es como se obtienen datos distorsionados de la realidad. ¿Cómo que un cantante callejero o de bus cuenta como ocupado porque trabaja dos horas? Lo mismo quienes desarrollan contratos ocasionales por tiempo muy limitado son clasificados como trabajadores formales o permanentes. Hasta los que se defienden mediante el rebusque aparecen como empleados. Es el colmo de la mentira si se añade que un trabajador con un salario mínimo dizque puede vivir dignamente con su esposa desempleada y dos hijos estudiando. El salario mínimo debe cubrir las necesidades básicas de cuatro personas, que en las condiciones actuales de Colombia no debería ser inferior a $1.500.000.

Un trabajo digno significa jornada laboral de 40, máximo 48 horas semanales, prestaciones sociales, salud, vacaciones. Si con la robótica, la mecatrónica y la robotización quedan desempleados miles de obreros, entonces será necesario rebajar la jornada laboral a la mitad actual. Si en la empresa privada no hay espacio entonces el Estado está obligado a crear suficientes empleos para ocupar al resto de la población económicamente activa que quede cesante.

Por otra parte no pueden existir diferencias abismales entre el salario de un trabajador manual raso y el de un trabajador intelectual, por importante que este sea. El salario de los gerentes, administradores, parlamentarios, magistrados, no debe superar los 10 ó 15 salarios mínimos; cantidad adecuada a sus funciones y más que suficiente para vivir digna y cómodamente.

5. Prevalencia de la misantropía. La mayor dificultad está en poner de acuerdo la manada humana acerca de cómo deben comportarse unos con otros, si optan por matarse entre sí o por vivir felices, si prefieren arrebatar a sus congéneres el espacio, los recursos, o compartirlos generosamente. De la solución de este dilema surgen la filantropía y la misantropía. ¿Nos declaramos amigos o enemigos de los demás por el solo hecho de ser de la misma especie, sin importar las costumbres, las creencias, los recursos naturales, el medio ambiente, los avances civilizatorios?

Cuando consideramos que los demás humanos son inferiores a nosotros debido al color de su piel, a los rituales religiosos que practican, a sus tradiciones culturales, a los tipos de trabajo y las formas de realizarlos, al vestuario que usan, entre otros; entonces montamos las guerras para someterlos, para esclavizarlos, para matarlos, para arrebatarles su hábitat. Calificamos esta actitud con la palabra envidia. También xenofobia, racismo, intolerancia, exclusión.

Cada pueblo se empeña en sostener que sus creencias religiosas son la verdad absoluta, incontrovertible, sin que nadie haya podido comprobarlo a través de la ciencia y del transcurrir del tiempo, pues sólo existen unas especulaciones pseudohistóricas fundamentadas en la fe, en supuestas revelaciones, útiles únicamente para dividir, para pelear, para fomentar el odio entre las comunidades, entre los pueblos. Esta es la demostración más evidente del atraso intelectual de nuestra especie que antepone la existencia de seres extraterrestres, mitológicos, a la de más de 7500 millones de bípedos humanos, de carne y hueso, y de cuya existencia nuestros sentidos pueden dar testimonio.

Aunque la Declaración Universal de los Derechos Humanos se hizo para buscar la fraternidad, la convivencia entre los seres humanos, para que se terminaran las guerras fratricidas y la humanidad viviera en paz, estos objetivos no se han podido alcanzar. Algunos humanos se han visto obligados a insurreccionarse en vista de que los encargados de garantizar esos derechos se han negado a ello. Los más ricos, los poderosos, los que han logrado apoderarse de las riquezas le cierran el camino a los demás, posición que justifican y defienden con argumentos peregrinos rebuscados en textos religiosos, sociológicos, antropológicos, en el darwinismo mal explicado, en la cadena alimenticia donde los poderosos son las fieras carnívoras y los excluidos su alimento. Siempre confabulados y muy unidos.

Al grupo de los carnívoros pertenecen los corruptos, los que saquean los erarios para su beneficio familiar o grupal, arrebatándole las ayudas estatales a quienes las necesitan. Para eso se crearon los Estados, para igualar las condiciones de vida de las naciones; no para profundizar ni ampliar las desigualdades sociales sino para reducirlas. No se trata de paternalismo estatal sino de obligaciones a las cuales los carnívoros llaman asistencialismo.

Imposible construir la paz donde reina la misantropía y se odia la filantropía.