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En cuanto a mitos y leyendas
Jorge Forero / Miércoles 15 de abril de 2009
 

“En cuanto a mitos y leyendas, al igual que en otras regiones del país, se creía que era el duende quien extraviaba a los campesinos que entraban a los bosques de la región y sólo después de varias horas de estar perdidos regresaban a sus casas cansados y arañados por todo el cuerpo, además se decía que montaba en los caballos y tiempo después los dejaba en las cañadas o bosques con las crines trenzadas y enredadas”.

Documento encontrado en la Casa de la Cultura de la Unión Valle. Historia de la Unión.

Antonio García, oriundo de ese país de los duendes, entendía que la propiedad privada sobre la tierra permitía un sistema organizado que denominó “Latifundio como constelación social” [1]. Esa constelación en los años 1970 del calendario de Copérnico, recorría América Latina y tenía raíces en el despojo colonizador que trajo consigo el genocidio cultural que implanto el “Descubrimiento de América”. Esa constelación debía ser reformada decía García. La propiedad privada sobre la tierra debía ser reformada.

En el país de los duendes y los bosques ya poco se habla de duendes y poco se sabe de bosques. En ese país los colores de los días se entremezclan ente los olores de los climas. A veces es caliente, a veces es frio, a veces es caliente y frio. Y… ¿Qué sabemos de esos mundos, qué conocemos de esas historias? La primera parada fue por los valles del rio Magdalena en el norte del Tolima: Estábamos en el Espinal y se veían los cultivos de arroz en el recorrido. La historia venia a nosotros como la historia de las luchas de nuestros pueblos, al no nuclear a los Pijaos, el colonizador los extermino o los desterró. Llegaron y se entremezclaron las estructuras de propiedad que narra Fals Borda [2] entre el mundo español de los años 1500 y 1600 y la propiedad privada se fue consolidando, dejando atrás que la tierra no se compra ni se vende [3].

Luego de la extracción de metales preciosos, suenan las elites de Mariquita, de Honda, de los puertos del río Magdalena y por debajo sustentando la historia, aparece la esclavitud como baluarte; llamada encomienda, mita, terraje, servidumbre, aparcería, jornales, hoy los más sofisticados, los sistemas salariales. El afán de propiedad sobre la tierra hace que cada vez más estos sistemas boscosos se fueran transformando y recibieron la introducción de la ganadería y la huella violenta-colonizadora del café. Esto en los años 1900. El cultivo del café conformó un eje organizador en la Hacienda. La constelación social se unifica y las pequeñas propiedades, los sin tierra, los trabajadores, los esclavos, se sumergen en las cotidianidades que la sustentan.

El país debía modernizarse, era la proclama republicana. Los mercados internacionales querían nuestro café y nuestro café sería para los mercados internacionales. El latifundio se apropia de la huella colonizadora del pequeño propietario y los problemas por la tierra siguen su camino; mientras tanto la historia de las violencias sigue su curso. Los rojos y lo azules se llaman partidos políticos y aparecen las guerrillas campesinas. Hoy hay arroz. El café se perdió en las mentiras de los mercados internacionales. ¿Qué hay en Bogotá para que coma Bogotá?

La noche alumbró mientras nuestros pasos iban en busca de la pequeña granja de la Mamá Lulú, entre Quimbaya y Montenegro en el Quindío, otra cuna de lo que llaman la colonización antioqueña, la colonización cafetera. La tenue luna alumbraba nuestros pasos, la vegetación negada, los ruidos de la noche callados por la sangre derramada en estos territorios, en estos pueblos asustaban el vaho de la luna. Entre mitos y leyendas este país no se puede recorrer de noche. El conflicto armado se hunde en las noches y renace al calor de la mañana.

Hernando emocionado en contar las historias negadas en las escuelas, narraba la historia de su familia. La historia de las familias que resisten como formas de materializar las esperanzas. Quimbaya ya no era de l@s quimbayun@s. La vida digna se ha perdido en los fragmentos de felicidad del hedonismo y las mentiras que encierra. Much@s niñ@s están enganchados en la prostitución, los campos en refugio de los desordenes de la ciudad, sembrando palmas y piscinas como burdos reflejos de chalets del norte y las familias subsumidas en la descomposición. Much@s se fueron sin pasaporte.

La vida digna, eso recogen donde Mamá Lulú. Mientras nos devuelven la tierra, las experiencias seguirán forjándose. En una profunda unidad con los saberes de los que ya no están, de los que están y de los que vienen, en la pequeña granja se entremezclan sacros oficios para entender que el trabajo dignifica. El trabajo para conocer la naturaleza, el trabajo para aprender de su organización, el trabajo para construir comunidad y encontrar respuestas al capitalismo y a la mentira hedónica del consumismo. Para los que hablan de derechos, aquí los animales tienen derecho a la vida digna, y los hombres y mujeres a disfrutar de su compañía.

Entre los problemas de ser una “colita” de más o menos hectárea y media subsumida entre los problemas del monocultivo de baby banano (en ell altiplano cundiboyacense se llama plátano bocadillo), entre el ecoturismo de descanso de l@s que la ciudad marca por fuera de su utopismo y un Estado que estorba los procesos de organización campesina y de fortalecimiento de su economía, la pequeña granja sigue resistiendo. Las pequeñas granjas en el país siguen resistiendo, los campesinos, negros e indígenas siguen resistiendo, en las ciudades se sigue resistiendo. Los procesos avanzan y la malicia colombiana que construye, sigue encontrando los espacios para ser cada vez más de los mismos.

L@s agrónomos ahora hablan de Agroecología y l@s universitari@s quieren recoger los pasos de su pasado campesino, indio, terrenal, de abuelos, de dioses y diosas.

Empezamos a bajar la montaña de la cordillera central encontrando el valle del río Cauca, llegamos a la Unión. Los frutales de melón recorrían los campos con hermosos plásticos plateados que decoraban armónicamente el paisaje. Llegamos porque allá se encuentra uno de los enclaves productivos de fruta en el país. Se cultiva papaya, melón, maracuyá, uva, guanábana y más. El enclave es algo así como una zona de explotación de la tierra, donde los pequeños propietarios se articulan a grandes compradores como la casa Grajales, las tierras se arriendan en función de esa producción y la constelación de García sigue alumbrando.

Sorprendidos, escuchamos de la “Limpieza Social”. 5 muertos, en un pueblo de 30.000 habitantes, recorrían con temor a los que con ansias añoraban la unión tranquila, armónica y con mucho trabajo. La Unión de las oportunidades. La Unión que no cuestiona la constelación, porque la constelación le trae bienestar. La Unión que ahora se suma al terror de las contradicciones históricas de la lucha por el control territorial en el país. En este punto ¿la reforma agraria por donde aparece? ¿Cuáles son nuestras potencialidades de organización? Las resistencias y alternativas son espacios entonces para voltear a ver, para no caer en las desesperanzas que nos impiden ver la constelación.

En cuanto a mitos y leyendas, nos encontramos ante el desierto verde de la caña de azúcar. Llegamos a Palmira y la historia de concentración de la propiedad de la tierra horrorizaba. Las Cooperativas de Trabajo Asociado (CTA) horrorizaban. Desde el siglo XVII ya había ingenios en estas regiones. Nuestros pueblos se horrorizaban ante el dolor de la explotación sistemática de la tierra, del hombre por el hombre, y del hombre por el capitalismo. Desde el recorrido de la historia, esta vez con el azúcar, los mercados internacionales cercenaron a los indígenas, amenazaron con destruir su espíritu e implantaron las manos negras para sustentar el desarrollo, la industria nacional y la modernización del país.

De la hermosa caña, 26 productos diferentes se extraen, desde las confiterías, hasta los químicos industriales que desarrollan el negocio del “Oro Verde”: Los biocombustibles. Ahora es vital alimentar un carro con 4 galones de etanol, así un colombiano deje de comer todo el maíz que necesita en un año [4]. Ahora es vital que a un cortero de caña en el Valle de Cauca se le pague $5500 pesos por tonelada de caña cortada manualmente. Ahora es vital que la constelación nos abrume en las relaciones personales y sistemáticamente mantengamos ese orden. Toca comprar el azúcar que destruye a los corteros, toca comprar el arroz que trae plagas y envenena la tierra, toca andar en bus con 10% de etanol, toca y toca.... toca que la educación enseñe sobre las ventajas del oro verde y en esta base se promueva programas políticos para sacar a este país de entre los mitos y leyendas de la “pobreza”.

Entre Palmira y Cali nos vimos en la carretera hablando del movimiento indígena. De su historia, de su lucha de 500 años, de sus constantes reivindicaciones y de su propuesta de construcción en Minga para el país. Veinte voces de la Universidad Nacional de Bogotá recorrieron en 5 días un poquito de tanta verdad, veinte voces más que se quieren ir sumando recorrieron pequeños relatos, de esa constelación que recorre nuestros campos.

Esas veinte voces están de nuevo en Bogotá.

[1Ver, Sociología de la Reforma Agraria.

[2Ver “Historia de la cuestión agraria en Colombia” capítulos 1-4.

[3Ver CARTA DEL JEFE INDIO Noah Sealth, 1854 (http://waste.ideal.es/sealth.htm)

[4Ver: La tragedia social y ecológica de la producción de agrocombustibles en el continente Americano (Miguel A Altieri, Elizabeth Bravo) 2007