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En riesgo 386 mil hectáreas de páramo en Cundinamarca, por minería, ganadería y agricultura
María Clara Valencia / Viernes 21 de agosto de 2009
 

Diez millones de personas podrían tener dificultades con el agua en el futuro, si continúa el deterioro de cinco páramos, que abastecen de agua a parte del centro del país.

Así lo aseguran los especialistas, quienes advierten que la tala, la quema, el aprovechamiento indiscriminado de la flora y la fauna silvestres, cultivos (principalmente de papa), ganado y las explotaciones mineras, que son las mayores amenazas de estas reservas, han seguido en constante crecimiento.

A esto se suma el calentamiento global, con sus graves efectos en la flora y la fauna de estos reguladores de agua, muchos de los cuales se ubican en Cundinamarca.

De los 1’700.000 hectáreas de páramo que se calcula hay en el país, Cundinamarca tiene cerca de 386 mil.

Y aunque el 45% de esa área está protegida, Víctor Vásquez, ex director de Áreas Protegidas de la ONG Conservación Internacional (CI), considera que esa protección sólo es "en el papel" (en las normas), porque no "lo están verdaderamente".

Según la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR), en el departamento hay cinco grandes complejos de páramo (Chingaza, Guerrero, Rabanal, Sumapaz-Cruz Verde y Nacimiento del río Bogotá), la mayoría compartidos con otros departamentos.

Aproximadamente, el 70% de la población de la región andina toma el agua de los páramos. De ahí su importancia para la sociedad y para la economía.

Guerrero sobrevive a minería y agrotóxicos

Las cerca de 39.240 hectáreas que ocupa este complejo en el norte del departamento están bajo amenaza por causa de la minería y de los productos químicos que se utilizan en los cultivos.

Este territorio, que abastece de agua a la represa del Neusa y a los acueductos de Zipaquirá, Cogua y Tausa y parte de Bogotá, se extiende entre las localidades de Socotá, Santuario y Colorado, los páramos de Napa, Alto, Guargua y laguna Verde, los altos de La Mina y El Muchacho y cuchilla El Tablazo, así como las zonas altas de Carmen de Carupa, Tausa, Zipaquirá, Subachoque, Cogua, Pacho, San Cayetano y Susa.

El páramo conforma una extensa zona de recarga de acuíferos, que alimentan el subsuelo del Valle de Ubaté y el norte de la sabana de Bogotá.

Sólo en el páramo de Guerrero, que hace parte de este complejo y que fue declarado reserva natural, hay, según Conservación Internacional, 102 familias, 194 géneros y 376 especies de plantas, cuatro especies endémicas regionales de frailejón, 98 especies de aves, 21 de mamíferos, ocho de anfibios, incluida una nueva especie de rana endémica local, y siete de reptiles.

En Guerrero, la minería, con la que se hacen perforaciones de la tierra y un drenaje constante de los terrenos, repercute directamente en el régimen hídrico de la zona.

Cultivos y ganadería se toman Sumapaz - Cruz Verde

La expansión de cultivos, principalmente de papa, el aumento de población por el desplazamiento forzado y los problemas de orden público son las amenazas que enfrenta el complejo de Cruz Verde-Sumapaz.

El proyecto Páramo Andino del Instituto Alexánder von Humboldt identificó que el grado de alteración del complejo llega a un poco más del 15%. Más de 45 mil hectáreas se encuentran en cultivos, pastos para ganadería o vegetación secundaria.

"Esto se incrementa en las zonas de las localidades de Usme y Ciudad Bolívar, de Bogotá, y Pasca y Choachí, en Cundinamarca, donde los cultivos de papa y la ganadería de leche son las principales actividades económicas", indica el estudio.

Víctor Vásquez señala que, aunque se ha hecho una declaratoria de áreas protegidas en buena parte de este territorio (el área de conservación es de 154 mil hectáreas, declarada como Parque Nacional Natural de Sumapaz), lo que se estaba explotando antes de la declaratoria sigue siendo problemático.

"Si son predios grandes, se arriendan a externos sin ningún control, por ejemplo. No se han generado buenos instrumentos económicos para incentivar la conservación y ese es un gran limitante", indica Vásquez.

Y si se acaba, ¿qué?

De acuerdo con el instituto Humboldt, la localización de este complejo constituye la línea divisoria entre aguas de la vertiente oriental de la cordillera Oriental, que van hacia los Llanos Orientales, y la vertiente occidental, que va hacia el valle del río Magdalena.

Hacen parte de este complejo algunas de las cuencas de los ríos Bogotá, Sumapaz, Duda, Guayabero, Ariari y Negro.
"Posee una importancia hidrológica para la región, no sólo por la multitud de lagunas naturales que contiene (más de 20 reconocidas por el Ideam), sino también por los embalses de Chisacá y La Regadera, que abastecen al Distrito Capital", indica el instituto.

Al departamento le corresponden 75.804 hectáreas (42,5%) de este complejo, que abarca sectores de seis municipios (Soacha, Pasca, Arbeláez, San Bernardo, Venecia y Cabrera) y tres localidades de Bogotá (Usme, Ciudad Bolívar y Sumapaz). Es compartido con Meta y Huila.

Chingaza está en riesgo

Aunque es considerado el páramo mejor conservado del departamento, pues buena parte de los terrenos pertenecen al Acueducto de Bogotá, Chingaza también está en riesgo.

"Sorprende ir a Chingaza y encontrar letreros de ’cuidado con el ganado’, cuando debería estar dedicado exclusivamente a la conservación", dice Víctor Vásquez.

Según la información del instituto Humboldt, en general, el grado de transformación de este complejo es bajo (6% del total del páramo), pero ha habido intervenciones con pastos para ganadería de leche y de cultivos, especialmente de papa.

Allí, también hay proyectos que impactan el ecosistema, como el de la hidroeléctrica del Guavio y el sistema Chingaza del Acueducto de Bogotá, que aporta el 80% del agua a la capital y a varios municipios de la sabana.

El Acueducto tiene programado, para el 2015, construir una nueva represa, Chingaza II, para garantizar el total abastecimiento a Bogotá, que retendría el agua del caudal del río Guatiquía. Sin embargo, esta obra ha sido motivo de una extensa polémica.

Chingaza es la despensa de agua de Bogotá y del departamento y por eso es importante conservarla. De ahí que la idea de hacer más embalses haya sido criticada por algunos técnicos. Además, en los Llanos reclaman que con Chingaza II, al dirigir el agua a Bogotá, se les quitaría a ellos el recurso hídrico.

El páramo de Chingaza se encuentra en jurisdicción de los municipios de Fómeque, Guasca, Junín, La Calera y Guatavita, en Cundinamarca, y de El Calvario y San Juanito, en el Meta.

Rabanal muere por la falta de regulación

La minería es la principal amenaza de este complejo de páramo (compartido con Boyacá), que abarca en Cundinamarca los municipios de Guachetá, Lenguazaque y Villapinzón.

"Es importante saber que el páramo de Rabanal está en inminente peligro, si se tiene en cuenta que los precios del carbón están aumentando cada día y entre el 2001 y el 2008 la demanda del carbón y coque se incrementó cerca del 300%", dice el estudio del Proyecto Páramo Andino.

"Es evidente que la minería es una de las actividades que más afectan al páramo, pero hasta hace poco era casi nada lo que se podía hacer (podía funcionar sin licencia ambiental). Algunas empresas, manejadas por grandes o por pequeños mineros ilegales, son muy difíciles de manejar", añade Carlos Tapia, director del proyecto.

"El conflicto es fuerte porque la minería es una fuente de riqueza e ingresos fiscales. El Ministerio de Ambiente trata de regular y las corporaciones hacen lo mejor posible, pero es complicado por la dinámica económica", añade.

Según esta organización, Rabanal forma parte de los páramos más importantes del país, reconocido por la diversidad biológica, por el importante aporte hídrico que surte a gran parte de la región y tiene uno de los complejos carboníferos más importantes del territorio colombiano.

Allí se ubican varios embalses, que aportan agua a los municipios vecinos, y nacen quebradas que alimentan a 91 acueductos rurales y de cabeceras municipales.

Contiene las estrellas hidrográficas regionales para recarga de acuíferos de la cuenca de los ríos Garagoa, Ráquira y Suárez.

Nacimiento del río Bogotá

Este páramo, de una extensión aproximada de 31.634 hectáreas (compartidas entre la CAR y Corpochivor, en Boyacá) comprende en Cundinamarca los municipios de Villapinzón, Chocontá y Machetá. Como su nombre lo indica, es ahí donde nacen los ríos Bogotá y Machetá, que surten al río Garagoa, fundamental en el desarrollo socioeconómico de la sabana de Bogotá y de la hidroeléctrica de Chivor.

Existen ya zonas declaradas reservas forestales, como la Cuchilla El Choque, en el municipio de Chocontá, Nacimiento del río Bogotá, en Villapinzón, y la reserva forestal protectora El Frailejonal, en Fómeque.

La CAR ha comprado terrenos para ampliar las zonas de reserva; sin embargo, la conciliación con los habitantes del sector no ha sido fácil, porque hay muchos cultivos de subsistencia, aseguran expertos. Esta corporación ejecuta planes para la difusión de técnicas de agricultura de conservación para una producción más limpia y ha desarrollado procesos de fortalecimiento social de organizaciones para la conservación del páramo.