Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra
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"La conciencia no se inyecta": 10 días en el nordeste antioqueño
César Jerez / Miércoles 26 de mayo de 2010
 

Fundador y redactor de la Agencia Prensa Rural. Geólogo de la Academia Estatal Azerbaijana de Petróleos (exURSS). En Bakú obtuvo una maestría en geología industrial de petróleo y gas. Es profesor y traductor de idioma ruso. Realizó estudios de gestión y planificacion del desarrollo urbano y regional en la Escuela Superior de Administración Pública -ESAP de Bogotá. Desde 1998 es miembro de la ACVC. Actualmente coordina el equipo nacional dinamizador de Anzorc. Investiga y escribe para diversos medios de comunicación alternativa.

La tarea:

Barrancabermeja ha cambiado durante estos años. Ahora hay centros comerciales. Más rumbeaderos que antes, más dinero lavado o por lavar, más militares y policías, más amenzados, más sicarios y por lo tanto más escoltas y carros blindados. En La Tora, el primer edificio con ascensor construido en Barrancabermeja, en la oficina de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra - ACVC, se programó una visita a las minas de oro del nordeste.

Esta oficina es una especie de bunker relleno de carpetas con papeles y facturas, un pasadizo de campesinos, un corredor de enfermos, de gente llena de problemas y de esperanzas, que ven en esta organización la posibilidad de solucionar parte de sus agobios, sean estos sencillos o estructurales.

La misión era muy concreta: asesorar técnicamente y continuar la construcción y consolidación de los comités de mineros en Lejanías, Carrizal y Panamá 9, arriba en la Serranía de San Lucas.

El camino:

El nordeste de Antioquia queda en el nororiente del país, muy cerca en el mapa, pero lejos de todo en la realidad. Entramos a esta región por Puerto Berrío. A pocos minutos del pueblo, un peaje ilegal de 10.000 pesos nos recordó que la mafia paramilitar co-gobierna en el Magdalena Medio con las instituciones del estado y que siempre hay una arma cerca para devolverle la memoria a los despistados e insumisos.

La trocha que une a Puerto Berrío con el viejo Municipio minero de Remedios es la misma de toda la vida, sin pavimentar. Desde el cruce de Santa Lucía se empieza a subir la montaña y el camino se hace más difícil para el todoterreno. Los camiones de aspecto fantasmagórico desandan el camino cuesta abajo, cargados de madera. Por la ruta se nota el avance de la deforestación y el auge de las fincas ganaderas con muy pocos animales.

La terminal de carretera se llama Santa Marta, un caserío desordenado todavía, que sirve fundamentalmente para entrar insumos y para sacar las maderas, que son transportadas hasta acá por centenares de mulas. Este lugar es el contacto y el límite entre la colonización de adentro y el mundo de afuera, entre la guerra y la aparente paz, el sitio hasta donde llega el estado en forma de ejército y carretera.

Los acompañantes:

El camino es peligroso para los justicieros y los desconocidos, para los que llevan armas y para los desarmados. Nada es seguro por estos lares ni democrático. Durante el gobierno de Uribe aquí han sido asesinados 19 personas. Una vez asesinadas, fueron presentadas en los medios de comunicación como guerrilleros dados de baja en combate. Les llamaron luego “falsos positivos”. Eran campesinos.

Las organizaciones sociales de acá son estigmatizadas y son señaladas por el ejército de ser guerrilleras, o por lo menos auxiliadoras de la guerrilla, suelen referirse en la institución militar a la ACVC como “Asofarc”. Como lo dijo recientemente el teniente Torres, en una reunión de la comunidad de la vereda Cañaveral: “la ACVC son guerrilleras”. A las minas de la parte alta de Segovia y Remedios se les ha catalogado también como “las minas de la guerrilla”, señalamiento que mantiene en un vilo permanente el trabajo duro y la vida de los mineros.

Entonces la gente trata de no ir sola. Se administra el miedo. Casi todas las actividades políticas y organizativas requieren de acompañamiento internacional. Un acompañante es un voluntario extranjero, que va con los campesinos de actividad en actividad. Un acompañante es una especie de mecanismo muy humano de protección que camina contigo o galopa en una mula, que tiene mucha paciencia, que aprende a contar el lento tiempo rural y a escuchar relatos dolorosos e inverosímiles. En este viaje Carly, australiana y Halvard, noruego, voluntarios de PBI, comparten el camino, el sol del potrero, la testarudez de las mulas, la frescura de la selva nordestina, el mito del tigre, la comida de los mineros.

La tierra:

Mucha tierra, pocas almas. Esta tierra es muy bonita por encima y muy rica por debajo. Para esta tierra alguien lejano decretó que aquí la gente sobra. Entonces empezaron los problemas. La masacre de Segovia fue el inicio de las matanzas. El desangre funciona, es una maquina lubricada que no se detiene, va como una cámara lenta, generando víctimas y desterrados. Cada recoveco del sendero recuerda sobre esta tierra a Carlos Mario, a Miguel Ángel González Gutiérrez, a todos los muertos.

Tierra sin hombres y mujeres es lo que quieren. Sin embargo al llegar a Lejanías, caras lindas de gente negra nos reciben. Los mineros de la Pavera se enteran de la boca de Annye que su mina fue titulada a un paisa avivato, que trata de venderla por Internet, se sorprenden de que el código minero fuera redactado por los abogados de las empresas mineras multinacionales, reconocen en el diagnóstico elaborado por Franco, un ingeniero químico repatriado de la lejana Bérgamo, los problemas ambientales derivados de la explotación artesanal de las minas, ven en la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra la posibilidad de resistir y fundan un comité minero.

Lejanías queda lejos, pero la entrada de las retroexcavadoras, que son utilizadas para la explotación de los aluviones de oro, han dejado una profunda herida que pronto se cicatrizará en forma de carretera.

El oro:

El “dorado” brota en el nordeste por las fracturas de la tierra. El oro hidrotermal se cristalizó en filones y se erosionó lentamente para quedar luego atrapado en las curvas y los valles de las quebradas y riachuelos, para fortuna de los barequeros. En esta serranía todas las vetas de oro tienen rumbo noreste y la falla que las determina es una profunda raja tectónica que paradójicamente se llama Palestina.

Carrizal es un pueblo que llegó a tener solo 3 habitantes durante la llegada de las hordas paramilitares, que asolaron esta región, ahora tiene unos 400 habitantes y 200 perros, según Barón, el presidente de la Junta de Acción Comunal.

La cancha de futbol coronada por un altar y una cruz de madera es el centro del caserío. Aquí los mineros ya están organizados para arrancarle el oro a la tierra, la mina cuenta con un comité, un administrador y una pequeña oficina. Después de la presentación del estado actual de la minería en este sector, los mineros decidieron optar por el uso de medidas de seguridad durante la explotación, introducir “la retorta” para recuperar el mercurio y mitigar el impacto derivado de la amalgamación y su posterior quema. Así como aplicar un proceso de cianuración que permita recuperar más oro de las arenas. Franco ha propuesto un sistema que permita recircular el agua usada y depositar correctamente los restos del proceso.

En el nordeste la vida se cuenta en “castellanos”, una antigua unidad peninsular de medida del oro equivalente a 5 gramos. El oro puede ser acá una solución coyuntural de corto plazo o una tragedia que crece lentamente con la llegada de las retroexcavadoras y la titulación de las minas a oportunistas y empresas mineras extranjeras.

El plomo:

Sale de los cañones de los fusiles para impactarse con “el enemigo” en cuerpo de soldados de barrio pobre, paramilitares, guerrilleros o civiles inocentes ejecutados extrajudicialmente. El cuadro más reciente de la guerra en el nordeste antioqueño ocurrió la noche del 9 de Abril. Tres soldados pereiranos de la XIV brigada murieron en un ataque guerrillero en la vereda Dóminas, ubicada en la montaña, entre Remedios y Segovia. Otros 8 militares quedaron heridos y fueron trasladados a Medellín . El combate con guerrilleros de las Farc ocurrió a unas siete horas del área urbana de Segovia. Como respuesta, el ejército y la fuerza aérea bombardearon posiciones guerrilleras en el Aguacate y los Zapotes. En Carrizal, su gente cuenta como la noche se puso mala y miedosa, inundada de estruendos y ráfagas.

Guerreros invisibles:

Después de la contienda, militares y guerrilleros se han vuelto invisibles durante el día para buscarse solo durante la noche, esperando el momento oportuno de la muerte. El ejército gasta el tiempo, el dinero y la tecnología ubicando el lugar preciso donde descargar la letal bomba. Los insurgentes, a su vez, esperan el descuido de sus contrincantes que los sentencie para siempre. La guerra ideológica continua en el día con letreros en los árboles y versos rebeldes repartidos en los caminos. La radio Colombia Stereo del ejército aprovecha las jornadas para invitar, con nombre propio y tono familiar, a los comandantes de la FARC y el ELN a desertar con todo tipo de garantías jurídicas y económicas.

La fosa de Cancha de Manila:

Este caserío pertenece a la vereda de Altos de Manila. Literalmente es una cancha enorme de futbol, rodeada de casas campesinas, la mayoría deshabitadas. Está a mitad de camino entre Carrizal y Panamá 9. Nos detenemos a descansar. Hasta acá llegamos a pie Andrés y yo, desde Santa Marta y Lejanías, descansan también los jinetes y sobre todo las mulas. Nos quedamos todos dormidos del cansancio sobre las tablas de la sala de una humilde familia campesina.

Al despertar comemos una rústica ensalada de mango biche con sal y limón. El lugar es bello pero deshabitado. Con razón. Hasta Cancha de Manila llegó una incursión de más de 100 paramilitares, sus jefes llegaron en un helicóptero y ordenaron matar. La población fue desterrada por el pavor. Una fosa común oculta 4 cadáveres. Pregunté por sus vidas y sus nombres. Todavía le da miedo contestar a la gente. Pienso que algún día volveremos a jugar futbol en esta Cancha de Manila. Antes deberemos saber con exactitud el día, el año y la hora de esta barbarie. Deberemos, con determinación, conocer a las víctimas e identificar a los victimarios, a sus jefes, financiadores y cómplices. Destaparemos todas las fosas de esta región.

Josefina:

Es blanca, tiene lunares negros, me mira de reojo y se sonríe, en su juventud debió ser una bella mula. Ahora es madura, maleducada y resabiada, pese a su fuerza. Sabe que no la golpearé, que nunca usaré un zurriago o una espuela contra ella, y se aprovecha. Conoce de memoria todos los caminos del nordeste, puede ver el camino con sus ojos reflectores en la total oscuridad, pero le gusta andar en cámara lenta cuando se topa con un citadino. No le apetece el galope. Me ha hecho gastar mucha energía animándola mientras he estado encima de ella. Solo le teme a Mario y su látigo, entonces medio acelera. No le guardo rencor, pero al ver a las otras hembras y machos con su rápido cabalgar, llevando a sus jinetes, me cabreo y le grito ¡Cuidado, dale, que viene Mario con el zurriago, mula tonta, Josefina!

La huella del tigre (el Jaguar americano):

El tigre nos persigue por las veredas con rumores e historias de campesinos y cazadores. La huella del tigre es motivo de susto y de admiración. El tigre existe. Afortunadamente todavía. Pero su mito es más grande y numeroso que él mismo en esta región.

En Panamá 9 la comunidad vive de la mina de oro de San Pacho, una mina en el fin del nordeste antioqueño, con más de 60 años, que ha sobrevivido intermitentemente a todas las violencias. Los mineros artesanales han fundado un comité y han iniciado un proceso de mejoramiento de las condiciones de explotación del oro de la mano de la ACVC.

Por ahora la mina sobrevive a las deudas, pero los mineros están entusiasmados, se muestran preocupados por la manera como se maneja el mercurio y aspiran a implementar el proceso de cianuración de las arenas con el método de agitación.

En esta vereda viven los Vargas, una pareja campesina, testimonio viviente de la presencia del tigre. El tigre de Panamá 9 representa el control biológico de la abundante población canina del nordeste. “El tigre está cebado con los perros” dice don Héctor, un curtido minero. Tal afirmación, que significa el gusto del tigre por los perros, nos decía realmente poco a los foráneos, hasta conocer la historia de los Vargas.

Todo comenzó con unas ganas insoportables de orinar. Era una noche fresca y despejada. Vargas se levantó somnoliento a vaciar la vejiga, como de costumbre, fuera de la casa. Tras él salió su pequeño perro.

Doblegado por el sueño, el campesino olvida asegurar la puerta del rancho después de mear. Un ladrido nervioso del perro y un ruido extraño ponen en alerta a la pareja. Al encender la linterna los Vargas ven con sorpresa una cara desconocida. Era el tigre en persona.

El tigre asustado ataca a Vargas, comienza una lucha desarmada, cuerpo a cuerpo, en la que el hombre rudo empieza a perder piel, cuero cabelludo, sangre y fuerza. Un machetazo en la espalda, propinado a tiempo por la mujer de Vargas, logra poner en fuga al desconcertado felino.

Después del ataque animal, una comisión de búsqueda fue activada para dar con el paradero del tigre, querían castigarlo, es perseguido hasta que sus huellas desaparecen en medio de la selva.

Hasta la noche de hoy el perro acompaña a orinar a su amo, el cicatrizado Vargas. Su mujer, con mucha disciplina, asegura cada noche la puerta después de que su marido entra. Mientras tanto el tigre continúa dejando su huella en el camino, para alertarnos y demostrarnos que no todo está perdido.

La conciencia:

El nordeste antioqueño continúa siendo una de las regiones más olvidadas del país. Su gente ha sido desterrada y estigmatizada. Su tierra militarizada. Las escuelas de nordeste no tienen maestros. Cunde el paludismo y el analfabetismo. La salud pública no existe. Sus habitantes han sido declarados “ enemigos internos” de sus compatriotas. Su rica tierra ha sido ofertada a empresas extranjeras. La Zona de Reserva campesina del Valle del Río Cimitarra, que incluye a esta región en un plan de desarrollo sostenible, se encuentra suspendida por una decisión ilegal y arbitraria de Uribe y la cúpula militar.

Sorprende, sin embargo, la capacidad de resistir que nos han mostrado los hombres y mujeres del nordeste antioqueño, su amor por esta tierra, ese sentimiento que solo se entiende si se vive aquí. Ese sueño de vivir dignamente y en paz que guarda cada una y cada uno de estas gentes. Le indago a Carlos Muñoz, un veterano colonizador de esta región, por la explicación de esta necia tenacidad que les ha servido para enfrentar la adversidad: “La conciencia no se inyecta”, me dice, “se construye”.