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Cano, Gabino y Santos… en busca de un proceso de paz…
Carlos Medina Gallego / Sábado 13 de noviembre de 2010
 

A comienzos del mes de julio de 2010, las FARC-EP coloca en circulación un video de Alfonso Cano, su máximo comandante, con unas declaraciones dirigidas al presidente electo Juan Manuel Santos y a Unasur señalando la urgencia que tiene el país de encontrar un escenario político para detener a través de la solución negociada el conflicto armado. Cuatro meses después, el 2 de noviembre, el ELN circula un video similar de Nicolás Rodríguez Bautista, Gabino, primer responsable de la organización, movido por la misma preocupación: encontrar un lugar para un proceso de solución política negociada. Ambos videos se desplazan entre una crítica cerrada al régimen político, la disposición de las organizaciones de marchar hacia un proceso de solución política negociada y un llamado a la comunidad internacional y a Unasur a que presten sus buenos servicios para que ese proceso pueda empezar a andar.

Más allá de las críticas que puedan hacerse a los dos videos, que seguramente son muchas, lo que debe interesar a la academia, a la comunidad política y a la sociedad colombiana es el hecho de que ambas organizaciones converjan en hacer manifiesta su voluntad de paz. Las FARC, recogen para ello su agenda que parte del lugar en que quedaron los diálogos del Caguán, insistiendo en la necesidad del intercambio humanitario y de cambios estructurales en los aspectos sociales, económicos y políticos que motivan la guerra haciendo particular énfasis en la urgencia de una reforma agraria democrática; el ELN, hace un cuidadoso recuento de lo que han sido los diálogos de paz desde finales de la década de los 80, para retomar su agenda de convención nacional como el espacio pre- constituyente en el cual la sociedad define una agenda de reivindicaciones y transformaciones estructurales.

Creo que es legitimo que las dos organizaciones aten el proceso de solución negociada a una agenda política y social. La pregunta es, si en el actual momento de la guerra, ¿son las viejas agendas las que lo posibilitan o es necesario precisar qué es lo que en el marco de la correlación de fuerzas debe negociarse? Tanto una reforma agraria, como una constituyente están en la agenda necesaria del actual gobierno y este vería con muy buenos ojos que las dos organizaciones le dieran una manito con esos dos proyectos… Desde luego que los enfoques serian distintos pero lo que prevalece en un escenario político de decisiones es cómo está en la balanza del conflicto la correlación de fuerzas.

En los últimos veinte años el conflicto se ha modificado, existe un nuevo orden del discurso de la guerra que cambia el orden del discurso de la política. Es preciso pensar cuál es el tipo de agenda que es susceptible de ser asumida y desarrollada en un proceso de paz viable, que considere el momento histórico y político actual. Pero más allá del contenido de las agendas lo relevante hoy es entender si existen las condiciones para que el proceso pueda viabilizarse.

En esta perspectiva es imperioso tener en cuenta algunos aspectos, los cuales son de la mayor utilidad para que el proceso pueda tener curso:

Uno. Entender que el gobierno no tiene ningún afán, esto no significa que no tenga interés, de transitar por un proceso de paz, quiere que la guerra se agote en resultados y considera que la estrategia que viene utilizando aun se los puede dar.

Dos. La coalición de gobierno todavía NO ha adquirido la hegemonía del pensamiento Santista, se requiere que se unifique y consolide un equipo de gobierno que no sufra de bipolaridad política entre la subordinación al Santismo y las lealtades al Uribismo. El gobierno de Santos tiene que viajar en un universo de luchas políticas internas y darse tiempo para ganar más apoyo político propio y tomar distancia del Uribismo. Por ahora, el gobierno tiene la mayor oposición desde la derecha Uribista, que téngase claro no es amiga de ningún proceso de paz.

Tres. Es urgente que el orden de la justicia erosione la imagen de Uribe y, Santos se pueda desprender de la sombra del mismo para iniciar su propia era. No existe nadie más interesado en deshacerse de la herencia política de Uribe que Santos. Y no resulta bueno decir que uno y otro es lo mismo - que sirvan al mismo propósito es distinto-, pero, cada uno quiere dejar su propia huella y a Santos le gustaría ser sin duda el presidente de la paz verdadera. El autentico Mesías sin crucifixión de ningún tipo.

Cuatro. Las fuerzas militares han comenzado a entender que no va a haber victoria militar, ni rendición de la guerrilla y que va ser necesario recaracterizar el conflicto aceptando su naturaleza política, para su propia razón de ser. La culebra sigue viva ha dicho el Ministro Rivera y, lo peor es que existe un límite del crecimiento de fuerzas y de presupuestos que ya ha sido superado.

Contrario a lo que podía pensarse unas fuerzas militares inteligentes son los mejores aliados de un proceso de paz, y este es un excelente momento para asumirlo pues cuentan con reconocimiento y legitimidad (pese a todos los deplorables delitos que los cuerpos de ejército cometen a diario, como el vergonzoso crimen de las niñas y niños de Arauca, que es solamente un botón para la muestra). Muchas veces don Manuelito llamó a la alta oficialidad a encontrar entre militares un camino común para la paz.

Cinco. El país está atravesando un periodo en el cual las partes están explorando nuevas posibilidades, pero éstas se van a tomar tiempo en madurar: Santos está hablando desde el conflicto, para el conflicto y para la solución del conflicto (sea esta militar o negociada). Las tendencias que predominan en los imaginarios militares globales se inclinan hacia las salidas políticas, solo en los países bárbaros y en las guerras puras los ejércitos combaten hasta aniquilarse mutuamente.

Seis. Es necesario crear las condiciones institucionales, sociales y legales para que el proceso de solución política pueda tener curso. Es muy importante considerar las iniciativas ciudadanas y locales de paz, incluyendo Diálogos humanitarios regionales con los actores armados, propuestos por el Congreso de los Pueblos y las comunidades indígenas. Fortalecer los escenarios donde se formulan las políticas públicas de paz, en los consejos municipales y departamentales y en los programas de desarrollo. La sociedad civil, la iglesia y en general las comunidades e instituciones de toda índole deben irse comprometiendo en un proceso que no cree expectativas pero que avance.

Siete. No existe un orden normativo que pueda regir actualmente un proceso de paz. La ley de Justicia y Paz ha muerto y ese no es el instrumento adecuado. El orden jurídico no solo es para los actores ilegales, la degradación del conflicto ha llevado a la institución militar a pensar en su propia seguridad jurídica, la cual la historia ha demostrado que está más allá de la justicia penal militar. Existen grandes y serias objeciones a las implicaciones de la aplicación del enfoque de la justicia penal del enemigo, que no puede ser el marco de referencia en un proceso. Se requiere de un orden legal para el proceso y no existe. Se están retrotrayendo las decisiones tomadas con anterioridad en materia de amnistía e indulto. Para algunos analistas el bloque normativo internacional puede ayudar o complicar el proceso. Este es un reto de las mayores proporciones que se requiere resolver antes de aventurar cualquier proceso. El proceso seguido con los paramilitares es un mal precedente.

Ocho. Cano, Bautista Gabino y Santos deben encontrar en los procesos de solución política del conflicto una respuesta conjunta para el problema del narcotráfico, ese problema lejos de ser un obstáculo debe ser una fortaleza de los procesos de diálogo y acercamiento. No tiene presentación para los tres desconocer el papel que ha jugado el narcotráfico en el desarrollo del conflicto colombiano, irrigando con sus capitales todos los espacios de la vida social, económica, política, militar e institucional de la nación. Asumir el problema con madurez, reconocer responsabilidades y encontrar salidas efectivas hace parte de su agenda común.

Nueve. Santos ha hecho un excelente trabajo en el aquietamiento del conflicto regional recomponiendo sus relaciones con los vecinos, convirtiéndolos en los “mejores nuevos amigos”; esa relación y las que se consigan establecer con Unasur y la comunidad internacional pueden ser muy útiles a la solución del conflicto.

En síntesis, es muy bueno para el país que las FARC y el ELN hayan manifestado su voluntad de paz. El reto consiste en crear las condiciones para que un proceso de solución negociada encuentre ambientes, atmósferas, instrumentos, apoyos, dinámicas pertinentes y oportunas para desarrollarse. Las preguntas que debemos hacernos hoy es: ¿Cuál debe ser el contenido de un proceso de paz con la insurgencia que se pueda llevar a feliz término?, ¿Que debe entenderse por Paz en las actuales circunstancias del conflicto? Y, ¿La sociedad civil le debe dejar la construcción de la paz a la insurgencia y al Estado o debe convertirse en sujeto político activo y decisorio en el mismo?

Nota: trabajarle a este viejo sueño, es una particular manera de quedar a salvo consigo mismo cuando al frente, las circunstancias y procesos se confabulan en la configuración de un nuevo ciclo de violencia, seguramente, más cruel e inhumano que el anterior.